Este que para mi ha sido un apasionante y apasionado viaje a la historia de México, especialmente a la historia de Salamanca y la región circundante ha sido algo extraordinario. Me ha dado a conocer una cantidad de cosas que, en buena medida son la respuesta a muchas interrogantes que nos hacemos sobre nuestro modo de ser y costumbres.
Con este artículo concluyo mi investigación, mejor no podría hacerlo que con dos extractos de un documento EXTRAORDINARIO que existe de don Vasco de Quiroga, el siempre presente Tata Vasco: su testamento. Te invito a leer esta parte con mucha atención y adentrarte a la espiritualidad de quien, sin duda alguna será dentro de poco un Santo elevado a los altares.
“Item por cuanto nos el Obispo de mechoacán don Vasco de Quiroga, e inútil para todo, siendo oídor por su Majestad de el Emperador don Carlos Quinto y Rey de España nuestro señor, en la Chancillería Real que reside en la Ciudad de México, y muchos años antes de tener orden eclesiástica alguna ni renta de Iglesia, movido de devoción y compasión de la miseria e incomodidades grandes y pocas veces vistas ni oídas que padescen los indios, pobres, huérfanos e miserables personas, naturales de estas partes, donde por ello muchos de e los de edad adulta se vendían a sí mesmos e permitían ser vendidos, e los menores y huérfanos eran y son hurtados de los mayores y vendidos, y otros andan desnudos por los tianguises, aguardando a comer lo que los puercos dexan, y esto demás de su derramamiento grande y falta de doctrina cristiana e moral exterior y buena policía, fundé y doté a mi costa e mis propios salarios, con el favor de Dios Nuestro Señor y de Su majestad el emperador y Rey Don Carlos, nuestro señor, dos hospitales de indios que intitulé de Santa Fe, confirmando el título con la obra e intención de ella, uno en la Provincia de México e otro en ésta de Mechuacán, que es todo en esta Nueva España, a dos o tres leguas, poco más o menos, de las ciudades cabeceras de cada una de estas dichas provincias, donde cada uno de los dichos Hospitales está fundado y averigüado, con este orden, intento e voluntad que los constituí y diputé como hasta ahora y desde ahora para entonces, que fuesen con todos sus términos, tierras, estancias, en granjerías que nos les dimos, pusimos y compramos y les hube de su majestad,…”
Leyendo el siguiente párrafo del Testamento de Tata Vasco podemos concluir la razón por la cual hubo en la capilla del Hospital de Salamanca, (¿quizá Barahona?), una imagen de Nuestra Señora de la Asunción y el por qué el Cristo Negro del Señor del Hospital es tan venerado en toda la región.
“Como es dicho, se les encomienda, ruega y encarga por charidad y proximidad cristiana, que si solo el rector allí estuviere, en cada uno de dichos hospitales, predique allí el santo Evangelio a los indios pobres de ellos, en la lengua de los dichos indios, los domingos, pascuas y fiestas principales y diga misa cantada y oficiada con el canto, como hasta aquí allí se ha hecho y suele hacer, a lo menos en todos los dichos días de domingos, pascuas e principales fiestas, y ésta que sea por los pobres moderadores de los dichos Hospitales respectivos, y el día de Nuestra Señora de la Asumpción y San Salvador y de la Exaltación de la Cruz, San Miguel Arcángel y San Nicolás los tengan en especial devoción y se celebren con toda la más solemnidad que puedan con todas las demás dichas…”
Para concluir, te comento que de aquí al 31 de marzo, publicaré las fotografías de los eventos que tenemos ya en puerta, el Novenario, las Peregrinaciones y la Misa Concelebrada en donde se hará oficial la elevación de Parroquia a Santuario Diocesano del Señor del Hospital de Salamanca.
Si te interesa leer todo el Testamento de Tata Vasco, lo puedes hacer aquí:
A lo largo de un año, el que se declaró como Jubilar debido a la conmemoración de los 450 años de la llegada del Cristo Negro del Señor del Hospital a Salamanca, me di a la tarea de hacer, dentro de mis posibilidades y capacidades, el análisis de la imagen, en el aspecto artístico, así mismo lo referente a su templo, el cual considero es una verdadera joya, muy representativa de todos los estilos en boga a finales del siglo XIX y principios del XX; por el otro, a pesar de que no soy historiador de profesión, sino de pasión, pude adentrarme más y más a esa parte de la historia de México que es tan rica y a la vez tan complicada, como lo fue el siglo XVI, cuando los españoles habían creado ya la Nueva España y se estaban dando cuenta de la enormidad del territorio que habían redimido para la Corona de España.
