Hoy, 31 de julio, recordamos y celebramos, una vez más a San Ignacio de Loyola, Íñigo de Ordáz fue su nombre mundano. Tan solo ver su imagen nos remite de inmediato a una de las simbologías más profundas del Catolicismo: el tres. Y lo vemos representado en su sombrero, pero lo que ahora nos interesa es saber la razón por la cual hoy en la misa de doce, fue bendecida el agua, hoy precisamente que es el día en que festejamos a San Ignacio.
Bien sabemos que durante la Edad Media las reliquias de los santos cobraron un valor importantísimo, incluso, ya para finales de esa etapa de la Historia la vehemencia de las reliquias llegó a los excesos de pensar que todo templo que se respete, por así decirlo, debe contener reliquias. En Salamanca tenemos dos claros ejemplos, uno en el Templo de San Agustín, lugar en donde hay un retablo dedicado a ellas: el Retablo de las Reliquias; de las cuales, ninguna queda, quizá cuando las Leyes de Reforma y las de amortización de los bienes eclesiásticos, se perdieron algunas de ellas y otras, seguramente, cuando las tropas Villistas usaron el conjunto agustino como pensión y ni que decir de las carrancistas y sus tradicionales "carranceadas". El otro ejemplo de reliquias lo tenemos en El Señor del Hospital, en donde la reliquia de San Bernardino de Siena que durante varios años se exhibió, creo desde 1954, hasta hace poco que fue retirada y está a buen resguardo... cosa muy pertinente, recordemos lo de la corona.
Sabemos también que algunos de los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego) están considerados como Sacramentales: el agua y el fuego. El agua la tenemos presente en todos los templos a través de las pilas de agua bendita y de las aspersiones que, en ceremonias especiales se usa; ni que decir del fuego que está en la velas, tan necesarias para los oficios. Recordemos que en ese alfa-omega de la vida, está presente, así, los elementos; nuevamente el agua y el fuego en el bautismo, cuando nacemos para la Iglesia y en las honras fúnebres, cuando concluimos nuestro pasaje terreno.
Así pues, cuando había ese, como la hemos catalogado, vehemente a las reliquias de los santos, se pensaba que el agua de por sí ya bendecida, cobraría mayor fuerza de purificación al estar en contacto con las reliquias de algún santo. San Igancio murió en 1556, hace más de cinco siglos; desde entonces se pensó que dados los niveles de santidad que tenía, el agua que tuviera contacto con su reliquia sería la más poderosa. Se llegó a decir de curaciones milagrosas en Alemania, Bélgica y España al usar esa agua bendecida por San Ignacio al grado que, para el 30 de agosto de 1866 el General de la Compañía de Jesús, Pedro Beckx obtuvo el permiso del Papa Pío IX de que la bendición del agua el día de hoy, bajo la interseción de San Ignacio, tuviera el grado de ceremonia aprobada por El Vaticano.
Como toda historia siempre va sazonada con una leyenda, la del Agua de San Ignacio no es la excepción, pues se cuenta que en Manresa, lugar cercano a Barcelona, en donde Íñigo de Ordáz escribió sus Ejercicios Espirituales, una vez, pasando por la Calle Sobre la Roca, encontró a un niño llorando desconosladamente, su gallina había caído en un pozo. Ante la condolencia de Íñigo, y sus oraciones, el agua subió de nivel y la gallina salió. El niño quedó complacido y de allí se cree, de acuerdo a esta leyenda, que nació esa idea de las bendiciones del Agua de San Ignacio.