Hace pocos días celebramos, una vez más, las festividades del Día de Muertos, celebración que sigue luchando por mantenerse viva aunque, luego de los visto, con la cantidad de niños disfrazados de fantasmas, dráculas y demás ideas extranjerizantes, paseándose por las calles o pidiendo golosinas en las casas me pregunto ¿qué tanto tiempo podrá sobrevivir nuestra auténtica tradicion mexicana, la del verdadero Día de Muertos?
Afortunadamente aun son un buen número de artesanos los que siguen manteniendo viva la tradición del alfeñique, la cual, además de las muy típicas enchiladas hechas en azúcar y las calaveritas, ahora han incluido varias versiones de la Catrina creada por el aguascalentense José Guadalupe Posadas.
Auténticas obras de arte son los alfeñiques salmantinos del Día de Muertos, tradición que debemos mantener viva, tradición que se ha arraigado ya por siglos en nuestra ciudad, aunque no hay datos que nos digan desde cuando se elaboran, presumiblemente nos podemos remontar a mediados del siglo XIX. Recordemos que en la región hubo producción de azúcar, materia básica para la elaboración de estos dulces.
El colorido, las formas, los diseños son muestra clara de la creatividad que existe en Salamanca, el asunto está en no enterarnos de su existencia luego de que sucedieron las cosas, sino promoverlas, adquirirlas, de ese modo la tradición seguirá viva y, tal vez, logre triunfar sobre esa otra festividad que nada tiene que ver con nuestra real, verdadera y auténtica tradición: El Día de Muertos.
Si apenas hace pocos días se le otorgó a la comida tradicional mexicana el nombramiento de Patrimonio Intangible de la Humanidad, en ella se deberían incluir los dulces, y esto que se produce en Salamanca, bien amerita formar parte del catálogo de esa intangibilidad que conforman las auténticas tradiciones.
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