Una historia en verdad interesante es la que nos hace entender la razón por la cual en Araró, Michoacán, existe un Cristo tan celebrado, tanto así que adquirió el nombre del pueblo mismo y ahora lo conocemos como El Señor de Araró. Adentrarnos en su historia implica entender una de las civilizaciones que, contemporáneo a los Aztecas, vivían en su propio territorio, sus propias costumbres y tradiciones, por lo tanto, su propia religión, dentro de lo que es nuestro México y específicamente en lo que actualmente es el Estado de Michoacán y parte de Guanajuato.
Para entender al Señor de Araró debemos primero saber de la existencia de una de las principales deidades dentro del panteón tarasco, la diosa Cuerauaperi, Madre de los dioses terrestres. Era la que hacía llover, se consideraba la diosa de la fecundidad.
“Se creía que Cuerauaperi mandaba las nubes (y en consecuencia la lluvia) desde el oriente, específicamente desde Araró donde se formaban por el vapor que salía de las fuentes termales que hay allí. En tanto que Cuerauaperi enviaba la lluvia y con ella las mies y semillas, también era capaz de provocar sequías y por lo tanto era la causante de las hambrunas”. (1).
Sabemos que en la zona hay manantiales de aguas sulfurosas, de allí la fama de los tantos balnearios que existen, cosa nada nueva, pues su existencia se pierde en la noche de los tiempos. Era costumbre en Araró, cuyo nombre en lengua purépecha, significa “lugar en donde se agujeran los tarascos las orejas y las narices”; ir, precisamente a eso, a horadarse las orejas con el fin de sacarse sangre que ofrendaban a la diosa Cuerauaperi, sangre que al mezclarse con el agua hirviente producía vapor y de allí todo la tradición que los primeros evangelistas vieron y no lograron entender.
El Señor de Araró tiene su celebración principal el segundo viernes de cuaresma, son miles de personas las que llegan atraídas por
Quién contempla esta imagen siente en el espíritu un hondo placer estético y una tierna devoción, nacida de los más profundos hontanares del alma”. (2)
Para entender como fue que llegó la imagen a esa comunidad nos referiremos a lo que el Cura López Lara escribe: “En la capilla de los Mezquititos empezó el culto a la imagen del Señor de Araró. La hipótesis que vamos a exponer tiene, según creemos, bastante fundamente, dado el modo de proceder de los misioneros en algunos casos y lugares.
Históricamente consta que la diosa Cuerapaveri tenía templo en Araró. Dice
Había, pues, templo de la diosa en Araró. Había allí sacerdotes dedicados a su culto. Tan es así que la misma Relación de Michoacán nombra a uno de ellos que residía en Araró en el tiempo del rey tarasco Zuangua. Este sacerdote se llamaba Barrica.
El templo de Zinapécuaro fue derribado. En esta forma los misioneros trataban de acabar con el culto de los ídolos. En Araró, probablemente a pesar de la prohibición que hicieron los religiosos para el culto de la diosa, no se hizo caso, y entonces, en una noche, sin que se dieran cuenta los indios idólatras, los franciscanos destruyeron la imagen de la diosa y en su lugar pusieron alguna imagen cristiana, la cual, poco tiempo después, fue sustituida por la actual, traída de Pátzcuaro. Y quedó así un santuario de sustitución: la imagen de Cuaraváperi fue sustituida por una imagen cristiana” (3). Lo que notamos aquí es exactamente lo mismo que sucedió en Chalma, al sustituir la representación de la deidad Azteca, Tezcatlipoca, por el Santo Cristo, conocido como Señor de Chalma. (4)
Bibliografía:
1.- Relación de Michoacán. Este libro lo puedes consultar directamente en Internet en la siguiente dirección:
http://etzakutarakua.colmich.edu.mx/proyectos/relaciondemichoacan/default.asp
2.- Breve historia de la imagen y su santuario. Cura Ramón López Lara. Sin editorial ni fecha. Aparentemente 1996.
3.- Ibid.
4.- La conquista espiritual de México: ensayo sobre el apostolado y los Métodos misioneros de las órdenes mendicantes en
Las fotografías fueron tomadas en el Templo del Señor de Araró en su reciente celebración que fue el segundo viernes de cuaresma. 26 de febrero de 2010.
Quien no conoce su pasado no puede sentir orgullo genuino
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