De pronto pensé que al decir aquello del "santo y seña" estábamos haciendo referencia a algún antiguo refrán, pensé que se refería al nombre exacto de un santo, pues hay varias docenas de Juanes y de Franciscos, por ejemplo, y que la seña era lo que deberíamos entender por el atributo que lo identifica; pero no es así, ya que el santo y la seña no es un refrán, sino era una manera de comunicar algo en la España del siglo XIX que se adaptó primero y luego se adoptó a la tradición del lenguaje coloquial en México. Me explico.
El santo era la contraseña que se usaba para evitar ser asesinado en tiempos álgidos y, como suele ocurrir, hubo la necesidad de implementar una contraseña también. La seña era el santo, la contraseña era seña. Así, en la oscura noche, al gritar aquello del ¡Santo y Seña! y responder acertadamente se evitaba recibir un plomazo. A México no sé cuándo habrá llegado la frase, que se comenzó a usar como sinónimo de un reporte a detalle de algún acontecimiento, el dar santo y seña se volvió hacer una relatoria puntal de algo que no era otra cosa más que un sabroso chisme.
Para enterarte bien de lo que es el santo y seña, entra aquí. El San Antonio, bastante bello por cierto, que vemos aquí se localiza en el templo de la Merced en el barrio de Mellado en Guanajuato capital.
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