domingo, 15 de noviembre de 2009

La influencia renacentista en las imágenes de pasta de caña de maíz

De acuerdo a la historia de la imagen del Cristo Negro del Señor del Hospital, ésta llegó desde Xilotepec, en el actual Estado de México, lugar en donde fue venerada por poco más de veinte años, este dato nos lo ofrece el sacristán Alonso Marañón que, autorizado por el Señor Cura don Luis Saavedra, hizo una recopilación manuscrita de la historia del Señor del Hospital a mediados del siglo XIX. En ese relato se dice que la imagen había sido traída de España por los padres Franciscanos y se encontraba en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Hay, por otro lado la idea de que la imagen procede de Pátzcuaro, quizá del taller del más renombrado escultor de imágenes en pasta de Caña de Maíz, Matías de la Cerda.

Cristo en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Lagos de Moreno, Jal.

Existe un libro que hace un estudio detalladísimo de éste arte escultórico: Imágenes en caña de maíz, escrito por el maestro Andrés Estrada Jasso, publicado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en 1996. En el inciso B del capítulo VI, nos expone magistralmente parte de los resultados de su análisis:

Cristo en la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz en Abasolo, Gto.

“Plenamente clásicos son los Cristos de Matías de la Cerda. Clásicas en su efecto son las proporciones: inscrita la forma en un cuadro; su altura es sensiblemente igual a la longitud de los brazos extendidos –especificaciones de Leonardo- en sus tratados de pintura; la cara cabe hasta diez veces en lo largo del cuerpo y, de oreja a oreja hay lo mismo que de la ceja a la barbilla.

El semblante es hermoso y de gran dignidad, no divina, sino profundamente humana. Hay rostros tan nobles que llegan a ser regios. El dolor no los deforma, los dignifica, y la muerte deja plasmado para siempre un sello de gravedad que no aterra, pero si eleva. Lo que aquí se dirá de los rasgos sobresalientes del rostro, se puede aplicar a la inmensa mayoría de los crucifijos estudiados.

Cuando el pelo se modela de la misma pasta, aparece escaso en el cráneo porque se supone una corona, de espinas o de plata con crencha en medio y bien peinado hacia los lados: mas abundante es el que cuelga suelto, un poco ondulado y tratado con esmero con dos o una guedeja por delante del hombro derecho, pero nunca muy largo. Pocas cabezas lo tienen solamente pintado por estar pensadas para pelo natural. (A veces el pueblo desfigura las obras del escultor añadiéndoles pelucas largas y rizadas, o grandes cendales que ocultan todas las piernas. De la orilla del pelo arrancan las gotas o hilillos de sangre derramada por las espinas.

Altar Mayor del Templo de la Santísima Trinidad en Puebla, Pue.

A los Cristos primitivos se les llamaban “dormidos”, porque los hacían con los ojos cerrados; mejor dicho: no tenían ojos; en cambio a los posteriores se los ponían de vidrio (realismo popular) o simplemente se los pintaban; de vivo o de muerto, siempre ensombrecidos por una profunda tristeza. La nariz, a pesar de ser la más relevante, suele ser grande, como la de muchos españoles. La barba siempre cerrada; a veces rizada o partida en dos, abundante y bien recortada; entre ésta y el bigote en realce, la boca: si se la representaba entreabierta suelen asomarse los dientes entre los labios y a veces es visible la lengua. En la mejilla se marca la bofetada de Malco.

La musculatura del cuerpo, que revela un gran conocimiento anatómico, está por lo general, acentuada, expresando exacerbación por el dolor o la postura incómoda. Los pectorales siempre están bien representados, y a la prefiguración de los deltoides concurren los refuerzos de papel que unen los brazos con la armadura del tórax. Las costillas son delgadas y claras. No es rara, en los brazos y en las piernas y en los pies la nudosidad y anchura de las articulaciones.

Precisamente de las notas más distintivas es el detallismo naturalista de los pies. Los metatarsos y las falanges están largamente acusados y tratados con tanto verismo que se pueden contar los huesos. No así las manos, que son suaves y pensadas para ser vistas por la parte de adentro. Es notoria la oposición entre las manos que derramaron bendiciones y los pies que caminaron descalzos.

Altar Mayor de la Catedral de Toluca, Estado de México.

Las piernas aparecen siempre arqueadas para hacer posible la antinatural postura de los dos pies sujetos por un solo clavo y pegada la planta a la cruz, sin el apoyo que en otras épocas se les puso para resolver ese problema, soporte que en los Cristos de caña nunca aparece. Por la misma razón los pies están torcidos hacia adentro.

Peculiar es la preeminencia que se le da al lado derecho sobre el opuesto: la cabeza y cara, ya de frente, ya de tres cuartos, cae hacia el lado derecho de la línea media que divide el cuerpo en dos, verticalmente. Del mismo lado quedan la herida del costado, el nudo del cendal (que no siempre existe, pues algunas están pensadas para sobreponerles otro de tela bordada) y el pie derecho superpuesto al izquierdo. Por el contrario, al otro lado de la línea media, no se da ningún elemento notable.

Este centro de atracción se acentúa todavía más por una curvatura del cuerpo hacia el lado derecho, que en algunos casos es muy pronunciada, en parte compensad por el hombro izquierdo que se desencaja. Como estos Cristos están pensados para ser vistos de frente, la parte posterior está poco trabajada: la forma es plana, los músculos apenas están esbozados, y la espalda medianamente pintada.

Cristo en el Templo del Calvario en Lagos de Moreno, Jal.

En cuanto a al policromía, el cuerpo de Jesús generalmente es blanco, o de un color moreno oliváceo, como los andaluces, y está dado con verdadera maestría. Que los Cerdas eran también pintores, está comprobado con el dicho de don Nicolás León que asegura la existencia de algunos cuadros de ellos en Tzintzuntzan. El pincel está manejado con criterio renacentista: la sangre no baña exageradamente el cuerpo. Son pocas las fuentes de donde mana: las espinas de la corona, las llagas de los clavos, las rodillas golpeadas y principalmente la llaga del costado; pero no es muy abundante, hilillos tan solo.

La del costado con frecuencia atraviesa el cendal y escurre por la pierna derecha. Las llagas destilan sangre, pero nunca en abundancia, dejando la figura relativamente limpia. Un cristo sanguinolento sería inconcebible en el Renacimiento, cuyos ideales no eran ciertamente el dolor y la sangre".

Jesús flagelado, en la Parroquia de San Francisco en Pénjamo, Gto.

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