Por fortuna tenemos acceso, especialmente por vía electrónica, a una buena cantidad de libros que hablan del Bajío y que, es cosa habitual, que mencionen cosas relacionadas a la Villa de Salamanca o, en todo caso, al irnos describiendo el entorno, podemos bien asociar lo que leemos con lo que fue, una vez, Salamanca. Aquí tres autores (Brading, Tutino y Rionda) que han estudiado esta parte de México a profundidad en textos que arduamente he seleccionado:
"Para 1600, pues, medio siglo de guerras y de colonización habían echado los cimientos del moderno Bajío. Querétaro, puerta de entrada a la región desde el centro de México, ya era una ciudad comercial en auge con una industria textil en expansión, rodeada de Haciendas que cultivaban cereales y criaban ganado. Entre tanto, en torno a las ciudades menores del Bajío como Celaya, Salamanca y León iban surgiendo nuevas haciendas, a menudo con tierras de riego, bajo el impulso de dinámicos terratenientes regionales. En los albores del siglo XVII el Bajío ya había producido la amalgama regional de agricultura comercial, minería y fábricas textiles que Eric Wolf encontró única en su género al estudiar los acontecimientos del siglo XVIII en aquella región.
"Por los años 1630 había más de 300 haciendas en el Bajío que producían grandes cosechas de trigo y maíz, y también criaban ganado, con lo que surtían no solo a los mercados locales sino a los centros mineros situados al norte. Los cultivos más intensos se hacían en las llanuras de la cuenca oriental al rededor de Celaya y ciudades aledañas. Ahí había 157 grandes haciendas que levantaban grandes cosechas de maíz y solo un poco menos de trigo, con el complemento de pequeños rebaños de ganado los confines más occidentales de la cuenca al rededor de Irapuato, León y Silao seguían menos desarrollados dando preferencia a la producción maicera y a un reducido pastoreo. Las tierras altas del nordeste en torno a San Miguel y San Felpe albergaban hacia 1630 a muchos campesinos en pequeño dedicados al maíz , apretujados bajo la presión de un pequeño número de ganaderos en gran escala. Las tierras altas del sureste todavía estaban apenas colonizadas. (1).
"La nueva riqueza aportada a la élite terrateniente del Bajío por los beneficiarios del auge minero en Guanajuato se extendió más allá de León. La familia Septién lucró enormidades tanto con la minería como con el comercio en Guanajuato, y luego invirtió en extensas haciendas en el Bajío oriental. El clan reivindicó con presteza la jefatura de la oligarquía terrateniente de Querétaro. Don Juan Antonio de Santa Ana sacó las ganancias de sus acciones en la gran mina de la Valenciana y adquirió en los alrededores de Salamanca, ciudad del Bajío, propiedades que valían 450 mi pesos. En la segunda mitad del siglo XVIII vivió allí como un patriarca invirtiendo aun en la minería y en el comercio en Guanajuato y explotando allí una refinería de plata, a la vez que vigilaba las florecientes operaciones comerciales de sus fincas.
