Se antoja extraño, pero así fue, era el año de 1864, año en el que, por ejemplo Maximiliano ya había llegado a México, para entonces se realizó un detallado registro de las propiedades o fincas rurales que había en la municipalidad de Salamanca, esto con el fin de saber a cuánto dinero equivalían, para de allí determinar un impuesto que ayudaría a mantener una policía enfocada, principalmente a la zona rural. De sobra es sabido que a lo largo del Segundo Imperio, los asaltos eran cosa común, más aun en las haciendas y ranchos más aislados de la cabecera municipal.
Dentro de ese registro de propiedad que se levanta para Salamanca, se hace mención de, además de las dimensiones y valores de sus terrenos, las facilidades con que contaban. Es por eso que sabemos hoy cuales eran las Haciendas de Salamanca que contaban con equipo de vanguardia. Una de ellas era Cerrogordo, propiedad de don Ramón Muñoz Guijarro; la otra la de Temascatío, del Lic. don Juan B. Morales.
En el caso de Cerrogordo eran cuatro máquinas de trillar, aventar, desgranar y segar con las que contaba, estaban valuadas en $830 pesos. En Temascatío había una máquina de trillar, otra de desgranar y una más de aventar. Seguramente eran más nuevas o más grandes, dado que estaban valuadas en $1,500 pesos. Las imágenes que vemos corresponden al tipo de maquinarias que para ese entonces, mediados del siglo XIX, se consideraban como las más modernas, y eran producidas en Inglaterra.
Con esto comprobamos que los hacendados de Salamanca estaban a la altura del avance tecnológico de la época.
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