viernes, 27 de noviembre de 2015

El canal de Sardinas casi desaparece de la geografía salmantina

   Recuerdo que hace más de cincuenta años, por el rumbo de la calle Tierra Blanca, por donde está el campo del golf de la Refinería, cuando aun no había reja, mucho menos barda, brotaba de por ahí agua, no era precisamente un ojo de agua, pero yo lo vi, lo recuerdo bien, que el agua abundaba. Hace poco, una amiga, de mi generación me lo reafirmó, pues me dice que a ella le tenían prohibido ir a jugar por ese rumbo porque había siempre agua y lodo. Recuerdo también que oía decir a mi mamá que en Salamanca a los muertos no se les podía enterrar a los tres metros reglamentarios pues si se hacían hoyos de semejante profundidad, ya al segundo metro brotaba agua.

   A esto habrá que agregar que, todavía en el siglo XX, en la inundación de 1926, el agua se fue no al río sino a la Charca y que todavía en los años cincuenta el cauce del arroyo de San Antonio seguía funcionando, aunque con poca agua. Todo esto lo que nos indica es que había, efectivamente, abundancia de agua en Salamanca, sí, pero eso en tiempos pasados, ahora, con una población cercana (o tal vez ya rebasó) a los 300 mil habitantes y un consumo excesivo de agua y una sequía a la que no se le ve fin, los resultados son estos, como lo vemos en la foto que apenas ayer tomé en el llamado Canal de Sardinas, que no es precisamente el canal sino el drén, pues el que es canal pasa un poco más al oriente y este dren es el que divide la colonia Bellavista de la de Praderas, Reynas y demás.

   Leí hace cosa de tres o cuatro meses en un boletín de la Comisión Nacional del Agua que este año de 2015 sería especialmente atípico... y ya lo vimos, lluvias excesivas en mayo y una seca impresionante hasta la fecha. Hoy está la alarma de un huracán en el Pacífico y la misma CNA dijo que nada bueno habrá en diciembre y enero en términos de clima. Un día frío, al otro calor, en partes muy seco y en otras demasiada lluvia. Y lo que ocurre en Salamanca es esto: un arroyo vacío... aun no he ido por el rumbo de Uruétaro, allí vi una vez, hace no muchos años, tal vez tres, que había partes en las que el Lerma no tenía más de diez centímetros de ancho.... eso, eso se llama sequía.

   Y ocurrió que ayer, ya en la tarde, fui a caminar por un lado del canal o drén, como gustes llamarlo. Tenía varios meses de no pasar por ahí. Recuerdo que el año pasado. ante la gran alharaca de la Reconfiguración toda la parte que une el oriente de Las Reynas con Infonavit III la habían ya cercado y aplanadoras trabajaban allí, luego el camino al lado del canal lo ensancharon y lo rasparon, quedó transitable pero, ocurrió lo que todos sabemos, la caída del precio del petróleo y los ajustes presupuestales y la cancelación del proyecto de Reconfiguración.

   Y cancelado el proyecto, abandonada fue la obra.... ¿qué sigue? no lo sé, pero ese canal de no limpiarse nos puede dar una desagradable sorpresa dentro de poco...









jueves, 26 de noviembre de 2015

El paradero de autobuses en la década de los 30 en Salamanca

   Agradezco enormemente a Raúl González el haberme hecho llegar estas fotos inéditas para los ojos salmantinos, de tres escenas de Salamanca de los años treinta. Presumo que son de 1932 o 1933, pues son varios elementos que distingo en cada una de ellas. En esta primera vemos claramente a la derecha el templo de San Agustín y a la izquierda el del Señor del Hospital, la zona está despoblada. Lo más seguro es que esta toma la haya hecho don Francisco Tostado González cuando esperaba la canoa para cruzar de sur a norte el río Lerma.

