Dentro de la apoteosis que es el interior del templo de San Agustín hay un elemento que, definitivamente, llama la atención: el púlpito. De él se dice que fue traído de China, seguramente fue, más bien de Manila, esto se dice debido a que tiene incrustaciones de marfil. A un lado de él encontramos la escalinata del propio púlpito, la cual está ornamentada con una interesante pintura que más adelante veremos a detalle.
Por púlpito se entiende todo el conjunto, pero se refiere a la parte baja, la alta se llama tornavoz o sombrero superior y es precisamente a esta parte a la que nos referiremos esta vez.
Tengo por costumbre ir a leer y releer todo el material que se ha escrito y, que ha caído a mis manos, en torno a este templo con el fin de entenderlo mejor, precisamente estando dentro de él. Y apenas ocurrió la semana que acaba de terminar que, estando allí al mediodía, la luz que entraba iluminó precisamente el tornavoz y pude ver claramente el exquisito trabajo que en él hay.
Dudo que sea pintura, más bien es un finísimo trabajo de ebanistería en el cual se fueron incrustando maderas preciosas de distintos colores que nos dan ahora este excepcional arte. Creo que fue esta la vez número dos mil que visité el templo y sigo encontrando cosas sorprendentes.
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