sábado, 20 de noviembre de 2010

Algunos acontecimientos sucedidos en Salamanca durante la guerra de Independencia

En el tema de la guerra de Independencia, tan hablado durante todo este año de 2010, año del Bicentenario y hoy, día del Centenario, será bueno que nos enteremos de algunos datos de cosas, por demás interesantes que sucedieron en Salamanca luego del paso del cura Hidalgo que se enfilaba a Guanajuato, aquél septiembre de 1810.

"A principios de 1811, el clérigo Rafael García "Garcilita", insurreccionó por segunda vez en Salamanca. Su rebeldía se expresó en el saqueo de las aduanas y de las casas de los partidarios de los realistas, en la destrucción de la cárcel y del archivo público, y en el nombramiento de una nueva autoridad, que en este caso recayó en Luis García. A imitación de Salamanca, "la plebe" de Irapuato hizo lo mismo, saqueando e incendiando las casas de los europeos y del alcalde realista Mariano Azconovieta. Pocos días después, llegaron a Irapuato los Insurgentes José Ignacio Martínez, el coronel Menchaca y el dominico con grado de teniente coronel, fray Mariano Rodríguez. La plebe se alborotó nuevamente y dio muerte a los patriotas Mariano Liceaga y José María Estrada, e hirieron a otros; entre ellos al alcalde Mariano Azconoveitia. A "gusto del pueblo" los Insurgentes nombraron jueces a Juan Bautista Gallardo y José Apolonio Zanabria. Para someterlos, el intendente realista Marañón, bajo el liderazgo de los curas locales, envió las milicaias recién formadas de León, Guanajuato y Silao. Aun cuando la plebe les hizo frente, fue sometida.

El 1 de febrero de 1812, las pobalciones de Celaya, Guanajuato, León, Silao e Irapuato estaban bajo control de los realistas. Sus milicias eran de las mejores organizadas. En cambio, Salamanca, Valle de Santiago, Pénjamo y Yuriria estaban ocupadas por los Insurgentes. Tanto realistas como Insurgentes atacaban a las poblaciones consideradas enemigas. Según el subdelegado de Irapuato, José María Esquivel, los Insurgentes robaban todo lo que encontraban en las haciendas, destrozaban las milpas de los hacendados que no los apoyaban y amenazaban a los peones con la horca si realizaban alguna actividad en las haciendas. Según Esquivel, los peones fingían más miedo del que tenían para que el patrón no los corriera de sus propiedades.

El capitán de milicias de León, Gutiérrez de la Concha, aseguraba que Salamanca era un pueblo de cuyos vecinos "el que no es Insurgente, es egoísta, y no tiene resolución para abrazar decididamente algún partido; si se le oye hablar, son unos infelices que dominados de sus fuerzas han tenido que ceder". Gutiérrez ya los había sometido varias veces y siempre lo recibían con repique de campanas. En una ocasión salieron a recibirlo creyendo que había sido derrotado, pero cuando vieron a las tropas todos huyeron. A este lugar lo único que quedaba por hacer era incendiarlo, aseguraban los habitantes del rancho Santa Cruz también se movían entre dos bandos.

En una ocasión, como se celebraba una boda, el realista Francisco Guizamontegui envió una partida a inspeccionar si en la fiesta había rebeldes. Cual sería su sorpresa al encontrar al jefe insurgente Mariano Ramírez, "administrador general de todas las haciendas de la provincia de Guanajuato y recaudador de pensiones". Él y sus dos ayudantes, Ignacio Centeno y José Olvera, fueron fusilados". (1)

Una conclusión que me atrevo a sacar de este texto es que, así como en la antigüedad, donde hoy es Salamanca se ubicaba la frontera entre los dominios purépechas y chichimecas, luego fue el punto de colindancia de las enormes propiedades de los encomenderos Villaseñor y Orozco hacia el poniente y Pérez de Bocanegra hacia el oriente; es durante la independencia que la fnción, por así decirlo, de Salamanca, es estar, una vez más en zona de conflicto de dos partes, ahora son los realistas y los insurgentes que conflyen en Salamanca, luego vendrían los conservadores y los liberales que se enfrentarían, una vez más, en el punto de unión, en esa especie de frontera invisible pero, a la vez, tangible, que nos ha hecho, a lo largo del tiempo, adquirir un carácter que, según las circunstancias, nos vamos con uno... o con el otro. ¿No lo crees, mi estimado salamantino que me lees?


Fuente:

1.- Ortíz Escamilla, Juan. Guerra y gobierno, los pueblos y la Independencia de México. Universidad Internacional de Andalucía. Sevilla, 1997.

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