Es aquí, en Xidóo en donde se da la señal divina, donde se produce el milagro y en una noche, intempestivamente, la campana de la iglesia del hospital de indios, en donde ya se había depositado, comienza a sonar, llamando a celebración de difunto. El custodio de la imagen, el mismo que salió huyendo con ella desde Jilotepec, Ignacio Cardona muere, la campana anunciaba su muerte, pero eso no es así, es allí en donde se produce el verdadero milagro del Cristo Negro, cuando dobla su cabeza indicando de este modo que era Xidóo el lugar que elegía para quedarse para siempre.
jueves, 16 de abril de 2009
Misa Solemne - 1
Es aquí, en Xidóo en donde se da la señal divina, donde se produce el milagro y en una noche, intempestivamente, la campana de la iglesia del hospital de indios, en donde ya se había depositado, comienza a sonar, llamando a celebración de difunto. El custodio de la imagen, el mismo que salió huyendo con ella desde Jilotepec, Ignacio Cardona muere, la campana anunciaba su muerte, pero eso no es así, es allí en donde se produce el verdadero milagro del Cristo Negro, cuando dobla su cabeza indicando de este modo que era Xidóo el lugar que elegía para quedarse para siempre.
martes, 14 de abril de 2009
domingo, 12 de abril de 2009
La Consagración del Templo del Señor del Hospital
Tomado del libro Salamanca, recuerdos de mi tierra guanajuatense del Lic. José Rojas Garcidueñas, publicado en México, DF, por Editorial Porrúa en 1982.
miércoles, 8 de abril de 2009
El Jubileo
Un Jubileo es un quincuagésimo aniversario, un año especial que se celebra con exultación en la Iglesia. Es una celebración llena de gozo que tiene sus orígenes en la Historia Sagrada. Siete es el número santo que significa totalidad. Dios creó el mundo en siete días, el séptimo descansó. El día séptimo de la semana o el "Sábado" era el día de santificación para los Israelitas.
Cada séptimo año era también un año de santificación. Siete años siete veces llamaban para un año de celebración que se llamó el Jubileo. Una celebración cada cincuenta años era parte de la ley Levítica y significaba traer un tiempo de justicia, paz y perdón.
Es importante notar que en el calendario bíblico, Cristo vino al mundo en el cuarto milenio, han ocurrido dos milenios de Cristiandad así que el séptimo milenio es un tiempo de Gracia y santificación. El Jubileo se celebra cada veinticinco años por decreto del Papa Clemente VI.
Cuando los Israelitas recibieron la ley Levítica, el Jubileo vino como un tiempo para proclamar la remisión de los pecados con sonido de trompeta. Fue una celebración de paz, perdón de deudas, liberación de esclavos y gran gozo en la tierra. Fue un tiempo de escuchar al Espíritu de Dios moviéndose con justicia en los corazones de los hombres y trayendo reconciliación. Se necesitaba una proclamación hecha con el sonido de trompeta para enfatizar la importancia del evento, para hacer conocido a todo el mundo con gozo de que Dios demanda justicia en la tierra, el compartimiento de las riquezas y de que El perdona los pecados.
El Jubileo era un tiempo de la Gracia de Dios que tocaba los corazones de aquellos que escuchaban su Palabra. Dios insistía en que nosotros debemos de mantener sus preceptos y juicios, que tenemos que cumplirlos: para que podamos vivir en la tierra sin ningún miedo, y para que tengamos confianza en su bondad. (Lev 25:18-19)
Levítico 25:8-19
8.- Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años.
9.- Entonces en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar clamor de trompetas; en el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra.
10.- Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia.
11.- Este año cincuenta será para vosotros un jubileo: no sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis la viña que ha quedado sin podar,
12.- porque es el jubileo, que será sagrado para vosotros. Comeréis lo que el campo dé de sí.
13.- En este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad.
14.- Si vendéis algo a vuestro prójimo o le compráis algo, ved que nadie dañe a su hermano.
