lunes, 19 de mayo de 2014

El paso del coronel Albert S. Evans por Salamanca, noviembre 8 de 1869.

     Muchos fueron los viajeros que, por motivos diversos, llegaron a México cuando aun se llamaba Nueva España. Por muchos quiero decir no más de una docena, pues la Corona española no veía con buenos ojos que vinieran a cerciorarse de las riquezas de México, a todos los catalogaban como espías. Durante el siglo XVIII dejan testimonio de su paso por la villa el franciscano Francisco Ajofrín, así como Francisco Mourelle. En el siglo XIX, son más los viajeros. Quizá el más célebre y conocido en Salamanca es, en primerísimo lugar, el barón de Humboldt, el cual más bien cruzó rápido por la villa, incluso, dudo que lo haya hecho, más bien tomó la "vía corta" a Guanajuato pues da mediciones de Temascatío y gracias a él, toda la producción cartográfica de la primera mitad del siglo XIX que hubo sobre México, siempre aparecen mencionados tanto Salamanca como Temascatío.

    El inglés Henry G. Ward dejaría constancia de su paso por Salamanca en el viaje que hizo para cerciorarse de las condiciones del país una vez consumada la Independencia, en 1827. Duplessis, uno de los viajeros desconocidos, cuenta que, cuando pasó por Salamanca observó cabezas colgadas de varios insurgentes, lo curioso es que no fue poco después de la guerra, sino cuatro décadas después... ¡y las cabezas seguían colgadas!

    Agregamos un viajero más, que llegó más que de espía, en una especie de embajada de buena amistad por parte de los Estados Unidos para comprobar "de ojos" lo que sucedía en México luego de la caída del Imperio de Maximiliano, sus fines no eran ni militares, aunque él era Coronel, sino meramente de observación, sale de San Francisco y llega a Manzanillo, en donde desembarca, sigue para Guadalajara y de allí a Guanajuato. Continuará a Querétaro y la ciudad de México, continua por Puebla, Orizaba y en Veracruz se embarca de regreso a los Estados Unidos. El viaje lo realiza de octubre de 1869 a enero de 1870, su paso por Salamanca ocurre el 8 de noviembre, consultando el calendario perpetuo veo que era un lunes. Venía como parte de la comitiva del entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, William H. Seward. personaje que había estado en contra de la invasión francesa.

    El libro se titula, al modo de la época, con largo nombre: Nuestra República Hermana: Viaje de gala a través del México Tropical en 1869-70. Aventuras y visitas en la tierra de los aztecas, con descripción pintoresca del país y la gente, y reminiscencias del Imperio y su caída. Está escrito, evidentemente, en inglés. Al salir de Guanajuato y dirigirse a la ciudad de México, con escalas en Celaya y Querétaro, pasan por Salamanca. En realidad no es mucho lo que dicen pues el relato es muy general:

   "Teníamos la opción de la "Empresa General de Diligencias" en cada estación y, como el camino estaba en excelentes condiciones el viaje se desarrolló en una gloriosa paz. Esta es la mejor parte de México que hemos visto hasta el momento. Los campos son amplios, planos, de gran fertilidad y en general muy bien sembrados. Vimos muchos campos de maíz, comparándolos con los de Illinois ,estos son mejores. Las granjas y ranchos son inmensos, solamente separados por mojoneras de mampostería que marcan los límites de la propiedad, y cada hacienda es una verdadera fortaleza, rodeada por un caserío en donde viven los peones.

    A Evans, como a tantos otros extranjeros, le llamó la atención el uso de los órganos, esos cactus delgados y largos, usados como bardas marcando cada propiedad. Este detalle lo veremos también reflejado en los fotógrafos que vinieron en esas tres últimas décadas del siglo XIX.

    "A las 12 del mediodía estábamos en la antigua ciudad de Salamanca, la capital carcelaria de Guanajuato, habíamos pasado ya por el pueblo de Irapuato que tiene unos cinco mil habitantes y dos iglesias muy antiguas con elaboradas fachadas ya muy dañadas por el paso del tiempo. La Cárcel Estatal  en Salamanca se localiza en lo que era un convento, en el cual ladrones y bandidos cumplen su pena en el mismo lugar en donde las monjas llevaban sus monótonas vidas en pía ociosidad. Los convictos, quinientos en número, están comprometidos en varias labores...

  Luego de hablar sobre la secularización de conventos y demás propiedades de la Iglesia, el autor termina diciendo: "No había nada más que ver en Salamanca, nos encaminamos rumbo a Celaya a través de un valle amplio de al menos veinte millas, casi sin dejar de ver plantíos de maíz. En uno de esos sembradíos contamos treinta y cuatro arados movidos por bueyes, todos trabajando; al igual que en otro casi con el mismo número, vimos muchas huertas de naranjas en rededor de caseríos y en una hacienda un extenso olivar. Los terrenos están compuestos de tierras negras, de las mejores y más productivas..."

   Es todo lo que el coronel Evans escribe sobre Salamanca, ningún dato es relevante, como quiera, me parece interesante que, en un libro más se hable de lo que había en la zona. Y anotamos un nombre a la ya abundante lista de personajes que escribieron algo sobre Salamanca.

  Para quienes esto leen y están interesados en la historia de Celaya, les recomiendo buscar este libro, es fácil de ubicarlo en las digitalizaciones de Google, pues dedica al menos 5 páginas a reseñar lo que allí experimentó.

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