miércoles, 30 de junio de 2010

La celebración de la Octava de Corpus en Salamanca

Hace poco se celebró una vez más, como la tradición marca por más de trescientos años, las celebraciones del Jueves de Corpus y su Octava, la cual cobra un especial carácter en Salamanca, la ciudad que José Rojas Garcidueñas ha calificado atinadamente, como una ciudad criolla, y eso lo comprobamos durante la semana de festejos que formaron parte de ella.


Hay quien la denomina “los Gremios” título que cabe y a la vez no, pues no deja de ser una festividad religiosa que tiene un fin, recordar, especialmente, exaltar a Jesús Ecucaristía, aquí y en muchos otros lugares son los distintos gremios los que agradecen los favores recibidos a lo largo del año y como ofrenda llevan las velas que a lo largo del año serán usadas en el templo, aquí se le denomina “la entrada de la cera” y, como fue la cerería una actividad próspera en Salamanca, se mantiene el arte que va más allá de presentar una vela sencilla, por lo tanto, la entada de la cera, se vuelve un auténtico espectáculo que ha podido sobrevivir a lo largo de ya tres siglos.


En el México novohispano el Jueves de Corpus era una de las festividades más grandes que había, especialmente en la ciudad de México, era el día “galano” el día en que todos estrenaban ropa, en que todos mostraban sus mejores atavíos y que cientos de personas participaban en la procesión que iba más allá de lo imaginable. Los gremios de la ciudad, con el ancestral antecedente azteca de los Calpullis, hacían derroche de ornamentos, esta tradición se fue llevando a muchas de las poblaciones cercanas y no de la ciudad, en algunas de ellas se arraigaron, tal fue el caso de Salamanca.


“Conforme transcurría el tiempo, la “Procesión del Corpus” era más solemne. Se mandaba alfombrar con flores las calles que recorría la procesión. Grandes lonas cruzaban las casas y se levantaban arcos florales. En los balcones, las damas lucían hermosos mantones y mantillas, teniendo a sus lados tibores o algún otro sugestivo adorno.


Salía el Santísimo Sacramento de Catedral por la puerta de la calle del Empedradillo, continuaba por las calles de Tacaba, Santa Clara, San Andrés; daba vuelta por el Hospital de Terceros para seguir por San Francisco, La Profesa y Plateros.


El arzobispo reverentemente llevaba el Santísimo Sacramento; tras el Palio, era seguido por el virrey, la audiencia, los regidores, la nobleza y representantes de las parroquias con su cruz, insignias y estandartes.


Frente al Ayuntamiento, se detenía la procesión para escuchar el Auto Sacramento del Oidor. Terminado este acto, se dirigía a la Catedral haciendo su entrada por la puerta central.


Esta ceremonia duraba hasta el medio día y por la tarde continuaban los festejos populares con corridas de toros, maromas, cañas y danzas indígenas.


En el año de 1662, durante la celebración del Corpus el virrey Marques de Leyva y Labrada, dispuso que la procesión pasara frente a Palacio para que la presenciara la virreina por encontrarse enferma, la que lo presenció acompañada de damas de la nobleza.


El Cabildo se vio obligado a obedecer pero mandó protestas a la Corte, quien lo desautorizó y multó al virrey”. (1)


Con esto nos damos cuenta de cual era la importancia que revestía esta ceremonia. Fue tal vez instituida en la región del Bajío por el primer Obispo de Michoacán, don Vasco de Quiroga, eso lo creo, debido a que en la zona de Pátzcuaro, la fiesta tiene una gran importancia y gira en torno a los gremios de artesanos que abundan en ese lugar.


Para darnos una idea del mestizaje, del sincretismo que esta festividad encierra, veamos lo que un turista en 1850 presenció: “Pero contemplemos ahora este mismo festival en una de las grandes poblaciones indígenas de la meseta o de las montañas.”


En los cuatro costados de la plaza frontera al templo acondicionan un camino verde con arbolillos y ramas, un emparrad estrechamente entretejido en la parte alta y a los lados, profusamente decorado con coronas de flores. En las cuatro esquinas de la plaza se levantan altares floridos donde se cantan responsos; el piso está cubierto también con flores y por todos lados se ven cuentos de barro en los que arden copal y estoraque. Algo singular, una reliquia del pasado que los sacerdotes cristianos han dejado continuar para solaz de los aborígenes, es el sacrificio de animales que los indios ofrecen a la divinidad, como sus antepasados lo ofrecían a Quetzalcóatl o a Tláloc. Todo animal silvestre que pueda ser capturado, es conducido a la enramada verde y allí suspendido. El chacal y la zorra, el armadillo y la zarigüeya, el mapache y alguna comadreja se esfuerzan por liberarse de sus ligaduras; pájaros de presa, cuervos, patos silvestres y pavos, codornices y tórtolas aletean dentro de las trampas en que fueron cazados, en tanto que gran número de pequeños pájaros cantores gorjean y cantan dentro de sus jaulas de carrizo en el verde follaje. Inclusive en el templo, frente al altar adornado para la ocasión, se escucha la melodiosa canción del sinsontle”.


