Bien sabemos que fue el pintor zacatecano Candelario Rivas quien de 1920 a 1924 quien realizó todo el trabajo de pintura del Santuario del Señor del Hospital, lo hizo con la ayuda de su hijo José y no hubo capricho alguno en la ejecución de cada uno de los siete lienzos de gran tamaño que manifiestan la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, sino un conocimiento profundo de los Evangelios y, seguramente, de la abundante literatura religiosa del siglo XIX en la que se manifiestan las razones y las simbologías que encierran cada uno de los momentos que se desarrollan a lo largo de la Misa.
Lo más seguro es que conozcas el templo del Señor del Hospital y que, como acostumbramos en la actualidad, no ponemos atención a todo lo que nos rodea, vemos el todo y no la parte. Vemos un recinto sumamente decorado con el estilo característico de los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX pero no nos atrevemos a interpretar lo que el decorado, en este caso las pinturas, nos están diciendo.
Sobre el discurso que Candelario Rivas desarrolla en los murales ya hablamos anteriormente y vimos que se basa en el Evangelio según San Lucas 24 y eso lo logramos identificar debido a la frase en latín que aparece en el arranque de la cúpula.
Siendo este un templo dedicado a Cristo, lo que el pintor atinadamente plasmó fue el tránsito a la muerte, el cual termina al frente, en el altar mayor con la imagen del Cristo negro, en manifiesta muerte pero el discurso se complementa pues en la cúpula lo que se plasma es la Ascensión del Señor. Habrá que recordar que en Salamanca, hasta mediar el siglo XX la fiesta del segundo jueves “grande” del año era de nutrida afluencia, llegaban muchos peregrinos y la vendimia de trastes de barro y dulces era grande. En algún momento ese peregrinar para visitar al Señor del Hospital se prolongó un poco al norte, pues se incluía una visita a San Gonzalo.
Actualmente la Iglesia, que se ha ido adecuando al ritmo de vida actual, ha trasladado la fiesta del Jueves al Domingo, esto como una consecuencia más del Concilio Vaticano II. Al entrar al templo y poner atención a lo que el discurso pictórico nos dice está más que claro, al centro en el octavo “gajo” de la cúpula esta Nuestro Señor ascendiendo a los cielos, a su trono. En los otros “gajos” aparecen siete ángeles, que en este caso no representan a los arcángeles, no hay atributos que los puedan identificar, dos de ellos portan una leyenda en latín, uno sostiene la Cruz y los otros dos suenan la trompeta y dos más levantan hojas de palma, todo encierra un fuerte simbolismo.
La palma es el símbolo de la victoria, las trompetas nos dicen del triunfo, están anunciando que el Señor ascenderá. Uno de los ángeles porta la leyenda: “Ascendit Deus in Jubilatione”, el otro: “et Dominus in Voce Tuba”. Rivas se está basando en el Salmo 46. Todo esto queda englobado, además, en la llamada “Composición del símbolo por los 12 apóstoles” el cual está asociado justamente con San Bartolomé, el Santo patrón de Salamanca, el cual, dentro de la composición incluida en el Creo, tiene asignada la parte: “subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso” (1).
1.- Lobera y Abio, Antonio. El porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios. Librería de A. Mezín, París, 1846, p. 601
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