El siglo XVIII en la Guanajuato estuvo lleno de altibajos. Fue el siglo en que, al principio de él, Mellado y Rayas ofrecieron enormes ganancias. A la mitad del él, el XVIII, sucedió el redescubrimiento de eso que conocemos como Valenciana que en su momento se llamó Mina de Ánimas y ya en la última década ocurrió una segunda bonanza en la que ya se había integrado como La Valenciana que ofreció tal cantidad de riquezas a sus dueños que eran considerados como los más ricos de toda la Nueva España y, más aun, de toda la Corona Española. Pero hubo también a lo largo del siglo, episodios trágicos: inundaciones, sequías, pestes... y en 1786 ocurrió que...
"A consecuencia de la helada que ya mencionamos, verificada en 27 de Agosto del año anterior de 1785, se pierden completamente todas las cosechas, y una hambre horrible, acompañada de una asoladora peste, devasta por todas partes el suelo de la Nueva España: en la Ciudad de Guanajuato tienen lugar las más lastimosas escenas, semejantes á las que hemos descrito con motivo de otra igual calamidad en el año de 1714.
Desde el momento en que la helada fatal echó por tierra las esperanzas de los labradores, que contaban con pingües cosechas, todos los comestibles comenzaron á encarecer progresivamente, subiendo al fin á precios verdaderamente fabulosos. La manteca llegó á valer 25 pesos la arroba, y vendiéndose al menudeo daban una onza por medio real, un piloncillo valía dos reales, y la harina 20 pesos la carga etc. á las tortillas les mezclaban biznaga, y otros ingredientes á veces perjudiciales á la salud; en las alhóndigas había terribles desórdenes por la multitud que las invadía, y la guardia que las autoridades hicieron poner en cada una de ellas, á fin de contenerla, tuvo muchas veces que recurrir á sus armas.
La peste en tanto competía con el hambre, para ver cuál de las dos hacia más víctimas. Las montañas, los barrios y aún las mismas calles y plazas eran teatro de los más tristes espectáculos: crecidas caravanas de miserables, de la Ciudad y de fuera de ella, andaban en todas direcciones pidiendo por amor de Dios un pedazo de pan, y frecuentemente se veían caer moribundos á varios de ellos que espiraban en pocos momentos. D. Bartolo Álvarez, en sus apuntes manuscritos, que varias veces hemos citado, refiere que había personas caritativas, que, desde la oración de la noche hasta las cuatro de la mañana, se ocupaban en recoger cadáveres que se encontraban tirados á cada paso, y los llevaban al panteón de S. Sebastián para darles allí sepultura. Su multitud fue tanta, que el mencionado panteón, único que entonces existía, hubo de llenarse de tal manera, que los miasmas corrompidos que exhalaba, se percibían desde grande distancia; y se hizo necesario por esta razón echar sobre toda su superficie un atierre de media vara de espesor, providencia que fue tomada por el Ayuntamiento el día 1° de Agosto.
Según el Barón de Humboldt excedieron de 8,000 las víctimas que hizo en la Ciudad de Guanajuato esta asoladora calamidad. Hubo no obstante muchas personas benéficas y caritativas, deparadas por la Providencia, que derramaron sus tesoros á manos llenas para aliviar en lo posible tanto sufrimiento, de suerte que los pobres de los contornos venían en multitud á Guanajuato, atraídos por tanta caridad. El Ayuntamiento á la cabeza de los particulares no omitió medio para hacer menos dura la suerte de los desgraciados: desde fines del año anterior estableció varias casas de misericordia, donde se curaban los enfermos y se alimentaban los menesterosos: una estaba en la hacienda de beneficiar metales llamada de S. Pedro, que fue proporcionada para el efecto por el Sr. Regidor D. Pedro Luciano de Otero, otra en una casa contigua que facilitó el Presb.
[...] Pero como las necesidades crecían por instantes, y viera la corporación que ya no eran suficientes las casas mencionadas, por estarse experimentando que en las calles, plazas, barrios, cerros y minas, se morían innumerables personas, así por la peste como por el hambre, determinó en 16 de Abril establecer otras dos nuevas, como en efecto se verificó; y ocurrir á la protección divina por medio de un solemnísimo novenario y procesión de la venerada Imagen de Ntra. Sra. de Guanajuato, arreglados por los regidores D. Juan Vicente Alamán y D. León de Sein. Los Sres. Curas D. Juan José Bonilla y D. José Joaquín Carrillo, no solamente no quisieron quedarse atrás en estas obras de piedad, sino que tomaron a iniciativa desde 16 de Noviembre del año anterior de 1785, donando para compras de semillas, que se distribuyeron gratuitamente, y para otros socorros a los necesitados, la suma de $ 8,000 que se tomaron de la fábrica y de los fondos de cofradías.
[...] Otros varios particulares formaron en 26 de Abril una junta denominada "de pro visión de víveres" que hizo también grandes bienes, y para cuyos gastos, suplieron fuertes cantidades los Sres. D. Juan Vicente Alamán y D. Pedro González. Pero entre tantos piadosos caballeros, dignos todos de los más grandes elogios, se distinguía el Sr. Conde de la Valenciana, el cual, á más de las limosnas que hacia secretamente, que eran muchas, daba alimentos en el hospital de Belén á cuantos pobres se presentaban á recibirlo. El primer día que tuvo lugar este reparto se distribuyó una res entera y abundantes canastos de tortillas, pan y semitas; y habiéndose quedado sin parte cosa de 300 pobres, por no haber sido suficientes los alimentos preparados, entonces el benéfico Conde dio una limosna de dos reales á cada uno de los grandes y un real y medio á los pequeños, y mandó para los siguientes días triplicar la cantidad de comida, de suerte que las hileras de pobres se extendían desde el interior del hospital, por toda la calle de Belén. Gracias á tanta caridad, verdaderamente cristiana, los estragos del hambre calmaron algún tanto, sin llegarse á experimentar en Guanajuato los extremos horrores que en otros puntos, en que faltó la voluntad ó la posibilidad de hacer esos beneficios de tan grande cuantía."
Tomado del Tomo II de las Efemérides Guanajuatenses de Lucio Marmolejo.
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