15.- Comprarás a tu prójimo atendiendo el número de años que siguen al jubileo; o según el número de los años de cosecha, él te fijará el precio de venta:
16.- a mayor número de años, mayor precio cobrarás; cuantos menos años queden, tanto menor será su precio, porque lo que él te vende es el número de cosechas.
17.- Ninguno de vosotros dañe a su prójimo, antes bien teme a tu Dios; pues yo soy Yahveh vuestro Dios.
18.- Cumplid mis preceptos; guardad mis normas y cumplidlas; así viviréis seguros en esta tierra.
19.- Y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros; y habitaréis seguros en ella.
El texto del presente artículo ha sido íntegramente tomado del sitio:
http://www.theworkofgod.org/
martes, 7 de abril de 2009
Salamanca, recuerdos de mi tierra guanajuatense
Relativo a esta época es el relato o historia del Señor del Hospital de Salamanca, que contiene muchas referencias e información de tal época, de la cual tenemos tan escasas fuentes de datos, de manera que los de tal relato no deben ser menospreciados, por el contrario, resultan sumamente apreciables, como sucede en otros semejantes relatos piadosos como los de la imagen del Señor de Santa Teresa, de la Virgen de San Juan de los Lagos que escribió el padre Florencia, y muchos.
Este relato dice, y yo creo que efectivamente es verdad, que hacia 1560 (fecha probable), donde hoy es Salamanca era una propiedad de Sancho de Barahona, administrada por su cuñado Baltasar de López Ledesma, colindante al oriente con el pueblo de Xidóo, por el sur su límite era el río Lerma, que el relato llama en otomí “madonté”, por el norte “no se podía decir hasta donde llegaba”; es decir, estaba mal deslindada, y al poniente “siguiendo el río y saliendo de Xidóo al amanecer ya entrada la noche se llegaba a los límites de la Estancia por ese lado”, lo que con toda la imprecisión y posible exageración podrían ser cuatro o cinco leguas río abajo, rumbo a Pueblo Nuevo. También nos informa el relato que había entonces dos capillas: una, de San Juan Bautista, en el pueblo otomí de Xidóo y otra, dedicada a la Virgen en su advocación de la Asunción, junto a “unos cuartos donde curaban a los enfermos y que por esta razón se llamaba el Hospital, por lo que tal capilla unos le decían Capilla de la Asunción por la Virgen que allí estaba y otros Capilla del Hospital”, y en el relato termina afirmando que a tal lugar llegó, por el año de 1563, el señor Obispo don Vasco de Quiroga.
De todo lo escrito por Don José Rojas habrá que hacer solo una observación, el pintor Candelario Rivas no es de origen leonés, sino zacatecano. El licenciado Rojas Garcidueñas es una persona sumamente docta, es interesante saber que hay un salmantino que llegó a los niveles tan altos que él llegó en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y fue socio de número en la Academia Mexicana. Su biografía aparece en Wikipedia, la puedes ver en el siguiente enlace:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Rojas_Garcidue%C3%B1as
lunes, 6 de abril de 2009
La leyenda de un Cristo de Jilotepec venerado en Salamanca, Guanajuato
Existe una hermosa y singular leyenda religiosa sobre un Cristo de Jilotepec, que la tradición ha recogido en forma escrita y oral, a la que aparte de su sentido místico, tiene aspectos históricos importantes. La leyenda -ubicada entre los años 1545 a 1560- se encuentra relacionada con un guerrero indómito, descendiente de una familia azteca, de nombre Acualmetzli, quien habiendo estudiado en el famoso colegio para indios nobles de Santa Cruz Tlatelolco, se convirtió más tarde en jefe de un grupo de otomíes rebeldes aliados de los chichimecas.
Acualmetzli, cuyo nombre significa "mala luna", fue bautizado con el nombre de Ignacio Alarcón y conocido por sus compañeros con el sobrenombre de Roquetilla. En dicho colegio existía un Cristo, del cual era ferviente devoto Acualmetzli, no solo por haber sido traído de Castilla, sino por sus virtudes milagrosas, siendo llamado el Cristo de los Agonizantes.