Esta inocente complacencia bien puede dársele a la criatura de la naturaleza. Por lo general el indio, y más concretamente el habitante del Anáhuac, exhibe muchas razas de la primitiva costumbre de los toltecas, consistente en rendir culto a la naturaleza. Subsecuentes generaciones deben precisamente a los toltecas su civilización y su religión. Los indios conciben aún la idea de que montañas y cascadas son las moradas de los dioses tutelares; la diosa de las nubes aun tiende sus redes sobre el cielo para fertilizar la tierra (Matlacuey, Matlaquiáhuatl), y el genio tutelar (tonal) se le aparece al niño recién nacido en el momento en que éste hace su entrada en el reino de la vida, del mismo modo en que Tecototl anunciará el fin de sus días. El amor del indio por las flores, su habilidad para seleccionar las que han de adornar altares y templos, sus capacidades como decorador en las funciones religiosas, no las aprendió de los españoles y tampoco es accidental; es algo que a lo largo de los siglos está entretejido en su existencia…” (2).












Fuentes:


1.- Casasola, Gustavo. 6 siglos de historia gráfica de México 1325-1976. Editorial Gustavo Casasola. México, 1978.


2.- Sartorius, Carl Christian. México hacia 1850. CONACULTA. México, 1990.


Si el tema de la celebración del Jueves de Corpus te interesa, aquí mismo encontrarás muchos datos, solo da clic en la parte de abajo, donde dice ETIQUETAS: Corpus.


Una celebración de Corpus, por demás singular, la podrás ver aquí:


http://vamonosalbable.blogspot.com/2010/06/xita-corpu-la-fiesta-del-corpus-en.html



domingo, 27 de junio de 2010

Testimonios de viajeros que pasaron por Salamanca en el siglo XIX

Hace algunos meses dimos cuenta de aquellos pocos extranjeros que fueron aceptados por la Corona Española a transitar por su posesión en la llamada Nueva España, esto temiendo a que dieran fe a las potencias emergentes de ese tiempo, Francia e Inglaterra, de las riquezas que estos territorios guardaban. Dimos fe de lo escrito por fray Fermín de Olite en 1764; también de lo referido por Nicolás de Labora en 1766 y terminamos con Francisco de Mourelle en 1790 así como de fray Francisco de Ajofrín en 1764; es decir, puro siglo XVIII. Esta vez daremos cuenta de lo que fue lo escrito en el siglo XIX, una vez que los dominios españoles no incluían ya a México.


Sin decir realmente mucho sobre Salamanca, a su paso por aquí en 1804, el barón Alexander von Humboldt escribió en su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España “En México, los campos mejor cultivados son los llanos que se extienden desde Salamanca hasta las inmediaciones de Silao, Guanajuato y la villa de León, y en los cuales están las minas más ricas del mundo conocido”. Hizo las consecuentes mediciones, mismas que levantó en todas y cada una de las poblaciones que pisó y no más. Sobre Salamanca no volvió a decir cosa, mucho menos a hacer una descripción del pueblo. Sin embargo, en su obra encontramos algo que nos llama la atención al mencionar los olivos, los cuales estaban prohibidos por la propia Corona Española para proteger sus intereses comerciales con los productores allende el Atlántico y dice “El olivo es muy raro en toda la Nueva España; no hay más que un solo olivar, pero hermosísimo, que pertenece al arzobispado de México, situado en Tacubaya. También se cultiva el olivo en la hacienda de los Morales, cerca de Tacubaya, en las proximidades de Chapultepec, en Tulyehualco, cerca del lago de Chalco, y en el distrito de Celaya”. Hay una posibilidad de que estos olivos a los que anota como parte del distrito, Alcaldía mayor para ser exactos; sean los que hubo en su momento en Sarabia, en donde el molino que existió se dedicaba a moler la aceituna. Será interesante profundizar sobre ello. (1)