   Y aquí está la toma, artística por cierto, de una de las canoas, elementos ya míticos de la historia salmantina. En este caso aparece una que no había visto nunca: "La Protectora".

   El Santuario del Señor del Hospital tenía poco tiempo de haber sido reabierto, pues apenas se había llegado a termino el episodio que conocemos como Guerra Cristera, que oficialmente se llamó conflicto estado-iglesia. Y aquí hay todo un aporte para la memora gráfica de Salamanca, que debemos agradecer a don Francisco Tostado: el paradero de los camiones que iban a Valle o a Irapuato.

  En varios relatos de "la gente de antes" había leído de que era común ver en rededor del jardín a los choferes y sus ayudantes gritando "Valle" o "Irapuato" o "Celaya" pues era allí el paradero, no había precisamente un horario establecido, sino que una vez lleno partían. Curiosa e interesante foto.

jueves, 19 de noviembre de 2015

De los obeliscos y las incongruencias de Salamanca

    Lamentablemente no he podido encontrar una fotografía antigua de la plaza de Nativitas para mostrar, especialmente a los jóvenes salmantinos, aquello que allí había y que lo recuerdo bien. Más o menos por donde pusieron unos juegos y el logotipo tubular del programa Vivir Mejor, junto al kiosco, allí estaban los obeliscos, esos 7 que luego trasladaron (en concepto porque los de Nativitas los demolieron) a la Plaza Hidalgo que conocemos como de San Agustín. La razón de los obeliscos era que entonces, los años setenta, había la idea de que la fundación de Salamanca había ocurrido en Nativitas, cosa que ahora con los documentos que cada vez se difunden más, sabemos que era totalmente absurda. Encuentro en una de las Gacetas que en los años ochenta se publicaron, un comentario que Lupe Aguinaco hizo al respecto:

  “En atención a la invitación del H. Ayuntamiento de esta ciudad de Salamanca, a que participáramos en el aniversario de la fundación de la misma, aceptamos como una forma desinteresada de contribuir en las actividades cívicas de nuestro municipio. Por la misma finalidad que tenemos los que integramos la Asociación de Historiadores Regionales del Estado de Guanajuato, AC., desearíamos que el presidente Municipal y el H. Ayuntamiento de esta misma ciudad patrocinen y a la vez integren una comisión que investigue exhaustivamente la verdadera historia con sus datos fidedignos, del lugar donde efectivamente se erigió y fundó o que hoy es la ciudad de Salamanca.

   "Siempre se había celebrado en la Presidencia Municipal. Pero un día se hizo el cambio del lugar sin ningún fundamento ni previo estudio. Sentimos que es una necesidad histórica dejar perfectamente esclarecidos los hechos que dieron la formación jurídica y real de lo que hoy compone nuestro municipio, para evitar malos entendidos, ya que para corregir errores nunca es tarde. Celebrar en Nativitas el aniversario resulta improcedente. Basta leer el acta de fundación del mismo Nativitas : “inmediato a la villa de Salamanca se fundó el pueblo de Santa María Nativitas; en catorce días del mes de octubre de mil seiscientos cincuenta y cinco años, estando en el puesto en donde está una cruz de madera, extramuros de esta villa de Salamanca, donde está el Calvario y donde el Alcalde y Naturales de esta jurisdicción tienen pedido sitio para formar su pueblo, en conformidad de lo determinado por el cabildo, justicia y regimiento de esta villa, lo que dice esta acta no deja lugar a dudas. Santa María Nativitas fue fundado cincuenta y dos años después que nuestra ciudad." (1)

  Efectivamente, esos obeliscos, siete, que vemos en la Plaza de San Agustín, están allí desde hace unos 30 años... antes estuvieron (no los mismos, sino unos iguales) en la plaza de Nativitas, y todo indica que esa idea de los obeliscos viene de una que tuvo don Pedro González, hace mucho, en la década de los ochenta del siglo XIX, según lo muestra en un escrito publicado no en su libro de la Geografía local, sino en algo que publicó el Ferrocarril Central Mexicano como guía, en la que él muestra a los personajes ilustres en Salamanca que, por cierto, no eran 7 sino una buena docena.