Acualmetzli huyó del colegio para ponerse al frente de los otomíes rebeldes, llevándose consigo a esa imagen. El Cristo de los Agonizantes sirvió a Roquetilla como emblema para iniciar los combates, ante el cual los aborígenes se arrodillaban para implorar la victoria. Este Cristo acompañó a los rebeldes en muchas de las luchas en contra de los españoles, causándoles varias derrotas. En una de esas batallas muere Acualmetzli y los indígenas derrotados van a establecerse en Jilotepec, llevándose al Cristo de Acualmetzli. Allí, por varios años, fue expuesto a la pública veneración en la casa de Pedro Coyohuatl, pasando mas tarde a poder de Juan Cardona, descendiente de aquél.
Desde entonces el Cristo de los Agonizantes fue venerado en Jilotepec y estuvo en la casa de Juan Cardona durante mucho tiempo, pero un buen día -cuenta la leyenda-, Cardona, en sus sueños, tuvo varias revelaciones en las que el Cristo de los Agonizantes le manifestaba su deseo de no seguir en Jilotepec y buscara lo más pronto posible otro para recibir un culto perpetuo. Obedeciendo la voluntad del Cristo, Cardona, con sus parientes y amigos, abandonó en forma secreta Jilotepec, llevándose a la santa imagen en busca del lugar elegido.
Azarosa y llena de peligros iba a resultar la peregrinación que emprendió Cardona, pues varios vecinos de Jilotepec, dándose cuenta de la desaparición del Cristo, lo persiguieron para rescatar la santa imagen. Largo sería relatar todos los riesgos y penalidades que habrían de pasar Cardona y los suyos, seguidos siempre por los de Jilotepec. Una noche, lograron alcanzarlos, por lo que escondieron al Cristo en un lugar del camino, buscando otro lugar para esconderse. Al amanecer, los fugitivos fueron en busca del Santo Cristo, quedando sorprendidos por el cambio de color de la escultura, tornándose "negro como el azabache", sucedió que tomaron como un signo milagroso pues "Dios nuestro Señor, para evitar que el Cristo cayera en manos de los de Jilotepec, transformó su color para confundirse con la obscuridad".
Salvado de este suceso, el Cristo de los Agonizantes siguió por muchos lugares que hoy corresponden a Querétaro, Apaseo y Celaya, llegando a Xidóo (la actual Salamanca), en donde fue colocado en el altar mayor de una capilla, utilizada en su mayor parte para curar a los enfermos, llamada por ese motivo Capilla del Hospital, y que fue fundada por el primer obispo de Michoacán, don Vasco de Quiroga.
La leyenda termina relatando que un martes santo las campanas del templo tocaron solas, doblando a muerto y observaron que la cruz estaba clavada como una vara en tierra y que el Santo Cristo, ahora llamado del Hospital, que antes tenía la cabeza en agonía, ahora la tenía caída, asi como el hombro derecho, significando que el Santo Cristo había expirado. La explicación de este magno suceso sirvió para entender que las campanas tocaban solos porque el Divino Señor quiso venir a morir a este lugar. Tal es la leyenda del Señor del Hospital, el Cristo Negro que hoy se venera en Salamanca, Guanajuato.
El anterior relato lo he tomado de una monografía que hace de Jilotepec, el cronista Municipal de dicha ciudad, Antonio Huitrón H., en un libro que encontré en la Biblioteca Municipal de Jilotepec, Estado de México, sin pasta, en donde faltan también los datos de su publicación, aparentemente a principio de la década de 1970.
domingo, 5 de abril de 2009
Hospitales
Hay una duda que se presenta al estar en Salamanca y oír el nombre de El Señor del Hospital pues pretendemos encontrar lo que es un hospital propiamente y eso, no existe aquí. Para entender el concepto del nombre, nos debemos remitir a lo que la palabra hospital representaba en el primer cuarto del siglo XVI: un lugar que brinda hospitalidad, en donde todo aquel que llega recibe auxilio, sea física que del alma.