"La transformación empezó en los sectores orientales de la cuenca, en los que hacia 1785 las haciendas sembraban tres veces más trigo que maíz. El artículo de consumo indígena seguía siendo entonces la cosecha principal en la cuenca occidental y en las tierras altas contiguas. En la zona de Salamanca del Bajío oriental, en 1785 todavía superaban las siembras del maíz a las del trigo. Pero en las once haciendas de los siete mayores cultivadores de la zona las siembras de trigo superaban considerablemente a las del maíz, y la mayor parte del maíz estaba al cuidado de arrendatarios, probablemente en las tierras menos fértiles e las haciendas. Eran quince cultivadores más chicos de Salamanca quienes hacían del maíz el cultivo principal de esa zona, y aun ellos mismos habían trasladado a arrendatarios gran parte de esa cosecha. Incluso en los lugares en que parecía predominando el maíz, es evidente que hacia 1785 el artículo de consumo básico de los pobres quedaba relegado a suelos más pobres y a labradores más pobres. (2)
"En el siglo XVIII el Bajío salió de su condición de frontera para convertirse en el marcapaso de la economía mexicana. Para entonces ya se había transformado en una zona intermediaria próspera, muy distinta tanto del lejano norte con sus terrenos para ovejas y sus campos mineros dispersos, como de los valles centrales con su mezcla de pueblos de indios profundamente enraizados y de haciendas. En cambio, el Bajío se caracterizaba por un alto grado de urbanización poco usual para una sociedad tradicional, igualado por una estructura compleja de producción agrícola. Los motores gemelos que impulsaron este cambio fueron el aumento sorprendente en la producción de plata y el singular crecimiento de la población. Guanajuato sustituyó a Zacatecas como cabeza de la industria minera y hasta superó a Potosí en Perú, convirtiéndose así en el primer productor de plata en toda América. La producción registrada subió de un promedio de 1.173,542 pesos en el quinquenio de 1716-20 a un poco probable de 5.267,284 pesos en 1790-94 -cifras que comprendían entre un cuarto y un quinto de la acuñación consignada en la Nueva España. En 1792, la ciudad de Guanajuato y el anillo de pueblos mineros que formaban sus suburbios alojaban más de 55,000 personas. como operarios de minas eran la aristocracia laboral de la Colonia, tanto ellos como los artesanos, quienes abastecían sus necesidades, constituyeron un próspero mercado amplio para los productos del campo circundante.
"La industria interna demostró también ser una fuente de crecimiento económico. En 1790 Querétaro, con una pobalcion cerca de 30,000, se había convertido en una importante ciudad textil, ya que la industria empleaba, por lo menos, 3,300 trabajadores divididos en 18 fábricas (obrajes) que producían finas lanas, ponchos y cobijas y 327 talleres (trapiches) que en su mayoría tejían algodones burdos. Además San Miguel el Grande, a solo un día de viaje, era famoso por sus tapetes y alfombras y Celaya y Salamanca también producían una variedad de tela barata de algodón. Está claro que el surgimiento de esta industria en parte se debió a la estratégica posición geográfica del Bajío, situado cerca de las fuentes de provisión y de la localización de los mercados. El algodón en rama venía de Michoacán y la lana de Coahuila y Nuevo León. Los mercados no solo se encontraban en Guanajuato sino en todo el norte, en donde el resurgimiento de Zacatecas y los descubrimientos de Bolaños y Catorce transformaron la industria minera y, por lo tanto, extendieron al poder de compra de los trabajadores. Las minas de plata no eran ya mero enclave económico, generaban empleo para los trabajadores textiles y los artesanos urbanos, así como para los labradores agrícolas". (3)
"En la intendencia de Guanajuato había 448 haciendas, 360 ranchos independientes y 1,046 dependientes. 37 pueblos y 29 estancias; donde, entre todos, laboraban cerca de 54,000 trabajadores del campo.
"Las haciendas en cuanto a extensión eran las más chicas de la Nueva España, más en el Bajío que en la montaña; estas haciendas de la planicie estaban, algunas, muy bien organizadas, eran 'verdaderas unidades de producción'; otras eran tierras bajo un solo dueño, trabajadas por diversos inquilinos; en las primeras vivía el patrón en ellas o por lo menos el administrador; en las segundas, los dueños estaban siempre ausentes; las primeras estaban bien irrigadas por vasos de captación y acueductos o canales, divididas sus tierras para las diversas siembras, de regadío, de temporal, intermedias, agostaderos, de leña, etc.; las haciendas bien organizadas y trabajadas eran autosuficientes; las segundas, aunque ricas, no tenían una economía agrícola definida, pues cada inquilino producía lo que le convenía, pero al dueño le brindaban muy buenas rentas.
"Las pocas tierras comunales de que fueron dotados los indígenas que se avecindaron en algunas partes de Guanajuato en el siglo XVI, para la segunda mitad del XVIII ya casi habían desaparecido, se habían convertido en ranchos de propiedad particular o habían pasado a engrosar las haciendas.