1.- Lo que aparece en cursiva fue publicado en una de las Gacetas de la crónica de Salamanca y lo escribió Lupe Aguinaco.

jueves, 12 de noviembre de 2015

La inundación de 1912 en Salamanca, relato de Lupe Aguinaco

  A Lupe, como ya lo había comentado, la conocí siendo yo adolescente, solía ir a su casa  por las tardes un par de veces al mes, me gustaba platicar con ella… mejor dicho, me gustaba oírla pues me contaba varias historias. Ella atendía una zapatería que había instalado en una de las “accesorias” (como antes se les conocía a los locales) instalado en su casa, cuando tenía algún cliente lo atendía, mientras la esperaba en su recibidor. Recuerdo bien sus enormes ojos, de color, no digo que azules o verdes, sino claros; recuerdo esa mirada entre pícara e inquisidora, pero más recuerdo el gusto que tenía al charlar. Es en esa base que cuanta cosa que ella escribió cae a mis manos, al leerla siento como si esa especial mirada la tuviera enfrente y su particular modo de relatar lo tuviera allí. Y gracias a uno de sus escritos sé ahora varias cosas: una, que al Señor del Hospital además de haberlo sacado en procesión en la inundación de 58, lo hicieron también en la del 12; otra, que la razón por la cual las casas en la tercera, cuarta y quinta calle de Allende están más arriba de lo normal es debido a las crecidas que antes tenía el río. Y otra más que muchas de las fotos antiguas de Salamanca, están asociadas a este relato:

  “Tan habituados estaban los vecinos de la hoy calle Allende a que las aguas del río llegaran hasta sus hogares en la época de lluvia, que todos los años reforzaban con material o tabique las entradas de estos, para evitar que la corriente impetuosa los visitara. Por esta razón no se percataron del peligro aquel 29 de junio de 1912. La amenaza del río les pasó inadvertida por la costumbre. Pero a las seis de la tarde tuvo aviso el jefe político interno, de que el río se había desbordado por el barrio de San Pedro y comenzaba a inundarse la ciudad. El 27 de junio anterior a éste suceso, el C. Jefe Político, Col. Lucio Puga, se ausentó del lugar por causas ajenas a su voluntad, quedando interinamente encargado del mando político el Sr. J. Cruz Hernández, como primer regidor del ayuntamiento. El señor Hernández acompañado del Comandante y de algunos policías se trasladaron de inmediato al lugar del desborde, dando órdenes para desalojar las casas y dictando medidas para alejar el peligro.

  “A las once y media de la noche se recibe el aviso de que una avalancha penetraba a la ciudad por el barrio de Nativitas, arrasando el borde que como prevención habían construido los vecinos. Al despuntar el día 30, el agua alcanzaba la altura de un metro en la plazuela de San Pedro. El Sr. Hernández convocó al H. Ayuntamiento y a los principales vecinos de la población, a sesión extraordinaria con el objeto de tomar medidas urgentes para el salvamento de millares de familias que estaban en peligro de ser arrastrados por la corriente; y para socorrer a los primeros damnificados. El Sr. Hernández no presidió la junta, por haber llegado oportunamente el Col. Puga, presidente del ayuntamiento. La misma tarde del 30, el agua había invadido casi toda la ciudad. Inesperadamente y sin aviso alguno, se presentó el Cap. Ernesto Robert del Cuerpo de Voluntarios de Aguascalientes, acompañado del Cap. Puga y del Tte. Coronel Lerdo de Tejada, con cien soldados, quienes por motivo de los deslaves de la vía incidentalmente llegaron a ésta; y al enterarse del desastre al instante se unieron al grupo de voluntarios de la localidad, auxiliando luego a los más necesitados de socorro. El mismo Cap. Robert, presto construyó una canoa y con ayuda de sus soldados se dedicó a salvar niños y ancianos; y a quienes en apuro o peligro estaban.