Para ello tomaremos como base de este artículo lo que se escribe en la Enciclopedia de México publicada en 1967, edición que estuvo al cuidado de José Rogelio Álvarez:
La palabra hospital deriva del latín hospitalis, que quiere decir afable y caritativo con los huéspedes. En español antiguo existía el adjetivo hospitalable que significa perteneciente o relativo al buen hospedaje. La palabra hospital está ligada igualmente, el vocablo hospitum, o sea hospicio: casa destinada a albergar pobres, peregrinos, inválidos, viejos o enfermos. Sinónimo de origen latino es nosocomio, derivado del griego.
Durante el siglo XVI se le atribuyeron a los hospitales dos connotaciones, una, moderna, como establecimientos dedicados exclusivamente a la curación de los enfermos, según lo entendió Cortés; la otra, medieval, como instituciones para recoger a los huérfanos, hospedar a los peregrinos, albergar a los desvalidos y cuidar adicionalmente de la salud.
Vasco de Quiroga, miembro de la Segunda Audiencia, extendió aun más el segundo concepto y concibió a los hospitales-pueblo, es decir, congregaciones indígenas fundadas en el conocimiento y la práctica del cristianismo, el trabajo colectivo y la vida comunal, cuyo funcionamiento comprendía todos aquellos servicios.
Previas las autorizaciones del caso, en 1532 fundó el Hospital de Santa Fe de México, en las afueras de la capital, y en 1534 el Hospital Real de Santa Fe de Tzintzuntzan. Con el primero quiso dar "una buena conversión" a los naturales de México, agraviados por los conquistadores y con el segundo mitigar los sufrimientos de los tarascos, violentamente sometidos por Nuño de Guzmán.
En 1537 don Vasco fue nombrado Obispo de Michoacán, pero ya no hizo fundaciones semejantes en el extenso territorio de su diócesis, sino hospitales menos ambiciosos, aunque más eficaces, destinados a convertirse en el centro de la vida popular de las poblaciones ya existentes y de las nuevas que se fueron creando. Este tipo de instituciones tenían tres departamentos: uno para albergar a los enfermos y a los indios peregrinos, otro para el ayuntamiento y el tercero para los "semaneros" o distribuidores, que eran grupos de ocho a diez parejas que permanecían allí siete días cuidando de todos los servicios y que eran sustituidos por otros.
Basílica de Nuestra Señora de la Salud en Pátzcuaro, Michoacán. Fotografía cortesía de Smart Firecat.
La capilla anexa, siempre con la fachada al oriente, estuvo dedicada a La Limpia Concepción de María. De este modo las fundaciones religiosas, políticas y asistenciales de la comunidad tenían un solo asiento, vinculadas a la Parroquia y dependientes del obispo.
Modelo de esta institución fue el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y Santa Marta, en Pátzcuaro, en cuyo templo colocó Quiroga una imagen de la Virgen María a la que tituló Salus Infirmorum (Salud de los Enfermos), en donde en el siglo XVII le vino el nombre de Nuestra Señora de la Salud.
Estos hospitales eran administrados por un mayordomo, un prioste y un quengue, todos indios. La medicina que se aplicaba era la aborigen, fundamentalmente a base de yerbas. En ocasiones las pestes, frente a las cuales poco o nada se podía hacer, los hospitales servían al menos para dar a los muertos cristiana sepultura. No se conoce con precisión el número de instituciones de esta índole fundadas por Don Vasco, se sabe que existieron en Irapuato, Estancia de Barahona y Acámbaro, entre otras.
Para leer más acerca del Hospital de Santa Fe de la Laguna, acceda al sitio:
sábado, 4 de abril de 2009
Encomiendas y Estancias
Fue luego de la caída de Tenochtitlán que comenzó el reparto de tierras en la Nueva España. La zona comprendida de Veracruz a México era ya conocida, ya que por allí fue que Cortés entró a México, se habían logrado ciertas alianzas con algunos pueblos, como el tlaxcalteca que cansado del sometimiento tributario a la Gran Tenochtitlán se une a los españoles en contra de ellos, esto dio en buena medida, como resultado, la caída del Imperio Azteca.
