miércoles, 13 de enero de 2010

Albino García y el milagro de la Virgen del Socorro

Este es el único retrato que existe de Albino García, fue hecho por el Arq. Francisco Eduardo Tresguerras antes del fusilamiento en Celaya, luego fue copiado por Mateo A. Saldaña y apareció en uno de los libros de don Pedro González.


Hay un evento histórico que encaja perfectamente ahora que estamos iniciando el año en que celebraremos, además de los 450 años de la llegada del Cristo Negro del Señor del Hospital a Salamanca, también el del Bicentenario del inicio de la guerra de Independencia, ambos eventos, por demás importantes para Salamanca; y como tratar de resumirlos es cosa difícil de hacer y también de entender, dada su importancia, desarrollaremos aquí una primera parte, la que involucra directamente al personaje en cuestión: Albino García.


Quizá será porque la historia oficial, es decir la que se ha establecido para que los niños aprendan nuestro pasado común, es cada vez es más resumida que omite el nombre y la importancia que cada uno de los participantes tiene en cada una de los episodios que la van conformando, que hoy en día los nombres están cada vez más limitados a Hidalgo, Morelos, Allende y Guerrero.


Algunas de las monedas conmemorativas del Bicentenario del inicio de la guerra de Independencia.


Esto no es un descubrimiento, el propio Gobierno Federal lo tiene detectado y, en el afán de dar a conocer otros personajes más de los movimientos que festejamos en este año, circulan ya las monedas conmemorativas que retratan a Mina, Moreno, Galeana, solo por mencionar algunos; pero, nosotros en Salamanca debemos rescatar la memoria de aquellos que participaron activamente en la lucha, como es el caso de Albino García, nacido aquí, es decir, es nuestro paisano. Fernando Osorno dice que nació un 1 de marzo entre 1775 y 1780, José Rojas que en 1780 sin precisar el día. Se dice que en una comunidad llamada Cerro Blanco, en los límites de los actuales municipios de Salamanca y Valle de Santiago. Se dice que fue bautizado en la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato (1), cosa que es de dudarse, pues lo más seguro es que lo fuera en la Parroquia de Salamanca y no hasta Guanajuato.


Estas son las ruinas de la Hacienda de Quiriceo, la foto fue tomada del libro de don Isauro Rionda, Haciendas de Guanajuato.


Es importante saber como estaban distribuidas las tierras del Bajío a mediados del siglo XVIII. En la zona sur de la villa de Salamanca se ubicaba una hacienda de la cual se desconoce cual era su propietario original, quizá eran parte de la encomienda de Pénjamo de Juan de Villaseñor y Orozco, con el tiempo se crean las haciendas de Paranqueo y Quiriceo, que al ir pasando de mano en mano se integran en una sola propiedad, creando con ello uno de los latifundios más grandes de la zona, al contar a, en el tiempo en que Albino García nació y trabajó para sus propietarios, “con una superficie de 65 000 hectáreas, extendiéndose desde las goteras de Valle de Santiago por un lado y por el otro hasta la ribera del río Lerma, al sur tocaba los linderos de la villa de Salamanca. La mayoría de los terrenos eran trabajados por arrendatarios y muy poco por los dueños, los que eran ausentistas, pues vivían fuera del lugar, dedicados a la guerra o a la política”. (2) ¿Quiénes eran estas personas? Pedro y Luís de Cortazar y Rábago.


Bravío, campirano, hábil, ágil, diestro con el lazo, así fue Albino García, no es el que aparece en el dibujo, es solamente para darnos una idea de cómo pudo haber lucido. Fue tomado de la Historia Gráfica de México de Gustavo Casasola.


De su infancia no se sabe mucho, fuera de que su origen era netamente campesino y que era bastante inquieto, razón por la cual conocía perfectamente el Bajío, especialmente la que corre del Lerma hacia el sur pues en su juventud se empleó en la Hacienda de Quiriceo, a pocos kilómetros, siempre al sur, de Mancera. Como era exigencia de la época para quienes se desarrollaran como caporales, desarrolló una gran habilidad en el manejo de la reata y el caballo, y fue precisamente por eso que en una caída que tuvo durante una lazada, que se astilló el hueso del brazo izquierdo, quedándole sin función, de allí se derivó el apodo de “el Manco”.