   “Salamanca contaba entonces con una luz eléctrica inmejorable, instalada en el tiempo del gobierno del Sr. Lic. Joaquín Obregón González y siendo el Jefe Político de la misma, el Lic. Don Jesús Espinoza. Envidiable e inmejorable, por ser la mejor en todo el Estado de Guanajuato”. A pesar de contar con una planta de luz superior, por su adelantado progreso, el agua penetró al lugar, causando grandes desperfectos, los que dejaron en tinieblas a la ciudad durante tres días. La desesperación y el desaliento comenzaban a establecer sus reales y el hambre se disponía  a dar la batalla. Previendo este mal, el Lic. Don Jesús Espinoza, presidente de la Junta de Socorros, compró todo el pan que había en el mercado y lo repartió a los menesterosos, eran 2532 piezas de pan.

   “Todo era pavoroso a la sombra de la oscuridad. Las campanas de los templos anunciaban el peligro, los barrios de San Juan de la Presa y de Nativitas habían quedado aislados, de pronto el llanto de las campanas se apaga, sólo se escuchó el estrepitoso caer de las casas que se derrumbaron cuando el agua se estrella en las fincas y en medio de ese sobresalto escuchase un repiqueteo a vuelo, ¿a qué se debió tal repique? Cuando la corriente aumentaba minuto a minuto. Fue el Pbro. Don Juan Hernández, capellán del templo del Señor del Hospital, dispuso el repique para atraer a la gente, bajar el solio a Jesús crucificado y pasearlo en procesión. En cuanto lo sacaron al atrio, lo hicieron saber al Jefe Político, quien con su carácter franco y de liberal puro, comentó: “sí, pero que no salgan del atrio”.

   “Entre el dolor y el espanto se pasó aquella horrible noche. Cada vez que se decía: “el agua baja” era como un impulso nuevo que se le daba, pues aumentaba palmo a palmo. De repente surge una idea feliz llena de esperanza. Llevar al Señor del Hospital para enseñarle su amada población próxima a desaparecer. Pero… hay un obstáculo que impide llevar a cabo la idea sugerida: la ley. Habrá que vencer ese impedimento; se forma una comisión de honorables caballeros y van a pedir permiso para llevar a efecto la Manifestación, dirigiéndose a la Jefatura Política. Apenas sabe el pueblo el cometido de aquella comisión, corre a agolparse en las afueras el edificio, ansioso de escuchar el sí salvador. Penetran al recinto los encargados de cumplir lo propuesto y allá en el fondo, sentado en un sillón, un venerable anciano, duro como el bronce, está resuelto a hacer que se respeten las leyes. Hablan los comisionados y él se niega rotundamente. Aun no salen del recinto los peticionarios cunando otra comisión improvisadas de señoritas llega hasta enfrentarse con aquel hombre inconmovible. 

  “La señorita Mercedes Ochoa elocuente le retrata la desgracia personificada en formidable corriente, que va a llevarse a tan risueña población a la desaparición; y que sus habitantes serán juguete de las olas. Un silencio casi sepulcral hace que aquel hombre penetre al fondo de su conciencia; exclama al fin: “Al pensar en si sería bueno conceder licencia para la procesión tenía presente la protesta de ley que había hecho; y al mismo tiempo mi conciencia de liberal, me estaba señalando el camino del deber. Entonces estas palabras: “sobre las leyes todas, están las leyes de la humanidad. Caiga sobre mi toda la responsabilidad”. Eran las once de la mañana cuando, la imagen del Señor del Hospital fue depositada sobre los hombros de los fieles. El cielo enviaba una lluvia sutil; más de seis mil creyentes desfilan delante del crucificado pidiéndole misericordia, en una copia fiel de la fe y el amor. Mientras, el llanto brota de sus ojos suplicantes.