A lo largo del Año Jubilar del Señor del Hospital me he ido adentrando a la devoción que hay a Cristo, pero con el enfoque siempre histórico tratando de saber y entender como fue que se fueron implantando sus templos y santuarios a lo largo y ancho de nuestro país, claro es, tratando de entender como fue que llegó aquí a Salamanca el Cristo que conocemos como Señor del Hospital y ello ve llevó a entender como hubo lugares en donde no se vio la necesidad de tejer una historia de milagros y apariciones, sino, simplemente se hizo una suplantación de imágenes entre los ídolos venerados por los naturales y los Cristos traídos de España o ya manufacturados en México, específicamente en Pátzcuaro.
En este intercambio o suplantación de imágenes tenemos los dos ejemplos más contundentes: El Santo Señor de Chalma, ubicado en la población del mismo nombre, en el Estado de México, en donde se ubicó durante casi dos siglos el adoratorio de Tezcatlipoca, la segunda deidad más importante, luego de Quetzalcóatl, en el panteón Azteca. El otro es El Señor de Araró, ubicado en la población del mismo nombre en Michoacán, lugar de adoración a la diosa de la fertilidad Tarasca Cuerapaveri. En ambos ejemplos no hubo la necesidad de recurrir a textos elaborados que contaran de actos milagrosos, que mencionaran Reyes, Virreyes, Papas, Filósofos, Historiadores, nada de eso fue necesario para darle el verdadero valor que tiene, como centro devocional y espiritual.
Encontramos la historia del Cristo de la Tercera Orden de Pátzcuaro, en donde, a raíz de los hechos extraños y milagrosos que se dieron a mitad del siglo XVII, las autoridades civiles y eclesiásticas del lugar se dieron a la tarea de levantar actas, de hacer juramentos solemnes de que lo visto fue en verdad visto por los asistentes en ese momento al templo de San Francisco y el documento existe. En cambio, aquí en Salamanca nunca hubo un documento oficial que certificara ni la llegada de la imagen por los indios otomíes perseguidos por los jilotepecanos; ni se hizo acta alguna que certificara lo que es un misterio (en toda la extensión de la palabra), cuando vieron que el Cristo estaba clavado a una vara de distancia sobre la tierra del lugar en donde se había depositado originalmente, confirmando así lo que dijo en el sueño de revelación a Juan Cardona en Jilotepec.
Se dice, de acuerdo al relato, que don Vasco de Quiroga dio fe de los hechos luego de dos o tres años cuando pasó de México hacia Pátzcuaro en el que sería su último recorrido, pues de allí fue cuando decidió establecerse en Uruapan y al poco tiempo murió. Del paso por Salamanca, lugar que aun no se llamaba de tal modo, pues era 1563, se dice que elevó al rango de Curato la pequeña capilla que ya existía junto al hospital que él mismo ordenó se levantara, al igual que hizo en 90 lugares más que conformaban apenas una parte de su enorme Obispado. Lamentablemente los documentos que certifiquen su paso por este lugar están desaparecidos.
Podríamos seguir analizando más y más historias ó leyendas de los distintos Cristos venerados en México, El Señor del Veneno, El Señor del Rebozo, El Señor de la Columna,todos ellos en la Ciudad de México, lugar en donde se concentró por siglos el conocimiento y, en ninguno de los casos se hacen tantas referencias históricas como es el caso del relato de la llegada del Señor del Hospital a Salamanca.
Con todo esto a la conclusión a la que llego es que en Salamanca tenemos una hermosísima leyenda que vale la pena analizar a profundidad porque nos da una visión del momento histórico de México y de la región que actualmente es el Bajío en el tiempo en el que se dice ocurrieron los hechos.
