Parece increíble que haya sido en la Biblioteca de la Universidad de Princenton (Dei sub nomine viget «Bajo el nombre de Dios florece»), en su Seminario de Teología en donde haya encontrado esta otra leyenda que trata de darle sentido a la llegada de la imagen a nuestra población. Varias cosas llaman la atención, una que nuevamente se refieran a un “viejo manuscrito” en la sacristía del templo de Nativitas, otra que no mencionen ningún hecho milagroso que la haya convertido del blanco al negro y que se mencione un pueblo próximo a la ciudad de México del que nunca había oído hablar, Cárdenas, y que se le dé el nombre de Preciosa Sangre de Cristo. Este dato me remite a una interesante pintura de “devoción” que existe en el templo Expiatorio, quizá la leyenda que ahora vemos se tejió en torno a éste lienzo que fue ejecutado en 1801.
El personaje central de la leyenda lleva por nombre Cristóbal, que nos remite a Christóforos, nombre antiguo de ese santo que forma parte de la Leyenda Dorada, una especie de catálogo de santos (hagiografía) que incluía a los más “famosos” de la Edad Media. Christóforos se traduce como “el portador de Cristo” de ahí que no nos sorprenda que quien creó la leyenda lo haya usado. Me sorprende que ubique la parte intensa del relato en la Hacienda de Marigómez. La puntillada final del escrito que estás por leer es cuando menciona que los Cristos, eran dos imágenes, fueron pintadas de negro.
“Allá por los años 1581 vivía en el pueblo de Cárdenas, cercano a la ciudad de México un piadoso hombre llamado Juan Cristóbal, gran devoto del Santo Cristo bajo la advocación de la Preciosa Sangre de Cristo que era adorado grandemente en el lugar. Un día que el Cabildo de la Ciudad de México venía rumbo al norte del país, Juan Cristóbal desapareció del pueblo, y al día siguiente, con gran asombro del vecindario, la santa imagen del Cristo no estaba en su altar. La tradición dice que la imagen era de la propiedad de Juan, pero el hecho es que el mencionado Cristóbal sacó la imagen del templo y la trajo consigo acompañando al Cabildo hasta San Juan del Río.
Las autoridades civiles y eclesiásticas del pueblo de Cárdenas, entre tanto, justamente alarmadas, convocaron al vecindario y determinaron que tres personas salieran en busca del santo crucifijo y que no regresaran hasta no encontrarlo, por lo tanto, s pasados tres años no volvían, los darían por muertos. El párroco dio a los comisionados la bendición, se les rezaron responsos y se tocaron dobles a la hora de su partida.
"Tenía cuatro años de instalado Juan Cristóbal en San Juan del Río cuando supo que los vecinos de Cárdenas, venían en su persecución y entonces, tomó la imagen a cuestas y se trasladó a Santiago de Querétaro, y a los cuatro meses volvió a informársele que sus perseguidores se acercaban a esa población, y ésta vez, caminó con su Señor más lejos hasta llegar a San Miguel el Grande donde duró un año. Pero los incansables vecinos de Cárdenas le seguían la pista.
"Sabedor Juan que ya llegaban a San Miguel, se fue a las Cañadas de Landín, jurisdicción de Salamanca, durando en este punto tres meses, pero la persecución seguía y tuvo que cambiarse a Marigómez donde ocultó a la imagen en una cueva, que todavía es conocida por el nombre de la Cueva del Señor del Hospital, lugar que dista 5 leguas de Salamanca, durando en ese escondite muchos años, hasta que por fin aquellas infatigables tres personas que lo buscaban dieron con él. Una vez que se encontraron con Juan Cristóbal, éste les dijo que la sagrada imagen no podía volver a Cárdenas, pero que fueran a aquel lugar y trajeran al maestro que la había hecho, para que hicieran una igual y la llevaran a Cárdenas para que los vecinos quedaron contentos.
“Se fueron dos de aquellos quedando uno al lado de Cristóbal, regresaron al poco tiempo con el maestro, quien duró seis meses para hacer la copia del santo Cristo, pues trabajaba únicamente los viernes, dice el manuscrito. Una vez terminada la pintó de negro, la pintó a mano cubriendo las dos imágenes para que se secaran y librarlas del polvo, no sabiéndose a punto fijo, cuál de las dos quedó en Marigómez.
"Ya sin pendiente, el Señor crucificado tenía más culto y al poco tiempo hizo el milagro de volver la vista a un ciego, y haciendo muchos de éstos y muy patentes a los vecinos del Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato, éstos señores hicieron gestiones para llevarse la milagrosa imagen a aquellos lugares.
“Una viejecita ciega e inválida, escuchó estos preparativos en Salamanca y casi a rastrándose se encaminó a Marigómez a dar la noticia a Juan Cristóbal; la anciana en el camino sanó de la parálisis y de la ceguera. Inmediatamente que supo la noticia, Juan Cristóbal trasladó a su Señor a Salamanca, ocultándolo en San Juan de la Presa, y entonces todos los vecinos de Nativitas, unidos con los del Gobierno de Indias quisieron, llevados por la fe, que se colocara la milagrosa imagen en el templo del hospital que estaba edificado en la Villa de Salamaca, donde se le rendiría culto y no permitiría que lo sacaran los de Guanajuato.
Juan Cristóbal seguía acompañando a su idolatrada imagen y al ser colocada en el altar dijo que el santo Cristo sería venerado con el título de la Preciosa Sangre de Cristo del Hospital de Salamanca y manifestó también que su voluntad y pedimento era que al morir, su cuerpo fuera colocado a los pies del Divino Redentor. A los cuatro meses exactos, murió Juan Cristóbal, y se cumplió su voluntad. Estos datos están tomados de un manuscrito que tiene 66 años (1895), y que fue legado por sus antepasados al Sr. Presbítero D. Francisco Soto.
“Se dice también que se venera dicho santo Cristo desde tiempos de don Vasco de Quiroga y que cuatro siglos estuvo en la capilla del Hospital que en Salamanca mandó construir este virtuoso Obispo de Michoacán, por lo cual se le conoce con el nombre de El Señor del Hospital de Salamanca.
Es uno de los más taumaturgos en el centro del país, pues apenas si hay persona alguna a la que no se le haya hecho algún favor o maravilla. Sus festividades se celebran el martes Santo y constituye toda una romería de los pueblos vecinos y una fiesta tradicional donde se compran las charamuscas más sabrosas del centro de la República. Su templo es ahora uno de los más hermosos y el Cristo tiene un altar mayor precioso, retablo en cantera regional, y existe el proyecto de pedir su elevación a la categoría de Basílica Menor. Su torre es esbelta y de elegante arquitectura moderna, en su interior existen frescos de bello colorido y de no escaso mérito con motivos de la pasión de Cristo, la capilla de las Tres Caídas posee frescos de un extraño dibujo y raro colorido que parecen ser copiados de una vieja Biblia Sajona. (1)”
1.- Ojeda Sánchez, José de Jesús. Cristos de México. Dentro de la revista Cristo Rey en México. No. 11 y 12, Año VIII, Vol. VIII. León. Nov. Dic. 1961.
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