  “Una hora duró la procesión, dejo de llover a partir de entonces, obedeciendo a ordenes supernaturales, el agua se retiró llevándose un inmenso botín; y dejando ante los ojos de los espectadores un cuadro dramático, la miseria, el espanto y las ruinas. He ahí a la hospitalario y risueña Salamanca, implorando la caridad. Refieren diferentes fuentes de información, que unas terribles trombas desprendidas en San Miguel de Allende y en Querétaro avanzaron hacia el río de la Laja, afluente del Lerma y que siendo insuficiente para contener el torrente comenzó a desbordarse viniéndose las aguas sobre Salamanca. Otra versión es que interrumpido el Laja por un tajo donde se surten de agua los vallados de la Hacienda de Cerrogordo, llegó tal cantidad de agua que, unida con la que venía de una presa reventada en Comontuoso (jurisdicción de Santa Cruz), al fusionarse las dos corrientes no respetaron las presas encontradas a su paso, formándose un mar bravío que se precipitó sobre la población, devastando hogares, sementeras y vida. Tales fueron los estragos a que tuvo que enfrentarse la ciudad de Salamanca en el citado año de 1912” (1).






Fuente:

1.- Aguinaco, Guadalupe. Gaceta de la crónica de Salamanca, No. 8.  Salamanca, Enero 1988.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Algunos datos de la vida del salmantino Homobono González.

            Aquí de nuestra idiosincrasia, del atavismo nacional de pereza, de indolencia, de la confianza en el mañana que llevamos a cuestas como una herencia fatal.
Homobono González.

   Homobono González Gutiérrez nació en Salamanca en 1856, fue Jefe Político en el año de 1880, 1881 y parte de 1882, lo sería de otros municipios como en San Miguel de Allende. En 1892 recibiría la Jefatura Política de Guanajuato, al parecer en forma interina. De su carrera política no tengo más noticia, quizá ocupó el mismo cargo en alguna otra municipalidad; lo que sí podemos afirmar es que la visión que tuvo fue, lamentablemente, fuera de época pues no se consideró todo el proyecto que tenía para el desarrollo de la sericicultura, que es el relativo a la cría del gusano de seda. Pasará a la historia como el “Apóstol de la Seda” y es de llamar la atención que, comenzando el siglo XX ya denunciaba la tala inmoderada de grandes zonas boscosas y la posibilidad de reforestar con la morera, planta esencial para que el gusano de seda viva y, consecuentemente, se obtenga la materia prima.

  En los primeros días de su gestión como Jefe Político de Salamanca, el Gobernador de Guanajuato, dueño de la línea troncal del Ferrocarril Salamanca-Valle-Jaral y próximo Presidente de la República, el general Manuel González, recibe una carta en la que se le notifica, entre otras cosas, del particular carácter de don Homobono: “Por acá no hay nada más nuevo que lo que el señor licenciado Enríquez comunica a Usted relativamente a Puerto de Nieto. Conocido el carácter violento y apasionado de Homobono González, nada extraño es que con tanto descaro esté apoyando a nuestros adversarios. Lo grave es que con ese apoyo, aliente a gente ignorante y apasionada a que cometan algún asesinato”. (1)

   “Don Homobono González fue hombre de confianza del gobernador Joaquín Obregón González, (último gobernador del Porfirismo, Gob. de 1893 a 1911), pues fue también jefe político en Salamanca en donde levantó el teatro “Juan Valle”, trajo de Europa el gusano de seda el que llevó a Irapuato, Guanajuato y aquí a San Miguel. Él levanto a fines del siglo XIX el mercado Municipal en los terrenos de la plaza de la Soledad. Esta obra la encargó a don Zeferino Gutiérrez. En 1888 manda construir el kiosco del cual quedan en la actualidad los barandales y las columnas, pues su cubierta metálica le fue cambiada hace más de 30 años”. (2)