Este Señor Crucificado representa a Jesús después de muerto en la Cruz, con el rostro muy caído hacia el lado derecho y sobre el pecho. Como he indicado ya su color es casi negro por la invertedera costumbre de limpiarlo con unciones de bálsamo. Todo su cuerpo tiene una postura violenta; pues se ve muy doblado hacia el lado derecho, de manera que se ve salido del palo vertical de la Cruz y todas sus facciones, proporciones y figura pertenecen a los Cristos tarascos de Michoacán elaborados con pasta de “Tatzingueni”, en el siglo XVI.
La Cruz que lo sostiene es rolliza, con cantoneras, la tarja del I.N.R.I. y un resplandor pequeño que sale del centro de los ángulos que forman los palos de la Cruz son de antigua y rica plata; como son de este precioso metal los clavos que sostienen la imagen y la corona de espinas, que lleva sobre su cabeza adornada con las tres tradicionales ráfagas o potencias. Como el Crucifijo está muy inclinado, la cabellera postiza, rizada, le cae toda detrás del brazo derecho y aparece toda colgante. Su cintura siempre se ve cubierta por ricos cendales de telas preciosas, adornados de ricas bordaduras de seda y oro y dorados flecos, La actitud y postura en la Cruz de este Cristo es única y por lo tanto uno de los más originales Cristos del país, impone mucho su contemplación y es uno de los más venerables de la nación.
Todo el texto ha sido tomado del libro Los cristos de caña de maíz y otras venerables imágenes de Nuestro Señor Jesucristo. Tomo I. Canónigo Luís Enrique Orozco y Contreras. Edición privada. Guadalajara, México. 1970.
El proceso del “Tatzingueni” comienza amarrando los carrizos de la planta del maíz ya secos.
La importancia que tienen las imágenes hechas en pasta de caña de maíz hechas en Michoacán es enorme, esto lo comenta María del Consuelo Maquivar: “Los purépechas o tarascos de Michoacán legaron al mundo del arte una técnica extraordinaria, que fue muy apreciada y demandada por los europeos, no solo en la Nueva España, sino más allá de sus fronteras, hasta la misma sede del Rey; me refiero a la escultura en pasta de caña de maíz. A pesar de la importancia que estos trabajos tuvieron, no solo desde el punto de vista artístico, sino de la trascendenciaque significó su extensa exportación durante los tres siglos del virreinato, poco, muy poco se ha escrito sobre estas imágenes”. (1)
Sin lugar a dudas tenemos en Salamanca una joya de enormes dimensiones, independientemente del gran valor devocional que representa, el Cristo Negro del Señor del Hospital en su concepción artística tiene un valor incalculable, se dice que fue hecho en los talleres de Matías Cerda en Pátzcuaro, pero aún no se ha certificado que haya salido de allí, sin embargo, los grandes estudiosos del arte sacro en pasta de caña de maíz así lo afirman, tanto el canónigo Luís Enrique Orozco en Guadalajara, como el ex Presbítero Estrada Jasso en San Luís Potosí.
Una vez que los carrizos han sido sumergidos en agua junto a los bulbos del “tatziqui”, ya secos, se les quitan los amarres y quedan todos unidos por el proceso químico, natural, que la planta desarrolla.
La técnica desarrollada por los tarascos de la pasta de caña de maíz se le conocía como “Tatzíngueni”, debido a que para su elaboración era necesario usar los bulbos de la orquídea silvestre que crece en las inmediaciones del lago de Pátzcuaro conocido como “Tatziqui”. “De esta pasta hacían los tarascos las imágenes de sus dioses, que resultaban de muy poco peso y podían llevarlas consigo a la guerra”. (2)
Para conocer la técnica desarrollada por los tarascos, nos referiremos al Canónigo Orozco: “cortadas las cañas de maíz, las hervían en agua con yerbas venenosas para matar en ellas todo germen de polilla. Vueltas a secar al sol, las descortezaban y aprovechaban la sola médula que molían cuidadosamente, y antes de reducirlas a polvo, estando más bien martajada, la mezclaban con la goma de una begonia u orquídea, llamada en tarasco “tatsiqui”. Los bulbos de esta planta se cocían en agua y soltaba el aglutinante o goma, que era el elemento aprovechable. De la mezcla de la médula y goma resultaba una pasta manejable, ligerísima y de grande duración, que, tomando el nombre de la orquídea empleada, denominaban “tatsíngueni”, y con esta pasta los “acahecha”, o sacerdotes, hacían los ídolos, ya fuera empleando moldes de barro cocido, para modelar las figuras, ya dándoles con sus propias manos su tosca fisonomía, siempre ruda y repulsiva.
