sábado, 9 de noviembre de 2013

Extractos de lo escrito por Françoise Chevalier relacionados con la Villa de Salamanca.

  Finalmente logro encontrar el libro de Françoise Chevalier La formación de los latifundios en México, es una de las obras básicas para entender mejor la formación de la sociedad en México y, enfocándonos al Bajío, más específicamente a Salamanca, transcribo algunos párrafos que nos van corroborando algunas ideas que teníamos acerca del pasado de nuestra población, además de ir adquiriendo nuevos datos. Algo que bien sabemos, que hemos leído repetidamente y que hemos transcrito en algunos artículos de este blog, es aquel que nos dice del repartimiento de tierras que hubo entre los fundadores de la villa de Salamanca. Al respecto, Chevalier nos dice de la regla establecida en la segunda mitad del siglo XVI que fue la utilizada para fundar a Salamanca:

  "Hubo que esperar la segunda mitad del siglo XVI para que se vieran aparecer nuevos grupos de labradores españoles a lo largo de los caminos que conducían a las grandes minas del Norte. En 1555 y durante los años siguientes, los hombres que se reunieron en la villa de San Miguel para poblarla recibieron, de manos del representante del virrey o en su nombre, una vecindad cada uno; era costumbre que, junto con el título de vecino o habitante de la población fundada, se concediera un terreno en que edificar la casa, un huerto, 1 o 2 caballerías de tierra de labor y un terreno de pasto para los carneros en el interior de un cuadrado. Por su parte los vecinos se obligaban a residir en la nueva villa, a no vender antes de un mínimo de diez años (plazo reducido un poco más tarde a 6 años) la parcela que se les otorgaba , y por último a mantener armas y un caballo". (1)

  Analizando a detalle lo que el autor dice y en la conciencia de que lo descrito ocurría en 1555 y que Salamanca fue fundada en 1603, aunando el dato de que esos 10 años que marcaban como mínimo para residir en la villa 10 y luego, si así lo consideraban, vender sus propiedades, nos indica de un año, el cual veníamos pensando era el que dio inicio a la debacle en los asentamientos de la población: 1613, pero, al saber ahora que ese plazo se redujo a 6 años, nos dice que 1609 fue en realidad el inicio de la debacle oficializada y, efectivamente, cosa que se dio hacia el Valle de Santiago.

  Sumamente interesante es el concepto de las mediciones y reparticiones geométricas puras, esto es, el uso del cuadrado o del rectángulo, siempre en forma armónica para ir deslindando los terrenos de esa "terra ignota" o esa "tierra adentro" que los peninsulares iban descubriendo y tomando posesión de la misma. Acabamos de leer en el párrafo anterior que los pastizales se creaban "en el interior de un cuadrado". Y esta geometría la vemos manifiesta en el trazo urbano, como fue el caso de la villa de Salamanca en la que "a tiro de cordel" se fueron definiendo las primeras calles y, dentro del cuadrado que ahora entendemos por manzana, se dividieron en cuatro partes para que esos 42 firmantes del acta de fundación tuvieran sus casas, esto nos indica que originalmente la villa contó con 10 manzanas, los restantes -supongo- recibieron las partes sobrantes que formaba la curvatura del río Lerma, entonces llamado "el que viene de Toluca".

  Si algo había en Nueva España era carne, carne del abundante ganado vacuno que los españoles criban por todas las tierras que iban descubriendo y colonizando, creando con ello conflictos pues, el ganado entraba en territorios de los pueblos mexicanos originales y arrasaban con las siembras de maíz, frijol y calabaza. Hubo la necesidad de ordenanzas que dictaran la necesidad del control de las zonas de agostadero. Puebla y, especialmente, el valle de Atlixco se perfilaban como el "granero de Nueva España", al ser descubiertas las minas de Zacatecas, primero, y las de Guanajuato, después, las necesidades de satisfacer la creciente demanda de granos en esas nuevas poblaciones trajeron por consecuencia la necesidad de crear nuevos pueblos, villas y ciudades dedicadas ya no a la ganadería sino al cultivo de trigo, principalmente. Pocos años después sería El Bajío guanajuatense el que adquiriera el título de "Granero de la Nueva España".

  "Mientras tanto, la población blanca seguía creciendo, con el consiguiente aumento en la demanda de trigo. En el siglo XVII, los labradores se multiplicaban al norte de la ciudad de México y sobre todo al sur y al oeste de Tlaxcala y de Puebla; en Atlixco (donde 90 haciendas producían 150 mil fanegas de trigo antes de 1632), en Quecholac-San Pablo (donde se cosechaba la misma cantidad), en Amozoc, en Tepeaca y en otros sitios. Los agricultores invadieron Huamantla, Nopaluca, San Salvador, y se pusieron a desmontar y arar gran número de estancias en San Juan de los Llanos y en otros puntos. En el resto del país los cultivos se extendían sobre todo en las inmediaciones de Zamora, fundada en 1574 por orden de Martín Enríquez, y luego en la amplia depresión situada entre León y Querétaro. Los españoles de este Bajío se encontraban muy bien colocados entre la capital del virreinato y las minas del Norte para vender su trigo o sus vacas. El descubrimiento de las vetas de Guanajuato les ofrecía mercados aun más cercanos. El hecho es que, después de comienzos del XVII, los precios del trigo se establizaron y mostraban en ocasiones tendencias a bajar, al mismo tiempo que multitudes de agricultores aparecían en Querétaro, en Celaya, en León, en Silao, en Irapuato, en Salamanca, en Salvatierra, en Valle de Santiago, etc. A pesar de que en esta región no existían "repartimentos" de indios, ciertas comunidades y ciertos habitantes prosperaron, mientras que las órdenes religiosas y algunos personajes  pudientes fundaban y desarrollaban extensas haciendas agrícolas. Los agustinos en San Nicolas, la familia Pérez Bocanegra (o Villamayor) cerca de Apaseo, los Villaseñor, los López de Peralta, los Ponce de León, los Mateos y luego los Rincón Gallardo acumulaban tierras en las cuales abrían a veces canales de riego y lograban importantes cosechas". (2)

