(Palabras de la Santísima Virgen de Guadalupe a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Diciembre de 1531.)
Tratar de entender la historia de México en momentos se vuelve difícil y complicado, han sido tantos los hechos y tan complejas las situaciones que se vivieron que, acumuladas junto a lo que actualmente padecemos, al final es una cosa que mejor decidimos no ver, no prestarle atención. Sin embargo, adentrándonos mas a la historia de El Señor del Hospital, lograremos, por un lado, rendir el tributo para el cual fue construido el templo, el tributo al Santo Cristo Negro, y, por el otro, entender lo que ha sido la historia tan apasionante que es la historia de todos nosotros, la historia de nuestro país, de nuestra nación, de nuestro México tuyo y mío y de Ciento diez millones de personas más.
Fue hacia 1889 que se diseñó el proyecto del templo, el Ing. Ernesto Barton, inglés de origen que llegó a vivir a Salamanca por el contrato que obtuvo para la Compañía Ferrocarrilera del Centro y que al casar con dama salmantina opta por quedarse a vivir aquí. Ese proyecto quedó almacenado por más de diez años, para luego iniciar su construcción. La fuerte aportación económica de doña Emeteria Valencia de González fue lo que hizo posible lo que nuestros ojos ven, admiran y agradecen a tan pía dama. Se contrató lo mejor de la época para dar una casa a la altura de la Realeza del Cristo Negro. La marmolería Ponzanelli de México y el connotado pintor zacatecano Candelario Rivas para realizar la obra conceptual de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesús, que se tradujo en los magníficos lienzos que podemos apreciar en toda su magnitud hoy día.
El templo fue levantado en su obra negra durante el álgido período que fue la Revolución, 1910-1920, una década de caos en todo el país, especialmente el Bajío que fue la zona de confluencia de todos los grupos participantes, los de Sonora, los de Puebla, los de México y Morelos. La crisis aparentemente terminó una vez que asumió el poder Álvaro Obregón, pero fue eso, apariencia meramente, pues, en realidad fue el inicio de un negro pasaje de la historia de nuestro país. Obregón, venido de Sonora, lugar en donde se gestó en buena medida el movimiento revolucionario, pertenecía al grupo radical de poder, era una sombra de Plutarco Elías Calles, “el turco”. Él Obregón, “el manco”, había perdido su mano en la célebre batalla de Celaya, y era además del mismo grupo, un títere, de los que en realidad controlaban al país: Calles.
Fue hacia 1889 que se diseñó el proyecto del templo, el Ing. Ernesto Barton, inglés de origen que llegó a vivir a Salamanca por el contrato que obtuvo para la Compañía Ferrocarrilera del Centro y que al casar con dama salmantina opta por quedarse a vivir aquí. Ese proyecto quedó almacenado por más de diez años, para luego iniciar su construcción. La fuerte aportación económica de doña Emeteria Valencia de González fue lo que hizo posible lo que nuestros ojos ven, admiran y agradecen a tan pía dama. Se contrató lo mejor de la época para dar una casa a la altura de la Realeza del Cristo Negro. La marmolería Ponzanelli de México y el connotado pintor zacatecano Candelario Rivas para realizar la obra conceptual de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesús, que se tradujo en los magníficos lienzos que podemos apreciar en toda su magnitud hoy día.
El templo fue levantado en su obra negra durante el álgido período que fue la Revolución, 1910-1920, una década de caos en todo el país, especialmente el Bajío que fue la zona de confluencia de todos los grupos participantes, los de Sonora, los de Puebla, los de México y Morelos. La crisis aparentemente terminó una vez que asumió el poder Álvaro Obregón, pero fue eso, apariencia meramente, pues, en realidad fue el inicio de un negro pasaje de la historia de nuestro país. Obregón, venido de Sonora, lugar en donde se gestó en buena medida el movimiento revolucionario, pertenecía al grupo radical de poder, era una sombra de Plutarco Elías Calles, “el turco”. Él Obregón, “el manco”, había perdido su mano en la célebre batalla de Celaya, y era además del mismo grupo, un títere, de los que en realidad controlaban al país: Calles.
Terminada la revolución, el Estado de Sonora era gobernado por Calles, la República por Obregón, ambos con un objetivo, destruir a la Iglesia Católica. Obregón toma la Presidencia de la República el 1 de diciembre de 1920, Calles dejaba de ser gobernador y pasaba a ocupar la Secretaría de Gobernación. La CROM, brazo bolchevique y de ideas radicalmente rojas eran los brazos operadores de ambos líderes, no por convicción de ideas, sino por conveniencia, la corrupción, esa que vivimos actualmente, estaba dentro de su capullo gestor. Es para el 14 de Noviembre de 1921 que, como preámbulo a lo que sería la Guerra Cristera, un atentado se realiza en la Basílica de Guadalupe, la explosión de un cartucho de dinamita daña la Tilma de Juan Diego y varios objetos de ornamento son prácticamente achicharrados. La Iglesia Católica informa a la comunidad que nada pasó, que la imagen de la Virgen de Guadalupe quedaba intacta, cosa que al paso del tiempo corroboraron que no fue cierto, la imagen si había sufrido algunos daños.
El pinto zacatecano Candelario Rivas había sido contratado en 1920 para realizar la obra pictórica del Templo de El Señor del Hospital, llevaba ya algunos meses cuando en misión secreta y especial un enviado del Arzobispado de México llega a Salamanca para conducir a Candelario a una de los trabajos más delicados que el pintor realizó en su vida, la restauración de la imagen Guadalupana en el propio Tepeyac. Candelario Rivas con su ojo aguzado de artista nato logra en mágicas pinceladas recuperar los pequeños trazos que fueron dañados durante la explosión, daños no de fuego, sino de pequeños vidrios que, ante la explosión del artefacto, protegieron del impacto a la Sagrada tilma, pero en el impacto algunos de esos vidrios causaron algunos daños. Fueron varios días o semanas los que Candelario se ausenta de Salamanca, su trabajo es concluido y mantenido en secreto por muchos años. Mientras tanto aquí en Salamanca sigue realizando su monumental trabajo con la ayuda de su hijo José.
No es de sorprendernos que tengamos un tesoro muy especial aquí, en la Parroquia de El Señor del Hospital de Salamanca. Una pintura trazada por el mismo pincel que días antes había restaurado la imagen original, manteniendo frescos aun los trazos delicados de la bendita tilma de Juan Diego, traduciéndolos en ese trabajo excepcional que, pagado por la fortuna de doña Emeteria Valencia y realizado por la sensibilidad de artista de la que Candelario Rivas hacía gala, al igual que su hijo, José, nos legáran a todos los salmantinos una obra sin igual: Nuestra Señora de Guadalupe en su más alta expresión, hecha con la visión del ojo que tuvo el privilegio de estar a milímetros de la original y única Tonantzin Guadalupe, Nuestra Señora de Guadalupe.
“Entre la clase política se había difundido el rumor de un posible asesinato de Obregón, pero el presidente electo hizo caso omiso de las advertencias. La mañana del 17 de julio de 1928 salió a comer invitado por los diputados del estado de Guanajuato, en el restaurante "La Bombilla", ubicado en San Ángel. León Toral acudió al lugar tras varios días de espiar a Obregón, y se hizo pasar por un dibujante, Toral sacó su pistola y lanzó cinco disparos a Álvaro Obregón, quien cayó muerto al instante”. Fue 1928 que es asesinado Obregón, Candelario Rivas llevaba ya cinco años de vivir en los Estados Unidos, lugar al que huyo junto con su familia luego de haber sido amenazado por el gobierno obegonista.
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