miércoles, 2 de enero de 2013

Una parvada de invierno en Salamanca.

Hace cosa de 40 años era habitual que en el Jardín Principal de Salamanca, y en el de todos y cada uno de los que hay en pueblos y ciudades del Bajío, cuando la tarde comenzaba a caer de pronto aparecían docenas, cientos, quizá miles y miles de pájaros, de los negros llamados urracos en perfecto orden que para nosotros parece ser desorden, regresaban de su jornada y poco a poco se acomodaban en la rama que les corresponde. Igual sucedía al amanecer, cuando se alistaban a su diaria exploración por los campos del Bajío. Sucedió luego que alguien tuvo la (in)feliz ocurrencia de llevar palomas y, pero aun, alguien más se le ocurrió ir a vender pedacera de sorgo y otras semillas para alimentarlas con las consecuencias que hoy padecemos de una plaga de palomas. Los urracos siguen en reducido número acomodándose en los alambres cercanos al Jardín y las palomas ensuciando con ganas lo de por sí ya sucio.

Cuando Salamanca terminaba en el Casino Petrolero, hacia el rumbo norte, las parvadas de pájaros que pasaban por aquí eran espectaculares, ennegrecían el cielo, especialmente al final de la primavera, cuando estaba la trilla en pleno. En la actualidad las parvadas, si bien no tan numerosas como hace décadas, siguen siendo parte cotidiana de la vida de campo en el norte de Salamanca y, en general, en todo el Bajío.

Hace poco, la semana pasada, caminando por uno de los nuevos Boulevares que hay antes de llegar a la Autopista, apareció esta parvada a la cual me aproximé lo más posible con el fin de captarla con mayor claridad. Esas partes negras en los surcos no son sombras, son montones de pájaros en busca de alimento. Un magnífico espectáculo sin lugar a dudas.














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