miércoles, 27 de julio de 2011

Venus, el lucero del amanecer.

Contemplando esta singular escena vista a mediados del siglo XIX en San Luis Potosí y que inspiró al artista para dejarnos muestra de lo que eran los paseos de pendones que se hacían en cada celebración, en este caso de Nuestra Señora del Carmen, me hace pensar en la razón por la cual esta advocación tuvo tan buena acogida entre los antiguos mexicanos cuando se dio la conquista, por ende, la evangelización.


En nuestra vida actual despertamos luego del alba, en ocasiones ya bien amanecido el día, y, peor aun, con la televisión encendida oyendo (algunos la ven a esa hora) el reporte de lo que el crimen cobró en vidas, la noche anterior. Nos perdemos del espectáculo magnífico que es el amanecer.


Anteriormente no era así. Si nos vamos a la música vernácula de los años 30 del siglo XX recordaremos aquello de "lucero de la mañana, préstame tu claridad...". Si nos vamos a un templo en donde aun se rece, como "Dios manda", el Rosario, y nos vamos al responso, oiremos la misma mención: "Estrella de la Mañana. Ten piedad de nosotros", esas son las Oraciones Lauretanas en donde se nos van presentando imágenes e ideas que el Catolicismo adoptó hace miles de años para irlos integrando de ese paganismo en el que estaban envueltos, dentro de la fe Católica.


Y así llegamos al punto, al lucero de la mañana, a la estrella resplandeciente que mitad del año vemos en la madrugada y la otra mitad luego del ocaso. Es Venus, planeta que, al paso del tiempo y dependiendo de la cultura que lo observaba se le fueron dando atributos distintos. De los Romanos aun tenemos la presencia de Venus en nuestro lenguaje, pues las enfermedades venéreas vienen precisamente de Venus, eso debido a la idea de que Venus era el planeta (o estrella) del amor, el amor carnal, en este caso. Entre los antiguos mexicanos Venus tenía el nombre más complejo e impronunciable que existía: Tlauhuizcalpantecuhtli.


Venus siendo la estrella (planeta) más brillante en el firmamento cobró una gran importancia. Los aztecas tenían culto a ella, en este caso a él, pues Venus, la estrella, era un ente masculino. Pero hay que entender que entre la cosmogonía Azteca, la dualidad era cosa común, es decir, había una representción masculina a la par de una femenina.... ellos entendían a la perfección que EL cielo y LA tierra, al final era una sola, cosa: la naturaleza. De allí, en buena medida, el origen de la dualidad.


Pero el culto a Venus, a la estrella, no se origina con los Aztecas, es más antiguo aun. En Tula existe un templo que le da culto y se asocia con Quetzalcóatl. Ante este panorama se enfrentaron los evangelizadores franciscanos quienes, como pocos, saben interpretar a la perfección el significado de Venus, la Estrella de la Mañana y todo lo que de allí se pudiera derivar.


Así, pues, una de las imágenes marianas que fue ampliamente introducir en el culto dentro de los primeros evangelizados fue la de Nuestra Señora del Carmen, la Estrella de la Mañana, Venus: Tlauhizcalpantecuhtli.

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