viernes, 24 de febrero de 2012

La capilla de la cárcel en Salamanca, siglo XIX

La pregunta había sido una constante para quienes valoramos la riqueza histórica de Salamanca. Pensaba que esa bóveda que destaca y podemos ver, incluso desde el Jardín Principal -si somos buenos observadores- como es que aparece entre las pocas construcciones que sobreviven de principios del siglo XX en esa manzana. Pensé fuera la capilla de la familia Casillas que por una buena cantidad de años vivió allí pero, gracias a la investigación del historiador Espiridión Contreras, publicada en los cuadernos que trimestralmente edita la Casa de la Cultura de Salamanca, ahora sabemos que esa capilla data de mediados del siglo XIX y que se ubicaba dentro de la que fue la cárcel de la villa de Salamanca antes de ser trasladada al ex convento de San Agustín. Consecuentemente ubicamos que luego de la consumación de la Independencia y hasta la Reforma, la cárcel se localizaba en lo que hoy es la primera calle de Tomasa Estévez.

En esta fotografía tomada en los años veinte del siglo pasado desde la torre del Señor del Hospital, vemos asomándose por entre lo que ahora es una tienda de equipos de radio, la bóveda de la capilla, la cual estaba ya, desde entonces, abandonada.

En la investigación de Espiridión Contreras vemos que para mediados del siglo XIX había una enorme hacienda se localizaba en la zona nor-oriente de Salamanca, se llamaba Sardinas, la última propietaria de esa enorme propiedad fue Isidra Gallegos que muere para 1860. Ella era la mecenas, mejor dicho, la devota, que mandó instalar la capilla en la cárcel. Sabemos, por parte de José Rojas, que cuando Maximiliano estuvo en Salamanca fue a la cárcel cuando era ya la tipo Modelo, y obsequió 50 pesos para reparaciones. Esto ocurrió en agosto de 1864, para entonces la capilla estaba en desuso, para 1880 la hacienda de Sardinas, de donde salía el mantenimiento de la capilla, había sido comprada por Aurelio A. Ojeda.

En esta fotografía de 1901, se ve el Palacio Municipal en construcción y, al fondo, la cúpula de la abandonada capilla, aun no había sido construida la casa de la esquina en los predios que habían sido precisamente de la presidencia municipal y que fueron comprados por don Octaviano Arredondo y su esposa, Felipa Ojeda, para construir su casa. Quizá ella era pariente, tal vez la hija de Mariano o de Aurelio Ojeda, quienes aparecen como propietarios de Sardinas. Todo esto se relaciona debido a que el predio conocido como El Jericó, cuya cabeza era el rancho El Baúl, era propiedad de Octaviano Arrendondo y buena parte de él se asentaba en terrenos que habían sido de la Hacienda de Sardinas. Sin lugar a dudas estas relaciones de familias habrá que estudiarlas más a fondo.

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