sábado, 26 de diciembre de 2009

Una referencia más sobre el origen del Señor del Hospital

De todas las personas que se han interesado por saber cual es el origen de la imagen tan venerada en Salamanca, el Cristo Negro del Señor del Hospital, todos han iniciado la búsqueda histórica por el relato que se dice fue autorizado por el Señor Cura, don Luís Saavedra, escrito por Alonso Marañón y recuperado por Vicente Flores en su hallazgo en el Templo de Nativitas del manuscrito en donde constaba dicho relato que marca el periplo de la imagen, ubicándola como originaria de España y colocada para su veneración en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, lugar a donde estudiaban los hijos de los indios nobles que sobrevivieron a la guerra y pestes traídas por los conquistadores, luego de su fundación en 1535.


Ubica a un personaje, Acualmetzli, estudiante del colegio que al enterarse de lo sucedido con sus padres, muertos durante la caída de la Gran Tenochtitlán, rechaza todo lo recibido por su padre adoptivo, el conquistador Hernando Alarcón, y decide huir a la Sierra Gorda para adherirse a los Chichimecas en su lucha contra los españoles. El recorrido que sigue la imagen del Santo Cristo, luego de la muerte de su custodio, Acualmetzli, le hace llegar a Jilotepec para que luego de veinte años, aproximadamente, siga su peregrinar “tierra adentro” llevando la ruta que el propio Camino Real de Tierra Adentro marcaba: Tepeji, Tula, Nopala, Tequisquiapan, Querétaro, Apaseo, Celaya, Cortazar, llegando finalmente a la antigua Xidóo, la actual Salamanca.


Lo interesante es ahora saber que hubo, además, una segunda historia, la cual, al parecer se publicó en 1895, más datos de quién la publica y quién la avala, ella no hay. De ella estoy teniendo conocimiento a través del libro Los cristos de caña de maíz y otras venerables imágenes de Nuestro Señor Jesucristo, publicado por el Canónigo Luís Enrique Orozco, historiador de la Arquidiócesis de Guadalajara en 1970, por cierto, sin Editorial. En esta trascendental publicación menciona como fuente de información al historiador de la Arquidiócesis de Michoacán a mediados del siglo XIX, el Dr. Don José Guadalupe Romero en su obra Noticias para formar la historia y la estadística del Obispado de Michoacán, publicado por la Imprenta de V. García Torres en 1862.


“El Dr. Romero cita este venerabilísimo Santo Cristo en sus Noticias y dice: “Hay además en esta Villa seis templos sujetos a la jurisdicción parroquial a saber: el Santuario del Señor del Hospital, etc.”. Respecto al origen histórico de este Santísimo Cristo se han escrito dos relaciones. La primera que quiero aquí señalar, dícese que fue escrita en el año de 1895; no sé por quién, pero que tal escribió: “Fue legado por su antepasados al Sr. Pbro. D. Francisco Soto”.


“Según esta Relación: “Allá por los años de 1581, vivía en el pueblo de Cárdenas, cercano a la Ciudad de México, un piadoso hombre llamado Juan Cristóbal, gran devoto de un Santo Cristo que bajo la advocación de “La Preciosa Sangre de Cristo” era grandemente adorado (sic) en el Templo del lugar. Un día que el Cabildo de la Ciudad de México venía rumbo al Norte del país, Juan Cristóbal desapareció del pueblo, y al siguiente (día?), con grande asombro del vecindario, la santa imagen del Cristo no estaba en su altar “ La relación afirma que esta imagen era de la propiedad de Juan Cristóbal, quién lo sacó de Cárdenas para que acompañara en su viaje al Cabildo y llegó con él hasta San Juan del Río. Los vecinos de Cárdenas al notar la desaparición del crucifijo se dieron a la tarea de perseguir a Juan Cristóbal, quién al saberlo se dio a la huída con la imagen siguiendo el derrotero de Querétaro – San Miguel Allende – Cañadas Landín – Marigómez – San Juan de la Presa - Nativitas, y finalmente Salamanca donde fue colocado en la Capilla del Hospital y al morir Juan Cristóbal: “A los cuatro meses exactos” fue sepultado a los pies de este Crucifijo. Naturalmente durante la huída, que duró varios años, venía el Santo Cristo derramando milagros estupendos por doquiera.”


Fácilmente llegamos a una conclusión: en esa época, mediados del siglo XIX eran realmente pocas las personas que sabían leer en Salamanca y en general, en todo México, los conocimientos, específicamente la historia regional, a través de leyendas, consejas y anécdotas se pasaban de boca en boca. La tradición oral era el medio ideal de comunicación. Quizá alguien que oyó la otra historia, la de Marañón, precisó un derrotero mas acorde con la ruta del Camino Real de Tierra Adentro, trasladándolo a la ruta principal, la que continua de Querétaro a San Miguel Allende, de allí establece la llegada más rápida y lógica a través de Marigómez, comunidad ubicada en el noreste de Salamanca.


Los relatos, las historias, las leyendas, las consejas, esas que antes, hace ya mucho, oíamos amenamente contar a los profesionales de la conversación que en algún momento de una agradable cena la sobremesa se extendía con ese cúmulo de historias que nos hacían ver la vida más sanamente, reafirmamos lo dicho apenas hace dos días, un pueblo sin leyendas vive en el fío del sepulcro.



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