Comienza entonces el esculpido de la pieza que se quiere ejecutar.
“Investigaciones modernas indican que la pasta de “tatzíngueni” era el resultado de dos partes de médula del tallo de maíz con cinco partes de la orquídea llamada “tatziqui”. Dicha begonia se ha identificado ahora con lo que actualmente llaman en Uruapan “orácula”, o también “aróracua”. En la ciudad de Morelia se le conoce como “limoncito”, porque el olor de sus frutos tiene parecido al zumo del limón. El mismo resultado se logró con las begonias, tan abundantes en Michoacán, llamadas “itzúmacua” o “flor de Corpus” y el llamado “lirio de San Francisco”. (3)
Fueron los franciscanos los que iniciaron la evangelización del actual Michoacán, estableciendo conventos en Tzintzuntzan y Pátzcuaro, esto sucedió entre 1525-1531, descubriendo allí la novedosa técnica, la cual se adaptaba a la perfección para los rituales establecidos, aun con tinte medieval, de las procesiones y, es entonces que se da ese sincretismo al inducir a los tarascos a la escultura no de ídolos sino de imágenes sacras ya que la ligereza de ellas facilitaron en mucho las “bajadas” y procesiones ceremoniales.
Una vez terminada la base de la escultura, se determinará cual es el acabado que se le quiere dar.
En un estudio realizado en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Marco Antonio López y Margarita Rodríguez Morales anotan la importancia de “Un cronista franciscano del siglo XVII, Fray Alonso de La Rea. Nació en la ciudad de Querétaro, ingresó a la Orden de los franciscanos en el convento de Valladolid, (hoy Morelia), fue provincial de esta orden y el primer criollo que desempeñó este cargo, también fue cronista de su orden en la provincia de Michoacán, 10 el título original de su obra es muy extenso como era costumbre en su época: Crónica de la orden de N. Seráfico Padre San Francisco. Provincia de San Pedro y san Pablo de Mechoacán en la Nueva España” (4). Y es precisamente este fraile que asienta para la posteridad la importancia del trabajo en pasta de caña de maíz.
El acabado tipo “maque” es el más solicitado ya que da una brillantez y suavidad a la imagen que la hacen más atractiva, especialmente las que se dedican a la Santísima Virgen.
“También son los que dieron el cuerpo de Cristo Señor Nuestro la más viva representación que han visto los mortales. Y si no díganlo los hechos de los Cerdas, cuyo primor; en alas de la fama, llegó primero a gozar la estimación en toda la Europa que los encarecimientos de esa humilde historia. Y aunque el ejemplar de la efigie la tuvieron los tarascos (claro está) de los ministros evangélicos, el hacerla de una pasta tan ligera y tan capaz para darle el punto, ellos son los inventores. Porque cojen la caña de maíz y le sacan el corazón, que es a modo de corazón de cañeja, pero más delicado y moliéndolo se hace una pasta con un género de engrudo que ellos llaman tatzingueni, tan excelente que se hacen de ella las famosas hechuras de Cristos de Michoacán que fuera de ser tan propios y con tan lindos primores, son tan ligeros que siendo de dos varas, al respecto pesan lo que pesaran siendo de pluma y así han sidoy son las hechuras más extrañas que conocen”. (5)
Hubo una época en que los Cristos de pasta de caña de maíz de Michoacán eran exportados a Europa. Aquí vemos el afamado Cristo de Telde, en las Islas Canarias.