Para 1827 el británico encargado de negocios de Su Majestad en México, Henry George Ward (1797–1860), escribe las memorias de su viaje por México, en el libro México en 1827, escribe lo siguiente:


“11 de noviembre. De Celaya a Irapuato la distancia es de catorce leguas. Desayunamos en el rancho de los Cuajes, a unas seis leguas de Celaya, y llegamos a Salamanca a las tres de la tarde. El pueblo, como la mayoría de los más pequeños del Bajío, está medio arruinado, pero el lugar es agradable y rico suelo circunvecino. Poco después de haber salido de Salamanca fuimos sorprendidos por una violenta tormenta que en un momento convirtió los migajones finos sobre los cuales íbamos caminando en una masa de lodo, a través de la que nos desplazamos con gran dificultad… Salamanca tiene 485 labradores y 1 091 artesanos, de una población de 15 503 almas. En el distrito de Irapuato hay treinta haciendas de campo y dieciséis ranchos; en Salamanca, veintinueve haciendas y sesenta y nueve ranchos, muchos de los cuales, sin embargo, son muy pequeños. No existen informaciones similares acera de Celaya”. (2)


Hay un turista, M. Gilliam Albert, un viajero gringo, de esos que luego se dejaron venir por montones, solo que éste tiene la característica de darnos un panorama real de lo que era México en 1844, asaltos, robos, incomodidades y un paisaje, que si ahora sigue siendo bello, nos lo hace imaginar en sus relatos, cuando era un poco más “prístino”, por así decirlo.


“Después de Celaya pasamos por Salamanca. Nos detuvimos a tomar un refrigerio y los españoles rivalizaban en ser amables conmigo. Salamanca es una ciudad industrial y sus molinos de algodón se impulsan por fuerza animal. El propietario de la Casa de la Diligencia me divirtió mucho porque se extasiaba ante una pieza de algodón: llegó corriendo hasta los pasajeros y nos la mostró; en tanto que los españoles y el mexicano se le acercaron para examinarla, él los hizo a un lado para ponérmela sobre el regazo, con aire de gran comerciante. Examiné la mercancía, y mirándola, le dije: “Bueno”; al oír esto el buen viejo aplaudió y empezó a darme palmadas sobre los hombros hasta que me fatigó. Tuve interés, con todo, en saber el precio de la pieza… y se lo pregunté a mi huésped, a lo que replicó “que tres reales” (treinta y siete centavos americanos). Estoy seguro que estas mercancías muy bien podrían importarse en México al magnífico precio de doce centavos. No hago comentarios posteriores sobre las aduanas, y eso en un país en que en cada pedazo de tierra podría cultivarse el algodón”. (3)


Para 1852, Paul Duplessis en su obra Un mundo desconocido o un viaje contemporáneo por México, pasa por Salamanca, él, al igual que muchos otros lo hizo al tener como objetivo llegar a Guanajuato y dar fe de la abundancia de sus minas, escribe algo que nos sorprende, al mencionar la práctica tan común durante la lucha independentista, la de degollamiento que se dio, en ambas partes, como medida, en un caso de ejemplo, en el otro de represalia entre las partes. Sería interesante saber si las cabezas que se mencionan corresponden a la de algún héroe conocido, solo que es ya el 52, han pasado de 35 a 40 años… veamos:


“En Salamanca nos llamó la atención una sola cosa, que fue la entra a los arrabales. Las paredes de los jardines y de algunas habitaciones se componen simplemente de enormes cactus derechos como cirios, espinosos en su extremidad y del grueso del cuerpo de un hombre. Este método de construcción es de los menos molestos, y solo con un poco de paciencia se ve elevarse la casa por si misma. Diariamente también observamos en Salamanca algunas cabezas de muerto, expuestas en las entradas de la ciudad y habiendo preguntado si eran de capitanes de ladrones se nos respondió que eran de los generales insurgentes que habían fusilado los españoles en la guerra de independencia. Una vez ya vencedores los mexicanos se olvidaron de salvar de las injurias del tiempo y de la vergüenza de la curiosidad pública, aquellos gloriosos restos de los mártires de su libertad”. (4)


Fuentes:


1.- Humbold, Alexander. Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. Editorial Porrúa. México, 1984


2.- Ward, Hery George. México en 1827. FCE, Lecturas Mexicanas 73. México, 1985.


3.- Galantz, Margo. Viaje en México crónicas extranjeras. Tomo II. FCE. Sep 80/34. México, 1982.


4.- Testimonios sobre Guanajuato. Editorial La Rana. Guanajuato, 1989.