Vemos dos nombres importantes que incluye en la lista de personajes el Dr. Chevallier, uno se refiere a los herederos del Señor de los Apaseos, Hernán Pérez de Bocanegra, el otro a los descendientes de Juan López de Peralta, el Caballero del Lagarto. Ambos fueron convocados para decidir si la fundación de la nueva villa, la de Salamanca, era viable o no.

  "Durante las primeras décadas del siglo XVII, la sola hacienda de San Nicolás, junto a Yuririra, llegó a producir anualmente hasta diez mil fanegas de trigo (5 500 hectolitros). En 1580, los vecinos de Celaya no cosechaban todavía más que 17 mil ó 18 mil fanegas, y unas 30 mil hacia 1600, pero luego los cultivos se intensificaron, puesto en 1644-1645 pagaban a Su Majestad la considerable suma de $ 20 mil a fin de legalizar sus títulos de propiedad, es decir, la misma cantidad que el rico valle de Atlxco. Antes de mediar el siglo XVII se cosechaban 150 mil fanegas de trigo (82 mil hectorlitros) en la zona situada a 8 leguas a la redonda de Salamanca según datos del padre Basalenque, siempre muy preciso.

  "Al lado del trigo comenzaron a aparecer tardíamente en las caballerías de maíz y aun el maguey, pues se multiplicaban ya los criollos o mestizos  consumidores de tortillas y de pulque. Finalmente, las regiones productoras de trigo fueron , por orden de importancia, la de Puebla-Atlixco-Tepeaca, seguida de cerca por el extenso valle del Bajío. Venían después las zonas situadas inmediatamente al norte y al oeste de la ciudad de México, y varias localidades de la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya. Por falta de mercados próximos, Oaxaca y las regiones alejadas casi no producían el trigo que se consumía localmente.

  "En el siglo XVII, los precios tendieron hacia una estabilidad relativa, a pesar de algunas cosechas deficientes. La causa de ello se ha de buscar en la multiplicación de las alhóndigas o trojes municipales que evitaban el acaparamiento y regulaban las cantidades de grano lanzadas al mercado. También hay que tener en cuenta la existencia de pequeños núcleos estables de poblaciones rurales blancas o mestizas y sobre todo la lenta fijación de una economía nueva: la de la hacienda.

  "Hasta llegar a haber -¡hecho insólito en el mundo de esta época!- peligro de superproducción. En el Bajío, el trigo fue algunas veces tan abundante, que

si Nuestro Señor no multiplica muy a prissa muchos comedores, han de quedar más pobres de lo que están los labradores según se argumentan las labores; y assí digo que Nuestro Señor no quiere que en Salamanca a la parte del Norte se saque el agua (tal como se ha proyectado) porque no havía de haver quien comiese tanto pan". (3)

Este último párrafo, Chevallier lo copia de lo escrito por Basalenque sobre la abundancia de trigo que había en Salamanca, para leer más al respecto, entra aquí. Y sí, el autor vuele a afirmar que gracias a las sobreproducciones de la Hacienda de San Nicolás se pudo re decorar el templo agustino de Salamanca. A ello le debemos agregar que ellos, los agustinos de la casa de Salamanca, eran los propietarios de la Hacienda de Guantes en el Valle de Santiago, así como dos ranchos en el valle de Salamanca.

  "A comienzos del siglo XVII, la sola hacienda de San Nicolás llegó a contar 400 bueyes de labor y 150 mulas para el transporte y venta de las cosechas. Producía hasta 10 mil fanegas de trigo (5 500 hectolitros) y dejaba un ingreso neto de $ 6 mil. sus 120 "indios de ración", trabajadores libres y arrieros debían formar ya el embrión del pueblo que existe hoy con el mismo nombre de San Nicolás. Seducidos por la prosperidad de aquella hacienda, 25 "hombres ricos" ofrecieron incluso una bonita renta al convento para poder fundar allí una villa; las partes se dirigieron al mejor de los juristas de México para que estudiara el proyecto, pero no llegaron a ponerse de acuerdo. Por otra parte, el valor de San Nicolás se calculaba en unos $100 mil, suma un tanto excepcional entonces para una propiedad en que no había ingenio de azúcar. Gracias a tales ingresos pudo adquirir la orden, un poco más tarde, los espléndidos retablos de oro de la vecina Salamanca". (4)



Fuentes:

1.- Chevallier, Françoise. la fomación de los latifundios en México. Haciendas y sociedad en los siglos XVI, XVII y XVIII. FCE. México, 1999. pp. 137-138

2.- Ibid. p.149

3.- Ibid. pp. 149-150

4.- Ibid. pp. 347-348


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