Es en verdad sorprendente la técnica de la pasta de caña de maíz, sobre todo las exquisitas piezas de arte que salieron de los talleres de los Cerda en Pátzcuaro, su fama no fue solo regional, sino que prontamente se conocieron en el viejo mundo, uno de esos Cristos, manufacturados en el siglo XVI recibe gran veneración en las Islas Canarias. “Fue la devoción de los emigrantes canarios la causante de que la arribada de la mayoría de las piezas americanas conservadas en las islas sean de carácter sacro”. Afirma también que las primeras importaciones artísticas fueron precisamentelos Cristos de caña y entre ellos destacan la imagen del Altar Mayor de la iglesia de San Juan en Telde. (6)
Más nos adentramos en el tema de los Cristos elaborados con la antigua técnica “tatzingueni” y más entenderemos la importancia artística que el Señor del Hospital guarda, si agregamos a ello que la posición de un Cristo ya muerto es única y, hasta la fecha, no se ha sabido de que exista otro que tenga la misma postura, lo envuelve aun más en un halo místico sin igual. ”Sin duda alguna el modelo en pasta de caña de maíz representó para los españoles una innovación técnica que atrajo desde el primero momento su atención. Por lo tanto no es de extrañar que los frailes misioneros se dieran a la tarea de propiciar e impulsar estos trabajos en os talleres conventuales”. Esto lo comenta el historiador de arte Jaime Cuadriello y continúa: “El material fundamental para los cristos era la caña de maíz, que servía tanto para extraer la pulpa con la que se modelaba la forma de la imagen, como la propia caña, la que al unirse con otros carrizos más hacía las veces de soporte”.
Todas las fotografías con el proceso del trabajo en la pasta de caña de maíz fueron tomadas en el taller artesanal Seshashi, localizado en la Casa de los Once Patios, Local 2, en Pátzucaro, Michoacán.
“Según Estrada Jasso, uno de los misterios aun no resueltos es el de la preparación de los materiales, sobre todo lo referente a la extracción del azúcar a la caña, para lo cual sugiere que pudieron haberlas pasado varias veces por corrientes de agua y después exponerlas al sol para obtener un secado completo”. (7)
Con todo esto concluimos que en Salamanca tenemos una enorme riqueza artística, representativa del inicio de la evangelización en la Nueva España, representativa del sincretismo generado en el encuentro de culturas, una auténtica obra de arte, invaluable de por si ya en la parte afectiva y devocional, debemos aunar el tremendo valor artístico de la pieza.
Vista de la Calle Real, actual Serrato, en Pátzcuaro, Michoacán, lugar donde se encontrara el afamado taller de Matías y Luís de la Cerda en el siglo XVI.
Bibliografía:
1.- Red de revistas científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal. Universidad Autónoma del Estado de México. Artículo escrito por María del Consuelo Maquivar en torno al libro Ingeniería michoacana en caña de maíz de Sofía Irene Velarde Cruz.
2.- Santo Cristo de Araró, breve historia de la imagen y su santuario. Edición privada. Cura Ramón López Lara. Morelia, 1996.
3.- Los Cristos de caña de maíz y otras venerables imágenes de Nuestro Señor Jesucristo.Tomo I. Canónigo Luís Enrique Orozco y Contreras. Edición privada. Guadalajara, 1970.
4.- Orígenes de las artesanías en Michoacán. Marco Antonio López y Margarita Rodríguez Morales, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
5.- DE LA REA, Fray Alonso. Chronica de la orde de N. seraphico P.S. Francisco. Prouincia de S. Pedro y Pablo de Mechoacán en la Nueva España. Compuesta por el P. lector en Theología Fr. Alonso de la Rea, de la misma prouincia. Dedicada a N.P. Christoual Vaz, ministro provincial de ella. Cimatario. Querétaro, México, 1945. Citado por Federico Gómez de Orozco en Crónicas de Michoacán, Dirección General de Publicaciones, UNAM. México 1940.
6.- Traza española, ropaje indiano. El Cristo de Telde y la imaginería en caña de maíz. Pablo F. AmadorMarrero, Ayuntamiento de Telde, Islas Canarias, España, 2002. Citado por María del Consuelo Maquivar. (ibid).
7.- México en el mundo de las colecciones de arte. Volumen 3. Jaime Cuadruelo, 1994.
Actualmente es una propiedad privada, lo que fuera el taller de los afamadísimos escultores Luís y Matías de la Cerda, quienes perfeccionaron el arte escultórico en pasta de caña de maíz.
Las fotografías fueron tomadas en el Taller Artesanal Seshashi, Casa de los Once Patios, 1er patio, local 2. Pátzcuaro, Michoacán. Agradezco enormemente a la Sra. Beatriz Ortega Ruiz sus atenciones. Tel. (434)342-4752.