"La mano de obra era suficiente en el campo, pero siempre existía la amenaza de que abandonar la labranza para pasarse a la minería, por lo que los hacendados y rancheros tratando de asegurar los brazos que necesitaban para atender sus tierras, hacían lo posible por sujetar a la peonada, acasillándola por medio de deudas con la hacienda, aunque aquí no llegó a los extremos que hubo en otros lugares.
"En general las haciendas y ranchos abajeños se dedicaron en el siglo XVIII, más a la agricultura, mientras que las situadas en la zona montañosa lo hicieron a la ganadería. El Bajío era de tierras ricas, la montaña de suelo pobre. A medida que la tierra se cultivó y produjo más, éstas subieron de valor, al grado que fuera de las situadas en la periferia de la ciudad de México, fueron las más caras y codiciadas.
"La población de la Intendencia era numerosa. La segunda de la Colonia en cantidad, la primera era el Valle de México. La Intendencia de Guanajuato, la más chica en extensión territorial, para 1803 tenía una superficie de 912 leguas cuadradas, poblada por 517,300 habitantes, os ea 568 por legua cuadrada, donde había tres ciudades: Guanajuato, Celaya y Salvatierra; cuatro villas: San Miguel, León, San Felipe y Salamanca; 47 pueblos; 33 parroquias; y como ya dijimos 448 haciendas y múltiples ranchos". (4)
"Como en el caso de Martín de Septién, su éxito atrajo mucho más allá de su familia a unirse con él en Guanajuato. Un sobrino, Francisco, vino de su pueblo natal, luego otos dos "sobrinos" más distantes, nativos de los valles que no eran Vallecarreido, también migraron. Felipa actuaba como su cajero y Agustín Pérez marañón pidio prestados 12,000 pesos a su tío para empezar lo que resulto ser una sólida carrera de negocios.
"En contraste con estos sobrinos, ninguno de los hijos de José Pérez Marañón mostró deseo alguno de entrar al negocio. Fernando, el mayor y más distinguido, oficiaba como abogado, obteniendo el puesto honorario de Vice Rector del Colegio de Abogados de México. en Guanajuato compró el puesto de Regidor y Alférez Real y pronto surgió como líder efectivo del Cabildo de la ciudad. Impresionado por su talento, el Intendente Riaño frecuentemente lo empleaba como su consejero en asuntos públicos y litigios y recomendó su nombramiento como Teniente y asesor legal de la Intendencia. Supuestamente, dichas labores intitucionales no ofrecían mucha recompensa monetaria, sin embargo, como Péerez Marañón aun conservaba la empresa de su padre que estaba manejada por otro gallego, esto no representaba problema alguno.
"De los tres hermanos restantes, todos evitaban el comercio. Antonio se unió a la Iglesia; Marcos ejerció como oficial menor en el servicio postal. Alonso llegó a ser el que dirigiera el monopolio del tabaco en Salamanca; también compró una pequeña hacienda allí valuada en 20,000 pesos. Así, esos hijos criollos de primera generación, escogieron las profesiones clásicas de la Colonia: la Iglesia, la Ley y la burocracia fiscal. Entretanto las hermanas casaban, una con un mercader vasco, otra con un abogado criollo, el Lic. José María de Septién". (5).
Fuentes:
1.- Tutino, John. De la insurrección a la Revolución en México. Las bases sociales de la violencia agraria 1750-1940. Ediciones Era. México 1999. p. 55
2.- Ibid. p. 64
3.- Brading, David A. Haciendas y ranchos del Bajío. León 1700-1860. Enlace-Grijalbo. México, 1988. pp. 58-59
4.- Rionda Arreguín, Isauro. Capítulos de Historia colonial guanajuatense. Situación de la Intendencia de Guanajuato antes de iniciarse la revolución de independencia. Universidad de Guanajuato. Guanajuato, 1997. pp. 212-214.
5.- Brading, D.A. Miners and Merchants in Bourbon Mexico 1763-1810. Cambridge University Press. New York, 1971. pp. 317-318.