Si te interesa ver los testimonios escritos en el siglo XVIII, entra aquí:

http://elsenordelhospital.blogspot.com/2009/12/testimonios-de-viajeros-que-pasaron-por.html



viernes, 25 de junio de 2010

El movimiento de Independencia por el rumbo del Bajío

Cabeza de Águila en las ruinas de la Hacienda de La Erré, municipio de Dolores Hidalgo, Guanajuato.


Si llegaste a este sitio es porque la historia de atrae, pero cuando caes en la historia de la Historia, estamos en problemas y, creo, este es el año preciso para que dejemos de hacer historias de la Historia y rescatemos los pasajes que forman parte de nuestra herencia común, de pueblo, de región, de país. Especialmente la que tenemos aquí en el Bajío.


Cabeza de Águila en la plaza de Sarabia, municipio de Villagrán, Guanajuato.


Hay algo que nos une, en cuanto a marcas, en este caso a monumentos… para ser más precisos en estelas, que es como se le denomina a este tipo de monumentos que fueron colocados a lo largo de la Ruta de la Libertad, la que siguió don Miguel Hidalgo desde que salió de Dolores, hasta que fue fusilado en Chihuahua.


Cabeza de Águila en la carretera 45, a la entrada de Jaripitío, municipio de Irapuato, Guanajuato.


Como suele suceder, aun teniendo las cosas tan cercanas físicamente, las tenemos tan alejadas en lo que a conocimiento se refiere, ni que decir de entendimiento, pues esas son palabras mayores. Quizá algunos de los lugares que aparecen en estas fotografías no te sean conocidos, Sarabia, Jaripitío, Loma de Zempoala o Araceo y son todos ellos lugares que pertenecen al estado de Guanajuato, y son tan solo cuatro de las 47 estelas de Cabeza de Águila que en “teoría” se colocaron en el estado de Guanajauato para conmemorar el sesquicentenario del inicio de la guerra de Independencia.


Cabeza de Águila en la Bajada del Tecolote, en Guanajuato, Guanajuato.


Yo te invito a que recorramos juntos esta Ruta de la Libertad que un guanajuatense, don Miguel Hidalgo realizó hace ya doscientos años para irnos enterando un poco más afondo de lo que verdaderamente es este HEROE que casi casi lo tenemos idealizado y que poco conocemos de su verdadera vida.


Una de las dos Cabezas de Águila que hay en Irapuato, Guanajuato.


Creo que si hay un personaje interesante en la historia de México ese es Hidalgo, no en balde se han escrito docenas y docenas de libros y en este año del Bicentenario siguen apareciendo más cosas sobre él y estamos apenas comenzando a entender la grandeza de su persona.


Cabeza de Águila en Loma de Zempoala, municipio de Yuriria, Guanajuato.


Una vez que el inició el movimiento independentista fueron varias las personas que se le fueron uniendo en el camino, ni que decir de los principales, Allende, Aldama, Abasolo, todos ellos guanajuatenses.


Cabeza de Águila en Salvatierra, Guanajuato.


En Salamanca fueron, entre otros, Albino García, Andrés Delgado y Tomasa Estévez quienes mantuvieron la insurrección en el mero centro del Bajío.


Cabeza de Águila en Acámbaro, Guanajuato.


Don José Antonio Torres, originario de San Pedro Piedra Gorda, la actual Ciudad Manuel Doblado, es decir, otro guanajuatense se le unió en Irapuato. Es de todos conocido la participación de Juan José de los Reyes Martínez en la toma de Granaditas.


Lo más vergonzoso que hay en el estado es la Cabeza de Águila de San Jerónimo Araceo, municipio de Valle de Santiago, Guanajuato.


La lista va creciendo, don Benito González en Valle de Santiago, Manuel Muñatones en Jaral, doña Gertrudis Vargas en Loma de Zempoala, se dice, esto más bien es una confusión en la ubicación de la historia, que La Fernandito apareció en Salvatierra y finalmente la participación por demás importante de doña Catalina Gómez de Larrondo en Acámbaro.


Cabeza de Águila en el Jardín Principal de Uriangato, Guanajuato.


La Ruta de Hidalgo sigue por Michoacán, Estado de México, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Coahuila, Durango y Chihuahua, son 260 estelas de Cabeza de Águila las que van marcando la ruta y que nos van mostrando esto que fue, la primera etapa de la Guerra de Independencia de México.


Te invito a que me sigas en el sitio:


http://cabezasdeaguila.blogspot.com