En marzo de 1858 se escribió una página de la Historia de México en Salamanca, fue el inició de la Guerra de la Reforma y se le conoció como "la batalla de Salamanca", aunque también se le nombró como "la batalla de Arroyo Feo" debido a que fue en las inmediaciones de esa zona que se libró el enfrentamiento entre liberales y conservadores. Los hechos se dieron el 9 y 10 de marzo. La de por sí inestable política mexicana que se vivió primero con un fallido imperio encabezado por Iturbide, seguido de un entrar y salir de la presidencia de la República por Antonio López de Santa Anna que, cuando se fue finalmente exiliado del país, dejó tal cantidad de problemas que no se logró estabilidad alguna Ignacio Comonfort poco tiempo antes, de la fecha que ahora nos ocupa, pasó por Salamanca, se cree que vino a inaugurar la fábrica de Loza Fina del cura Luis Saavedra y, cuando ocurre la referida batalla, traerá por consecuencia que Juárez sea ratificado como Presidente, él había tomado ya el cargo el 15 de enero de 1858.
La inestabilidad fue manifiesta en el Gobierno del Estado de Guanajuato, y ni que decir en el ayuntamiento de Salamanca, en donde no existía en ese tiempo la figura de Alcalde o Jefe Político, sino la de Subrefecto. No sabemos quien ocupaba el cargo aquí en la villa para ese año, pero el siguiente, 1858, será especialmente complicado pues hubo cuatro personas distintas en la Jefatura: José Ma. Espinoza, Cirilo Quiroz, Martín Brito e Ignacio Rodríguez.
El documento que vemos nos dice qué tan complicada era la situación en el Estado, se trata de un desplegado que se distribuye por todas los pueblos, villas y ciudades de Guanajuato en el que se plantea la situación que don Manuel Chico y Alegre estaba viviendo en ese momento:
Guanajuatenses:
El Excmo, Sr. General en jefe del ejército restaurador de las garantías, honrándome con una confianza que no merezco, se ha dignado nombrarme Gobernador del Estado.
En los momentos solemnes para esta Capital en que yo recibo el nombramiento, no puedo llevar adelante la resolución que siempre he tenido de vivir tranquilo en el hogar doméstico sin ingerirme para nada la política, ni filiarme jamás en ninguno de los partidos que por desgracia dividen mi patria.
En la última revolución por la que estamos atravesando yo no podré negar que he tenido mis convicciones, y que en el seno de la amistad habré manifestado mis ideas, porque como todo el mundo tengo el derecho de pensar; pero jamás Guanajuatenses, he tomado un participio activo en los sucesos políticos que están pasando, y puedo aseguraos, bajo la fe de mi palabra, que el nombramiento de Gobernador que he recibido me ha sorprendido, tanto como era natural, para quien no ha querido mezclarse en las cuestiones políticas del día. Si hoy las circunstancias no fueran tan apremiantes: si esta Capital en que vi la luz primera no tuviese a sus alrededores un ejército desbandado y un porvenir que podía complicarse con una negativa por mi parte, no habría poder humano que me hiciera admitir el nombramiento de Gobernador, pero repugnándome todo egoísmo en estas circunstancias, he tomado posesión del Gobierno no con otro objeto sino con el de salvar la situación del momento; y luego que el orden quede establecido, yo volveré tranquilo y satisfecho a la vida privada, para lo que estoy determinado a renunciar un puesto que no merezco, y mis conciudadanos o el Supremo Magistrado de la República, nombrase quién reciba de mis manos el Gobierno par el que hay multitud de ciudadanos ilustres a quienes será honor mío ceder el puesto.
En los pocos días que dure mi Gobierno, estad seguros, Guanajuatenses, de que nadie será perseguido, cualquiera que sea el partido a que pertenezca: reprimiré, sí con mano enérgica cualquier atentado a la paz pública; pero por lo demás, como quiera que piense cada uno de los Guanajuatenses, solo encontrará un guardián de sus garantías en su conciudadano y amigo.
Manuel Chico y Alegre
Guanajuato, marzo 11, 1858
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