viernes, 3 de abril de 2009

Ignacio Acualmetzli Alarcón y Roquetilla

En una nota aterior habíamos comentado acerca de este personaje, por cierto, importante en la historia de México, y totalmente olvidado. Primero aclararé que su nombre no es, como lo anoté, Acualmeztli, sino Acualmetzli. Su biografìa, la única que me fue posible encontrar es la escrita en 1884 por el escritor y periodista, oriundo de Campeche, Francisco Sosa Castilla. Es tan impresionante el relato, que la transcribo completa:

Vamos a consagrar un recuerdo a un guerrero azteca. Su apellido indígena es el que va al frente de estas líneas, auque fue bautizado con el nombre de Ignacio Alarcón de Roquetilla.

Nació en Coyoacán en 1520. Tenía un año cuando su padre murió combatiendo a los españoles. La madre, según el padre Oviedo, fué mutilada de las orejas, en castigo de una ofensa hecha a uno de los capitanes de Cortés, muriendo a consecuencia de aquella mutilaciòn. Acualmetzli (mala-luna) quedó bajo la tutela de un español que lo llevó a bautizar y le dió el nombre de Ignacio Alarcón; le educó cristianamente, le enseñó con perfección la lengua castellana y el manejo de las armas.

En 1537, es decir, cuando Acualmetzli tenía diez y siete años, entró al Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, siendo uno de sus fundadores, y allí aprendió el latín, teniendo por maestro al franciscano Arnoldo Balzac, francés. Este sacerdote llegó a estimar tanto al jóven indio, que le trataba como hijo, le vestía y le alimentaba, y le hizo confirmar poniéndole en aquel acto el nombre de Roque sobre los que ya tenía. A la edad de veinte años, Acualmetzli púsose a escribir en lengua mexicana una sencilla relación de su vida y estudios, y como para hablar de su nacimiento necesitaba saber de su orígen, comenzó hacer pesquizas hasta que descubrió el fin de sus padres. Apenas adquiró estas noticias, concibió la idea de reunirse a los chichimecas para combatir con ellos a los verdugos de su madre.

La gratitud que abrigaba hacia Fray Arnoldo, le hizo descubrirle su proyecto. Su protector, como es fácil comprender, se opuso a él; pero fueron vanas las razones, las súplicas, las más generosas ofertas y amenazas para la firmeza de su discípulo, recurrió a la astucia que no solo le dejaría ir, sino que le proporcionaría una orden del Virrey Don Antonio de Mendoza para enviarlo a un Colegio de España para que allí concluyese su educación; mas el astuto joven supo, o llegó a sospechar, lo que intentaba, y un día partió furtivamente para la Sierra de Querétaro. Realizó, pues, su proyecto de combatir contra los conquistadores, hasta que murió en un encuentro que tuvieron los chichimecas con las tropas del Virrey ya citado.

Acerca de este encuentro en que murió Acualmetzli, dice el autor de un manuscrito que existía en el museo de la extinguida Universidad de México y en el que, en forma de diario, se refiere la expedición del Virrey don Antonio de Mendoza, lo siguiente:


"Dos años de continuos combates fueron necesarios para reducir a estos terribles chichimecas, que se extendían desde las serranías de los alrededores de Querétaro hasta Jalisco; pero el Virrey Mendoza pudo al fin vencer, aprovechando el otoño del año de 1524, para dar una lección a estos indios, que parecía eran los únicos que mantenían vivo el patriotismo en esta pare del Nuevo Mundo. En esta campaña era admirable el orden con que los chichimecas se batían, desconociendo a los indios, pues se presentaban en batallones de siete hombres de fondo, sus filas eran cerradas, sus movimientos regulares, y se hubiera dicho que algún desertor español les habían enseñado la táctica de Europa, si entre los cadáveres de los vencidos no se hubiera encontrado el de un indio muy conocido en México por amigos de los españoles, y llamado Roquetilla ó Ignacio Alarcón, pues era ya bautizado del demonio, con los montaraces chichimecas."

Del pasaje transcrito se deduce que Acualmetzli murió en 1542, a los 22 años de edad, y lo que es más importante todavía, la confesión escapada al autor del diario, de que los indios chichimecas conservaban vivo el patriotismo, título sobrado para que enaltezca la memoria de aquella raza un historiador imparcial. Acualmetzli es, pues, un dechado de virtud como hijo, y de patriotismo como ciudadano.

Texto tomado del libro Biografías de Mexicanos Distinguidos de Francisco Sosa, publicado originalmente en 1884. Editorial Porrúa, Sepan Cuantos Núm. 472

1 comentario:

  1. Los verdaderos y grandes patriotas Mexicanos o de otra nacionalidad muchas veces se van con el polvo de la colonización. Encontré de Ignacio en una anécdota de un recóndito libro, uno de los primeros guerrilleros contra los conquistadores. ¡Ley de Murphy!
    Hoy que la busco en el San google ya desistiría hasta que vi tu blog.

    Gracias por tu información...

    manant@hotmail.com

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