Hacia el norte, y occidente se iniciaron las exploraciones, fue Nuño de Guzmán, quien en su carácter de Presidente de la Real Audiencia, luego de grandes enfrentamientos con Cortés, decide lanzarse en estas nuevas exploraciones. Con singular violencia arrasa con las poblaciones purépechas, continuando más al norte hasta llegar a lo que denominó "Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España" y que en verdad obtuvo el nombre de Reino de la Nueva Galicia, asentando la capital en la que nombró Santiago de Galicia de Compostela. Con el paso del tiempo fue calificado como aborrecible y gran tirano. Su perversidad fue tal que se levantó juicio mismo que no le fue favorable y regresó a España esposado, muriendo años mas tarde en la cárcel.
Esto sucedía al sur de Xidóo con la presencia de Guzmán, mientras que, hacia el norte, en el actual San Miguel Allende, antes San Miguel el Grande, el paso de los conquistadores era rumbo a Zacatecas en busca de las preciadas minas de plata, mismas que encontraron además de Zacatecas, en Durango, San Luis Potosí y Guanajuato, dejando si opresión la zona del Bajío de inminente vocación agrícola.
El Encomendero fue claramente reconocido como un personaje que abusó de su poder hacia los indígenas y aprovechó el momento para hacer todo tipo de trinquiñuelas, evitar impuestos y no pagar el denominado "quinto real".
Las Encomiendas se habían ya establecido en la Nueva España, las cuales era la manea de someter a la población y mantener un control de las riquezas que alli se producían. Estas Encomiendas fueron entregadas de algún modo como botín de guerra, ya que fueron asignadas a cerca de 500 españoles que participaron en la guerra contra la Gran Tenochtitán. Una de ellas, de enorme extensión le es dada a Doña Marina, la Malinche una vez que se separa de Hernán Cortés, fue la de Jilotepec, cabecera del asentamiento otomí mas grande y que había sido ya sometido por los conquistadores, creando alianzas con ellos.
Es desde Jilotepec que se inicia la fundación de poblados españoles en lo que actualmente conocemos como El Bajío. Al ser las Encomiendas zonas de enorme tamaño, estas se dividen para un mejor contro en Estancias, las cuales además de tener una función agrícola, desarrollan la ganadería al contar con el terreno suficiente para pastizales.
En lo que actualmente es Salamanca existía ya en la segunda mitad del siglo XVI un pueblo de indios, denominado Xidóo no así un pueblo de españoles, pero sí una Estancia, la de Barahona, propiedad de Sancho de Barahona, personaje que participó junto a Hernán Cortés en la conquista de México y que luego se une a Pedro de Alvarado en la conquista de Guatemala, la cual abarca hasta lo que en la actualidad es Costa Rica. No es de extrañar que al leer sobre la historia Centroamericana encontremos muchas referencias de Sancho de Barahona, ya que fundó un buen número de poblaciones en esos lugares, mientras que su Estancia era atendida por su cuñado, Baltasar López Ledesma, quién tiene un encuentro con Ignacio Cardona, que venía huyendo de Jilotepec con la imagen del Cristo del Señor del Hospital.
Monumento a Sancho de Barahona, levantado en la plaza de Santa Catarina de Barahona en Guatemala.
Según el relato del Dr. Vicente Flores, es en Degñó (actual Cortazar) que se encuentran estos dos personajes, y es cuando Baltasar López Ledesma invita a Ignacio Cardona a refugiarse en la Estancia de Barahona. Este acontecimiento es muy entendible, ya que se menciona que Sancho de Barahona era el propietario de la Estancia, pero no habitaba allí, seguramente lo hacía en algun lugar de Guatemala, mientras que su cuñado atendía la Estancia.