   El 6 de septiembre de 1905 participa brillantemente en el 2° Congreso Agrícola, celebrado en Tulancingo, Hidalgo, y de allí se desprende el siguiente documento:


   “17°.- La sección propone que el actual Congreso acoja el trabajo del Sr. Don Homobono González, sobre propaganda de extensos plantíos de morera blanca de China, en toda la extensión del país, para que de allí venga a su tiempo el desarrollo del cultivo de gusano de seda, y recomienda que se suplique al Sr. Ministro de Fomento, que (si lo tiene a bien) se establezca un centro agrícola de servicio público y de enseñanza (a que alude el Sr. González) para que de allí la acción violenta, eficaz y sostenida que haga práctica la profusa plantación de moreras, y como consecuencia, la cría del expresado gusano. Se aprovechará la existencia del gran número de plantas aclimatadas que tiene el Estado de Guanajuato, para obtener semillas secas”. (3)

  En el mencionado Congreso Agrícola Homobono González dictó una conferencia, de ella extraigo las siguientes notas: 

  “Formado mi criterio, con la convicción más íntima, en la creencia de que la industria de la seda en México tiene que ser tarde o temprano, uno de los principales factores de la riqueza pública, he venido dedicando desde hace ya diez y siete años, todos mis esfuerzos a la propaganda del plantío de moreras y de la cría del gusano de seda. […] Os propongo, señores terratenientes, el plantío de la morera, la profusa plantación del “árbol de oro” como se le llama en Francia; tan fácil de sembrarse o de reproducirse por estaca; tan hermoso aun para lucir en las calzadas y paseos públicos; […] demostrada en pocas palabras y con unos cuantos números la grandísima importancia de los plantíos extensos de morera, árbol tan apropiado a nuestro clima como tan necesario para cubrir la baja enorme que ha producido la tala […] Ahora bien, trabajo tan sencillo y tan adecuado a la mujer, ¿no será posible hacer que se desarrolle entre nosotros para redimir de la miseria a nuestras clases menesterosas y para crear un rico elemento de vida que lo piden nuestras necesidades agrícolas? […] En el Estado de Guanajuato comencé el año de 1888 la propaganda sericícola, asociada entonces al conocido sericicultor francés M. Hipólito Chambon. Unidos los dos, establecimos en la ciudad de San Miguel de Allende las primeras crías de gusanos de seda”. (4)

Fuentes:

1.- José Valenzuela, Georgette Emilia. Los ferrocarriles y el general Manuel González. Universidad Iberoamericana, México, p.94

2.- Página web del Cronista de San Miguel de Allende.

3.- Memoria del 2° Congreso Agrícola de Tulancingo. Cap. II, Secc. 5ª. Secretaría de Fomento. México, 1905, pp. 47-48

4.- Memoria… pp. 83-98

martes, 3 de noviembre de 2015

Las dos buenas razones del salmantino Homobono González

   De los muchos personajes nacidos en Salamanca no a todos los hemos estudiado cabalmente. Uno de ellos es, sin lugar a dudas Homobono González del que solamente pensaba había sido como su hijo, Fernando González Roa, un político de carrera; don Homobono, más que en la cosa política destacó en una actividad no del todo difundida en nuestro país, pues fue uno de los que más estudió al gusano de seda y lo veía como una fuente de ingresos, ahora entiendo por qué, una vez, encontré en el Archivo Histórico local uno o dos documentos en donde se mencionaba no el cultivo del gusano, sino de la morera que es indispensable para que el gusano sobreviva. 