Cabe mencionar que Xidóo era lo que actualmente conocemos como San Juan de los Cántaros y la Estancia de Barahona se ubicaba al oriente en la margen derecha del Río Madonté ("peligroso" en lengua otomí) ó Río Grande, como lo denominaron los españoles en un principio. Sería luego que cambia su nombre por el actual de Río Lerma.
viernes, 3 de abril de 2009
Ignacio Acualmetzli Alarcón y Roquetilla
Nació en Coyoacán en 1520. Tenía un año cuando su padre murió combatiendo a los españoles. La madre, según el padre Oviedo, fué mutilada de las orejas, en castigo de una ofensa hecha a uno de los capitanes de Cortés, muriendo a consecuencia de aquella mutilaciòn. Acualmetzli (mala-luna) quedó bajo la tutela de un español que lo llevó a bautizar y le dió el nombre de Ignacio Alarcón; le educó cristianamente, le enseñó con perfección la lengua castellana y el manejo de las armas.
En 1537, es decir, cuando Acualmetzli tenía diez y siete años, entró al Colegio de la Santa Cruz en Tlatelolco, siendo uno de sus fundadores, y allí aprendió el latín, teniendo por maestro al franciscano Arnoldo Balzac, francés. Este sacerdote llegó a estimar tanto al jóven indio, que le trataba como hijo, le vestía y le alimentaba, y le hizo confirmar poniéndole en aquel acto el nombre de Roque sobre los que ya tenía. A la edad de veinte años, Acualmetzli púsose a escribir en lengua mexicana una sencilla relación de su vida y estudios, y como para hablar de su nacimiento necesitaba saber de su orígen, comenzó hacer pesquizas hasta que descubrió el fin de sus padres. Apenas adquiró estas noticias, concibió la idea de reunirse a los chichimecas para combatir con ellos a los verdugos de su madre.
La gratitud que abrigaba hacia Fray Arnoldo, le hizo descubrirle su proyecto. Su protector, como es fácil comprender, se opuso a él; pero fueron vanas las razones, las súplicas, las más generosas ofertas y amenazas para la firmeza de su discípulo, recurrió a la astucia que no solo le dejaría ir, sino que le proporcionaría una orden del Virrey Don Antonio de Mendoza para enviarlo a un Colegio de España para que allí concluyese su educación; mas el astuto joven supo, o llegó a sospechar, lo que intentaba, y un día partió furtivamente para la Sierra de Querétaro. Realizó, pues, su proyecto de combatir contra los conquistadores, hasta que murió en un encuentro que tuvieron los chichimecas con las tropas del Virrey ya citado.
Acerca de este encuentro en que murió Acualmetzli, dice el autor de un manuscrito que existía en el museo de la extinguida Universidad de México y en el que, en forma de diario, se refiere la expedición del Virrey don Antonio de Mendoza, lo siguiente:
"Dos años de continuos combates fueron necesarios para reducir a estos terribles chichimecas, que se extendían desde las serranías de los alrededores de Querétaro hasta Jalisco; pero el Virrey Mendoza pudo al fin vencer, aprovechando el otoño del año de 1524, para dar una lección a estos indios, que parecía eran los únicos que mantenían vivo el patriotismo en esta pare del Nuevo Mundo. En esta campaña era admirable el orden con que los chichimecas se batían, desconociendo a los indios, pues se presentaban en batallones de siete hombres de fondo, sus filas eran cerradas, sus movimientos regulares, y se hubiera dicho que algún desertor español les habían enseñado la táctica de Europa, si entre los cadáveres de los vencidos no se hubiera encontrado el de un indio muy conocido en México por amigos de los españoles, y llamado Roquetilla ó Ignacio Alarcón, pues era ya bautizado del demonio, con los montaraces chichimecas."
Del pasaje transcrito se deduce que Acualmetzli murió en 1542, a los 22 años de edad, y lo que es más importante todavía, la confesión escapada al autor del diario, de que los indios chichimecas conservaban vivo el patriotismo, título sobrado para que enaltezca la memoria de aquella raza un historiador imparcial. Acualmetzli es, pues, un dechado de virtud como hijo, y de patriotismo como ciudadano.
Texto tomado del libro Biografías de Mexicanos Distinguidos de Francisco Sosa, publicado originalmente en 1884. Editorial Porrúa, Sepan Cuantos Núm. 472