  Para irnos introduciendo en la vida y obra de Homobono González, nos apoyaremos en un breve relato que hace otro de los grandes de Salamanca, José Rojas Garcidueñas, en donde nos cuenta algo de la relación que tuvo con él:

  “Recuerdo haber conocido, siendo yo muy niño, a don Homobono Gonzáles mostrando ante mis ojos asombrados una serie de capullos de gusanos de seda que sacaba y metía de una caja, maniobrando con su único brazo útil y dando explicaciones sobre las clases de la seda y de los gusanos que la producen, y de modo semejante volvía a verlo en algunas otras ocasiones, años más tarde, hasta poco antes de su fallecimiento. Fue un apóstol de la sericultura, que conocía a fondo, en la que veía, con fundamento y mucha razón, una fuente estimabilísima del posible mejoramiento económico para los campesinos y gente de los pueblos en el Bajío y en todos los lugres cuyo clima permite el cultivo de la morera. La misma idea tuvo el padre Hidalgo y muchos otros también, y todos podrían decir, con acierto, que solo el descuido y la negligencia han privado a nuestra tierra a esa fuente de riqueza.

  Pero, allá por los ochenta del siglo pasado [se refiere al siglo XIX] las ocupaciones y preocupaciones de don Homobono Gonzáles eran otras, vivía en Silao y allí alternaba con otras tareas la de escribir y publicar un periodiquito de brava oposición (pues la manquedad no le restaba acontecimiento), que continuamente censuraba los actos del gobierno: a veces los del federal y otras los del estado y siempre los de la administración municipal cuyas torpezas eran más ostensibles e inmediata para el periodista y para sus lectores.  Como es de suponer, aquella labor no producía miel sobre hojuelas sino multas, admoniciones y acaso hasta algunas visitas al alcaide de la cárcel local.

   No había en aquel tiempo, presidentes municipales sino jefes políticos y el que lo era de Silao ya estaba harto de este tábano que era la hoja periódica de don Homobono González, por lo que resolvió buscar un apoyo superior que le facilitase imponer sanciones más duras al pertinaz sensor, enviando informes exagerados y pidiendo la ayuda del gobernador del estado. 

  Gobernaba a Guanajuato el general don Manuel González, hombre enérgico y partidario de acciones directas y rápidas y hombre, también de lealtad íntegra y de fidelidad sin resquicios a la amistad declarada, de lo cual acababa de dar la prueba mejor al devolver la presidencia a Porfirio Díaz en 1884, lealtad y fidelidad que como sus rasgos más característicos han querido ser perpetuados en el epitafio de su sepulcro: “Tuvo un brazo no más, pero de bronce; una mano no más, pero de amigo”.

  El general González habló largamente con su tocayo, el joven y atrevido periodista don Homobono; este era hábil, de ingenio despierto y de valor cívico, cualidades muy propias para llegar a entenderse con el gobernador; el periodista probó la veracidad de los hechos que censuraba y los desgobiernos del alcalde que lo había acusado y, al fin salió de la entrevista con solo algunas suaves advertencias de manejarse con más tiento pero, en el fondo, con la simpatía y el aprecio del gobernador.

  No pasó mucho tiempo sin que alguna nueva alcaldada, en Silao, fuese denunciada y comentada por Homobono en su periódico. El jefe político, creyendo hacer méritos y congraciarse con su superior llegó a Guanajuato, se apersonó en palacio y llevó el chisme al gobernador, cargando las tintas y sugiriéndole el castigo; el general no hizo comentario de aquello, después de oírlo trató de otros asuntos de Silao y luego dio por terminada la audiencia. Con poco tino el jefe político insistió en pedir autorización para castigar con dureza con don Homobono, pero el gobernador, con el gesto que hacía más importantes que hacían las luengas barbas y con el tono duro de viejo soldado replicó: “en eso de Homobono váyase con cuidado… “, y ante el asombro que se transformaba en miedo del jefe político, agregó reticente: “con cuidado, porque es manco y es González!”.  (1)


Fuente:

1.- Rojas Garcidueñas, José. El erudito y su jardín. Ediciones la Rana, Guanajuato, 2013. pp. 95-38.