En el paisaje del Bajío está siempre presente el Cerro del Culiacán y con su cono perfecto.


Si tomamos como fecha de nacimiento la que da Rojas Garcidueñas, el 24 de Septiembre de 1810, al paso del Cura Hidalgo por Salamanca, Albino García contaba 30 años, se presume que luego de una entrevista se unió a la causa libertaria, cosa que no se ha autentificado. Es para 1811 cuando aparecen documentos fechados y debidamente certificados de su actuar, ellos recopilados por Osorno Castro en su libro “El insurgente Albino García” (3), para principios de ese año en Quiriceo, continuando su ir y venir por el Bajío y zonas aledañas, (San Luis de la Paz, Salamanca, Amoles, Valle de Santiago, Celaya, Pénjamo, Hacienda de Frías, Lagos, León, Aguascalientes, Salvatierra, Guanajuato, San Pedro Piedra Gorda y Yuririra), durante 1811, siendo aprehendido, finalmente en Valle de Santiago y ejecutado en Celaya el 8 de Julio de 1812. Tuvo el mismo fin de todos los insurgentes, luego del fusilamiento el desmembramiento, para luego ser exhibida su cabeza clavada en un palo en la plaza del pueblo y partes de su cuerpo en las poblaciones donde ejecutó a soldados Realistas, en el caso de Salamanca, fue precisamente su brazo, llamados entonces “el cuatro”, para ser exhibido y que sirviera de escarmiento a quienes pretendieran continuar en la lucha contra la corona española.


El que todos conocemos como Templo y Convento de San Agustín de Salamanca, foto tomada la Noche de Reyes de 2010.


Y es en algún día de 1811 que tiene lugar en Salamanca eso que luego se consideró como un milagro realizado por la Virgen del Socorro, cuya imagen preside, luego de la de San Juan de Sahagún, el altar mayor del templo que conocemos como de San Agustín.


El relato lo inicia Osorio Castro de la siguiente manera: “La villa de Salamanca era vigilado sin cesar por las tropas realistas. Sabíase que Albino García llegaba a ella con frecuencia, y de la manera más intempestiva, así es que un grueso núcleo de españoles había establecido en el pueblo su cuartel general, sujetando a una estrecha vigilancia todas las actividades del vecindario, y tenía en constante acecho los caminos en espera de la menor señal de que “El Manco” se acercara”.


Esta es la puerta principal del Templo de San Agustín, cuya fachada ve hacia el norte.


La habilidad de Albino García en el manejo de la reata y la agilidad de su caballo llamado “el Cabro” le hizo famoso en la región y era perseguido al ser considerado como la amenaza más fuerte en el Bajío. Los soldados apostados en Salamanca sabían de la inminente llegada de García, seguramente tenían apostados centinelas en la parte más alta del templo, notando la llegada, a lo lejos de las tropas insurgentes… “Los realistas, perfectamente instruidos sobre los pormenores de la acción, no se manifestaron hasta que una parte del tropel ya transitaba por las estrechas arterias de la ciudad…


Con la habilidad ya mencionada, Albino García se aproximó lo más posible al enemigo, al ser descubierto no tuvo otra opción que refugiarse en el Convento de San Agustín “…más tan solo había traspuesto los umbrales del sagrado recinto, cuando se oyeron tras él los pasos precipitados de sus contrarios, al mismo tiempo que resonaban fuertes aldabonazos en la puerta del Convento. Los religiosos pretextando absoluta ignorancia del suceso y fingiendo gran temor a los realistas, procuraron en cuanto les fue posible retardar su entrada al monasterio, pero al fin temerosos en verdad ante las amenazas, tuvieron que ceder el paso también a la gente enemiga”.


En el acercamiento vemos la huella dejada por el paso de la bala de cañón con la que se pretendía destruir la puerta del Templo de San Agustín.


El poco tiempo que los frailes agustinos intentaron detener a los realistas fue suficiente para que él, Albino García, pudiera huir de la captura más ansiada no solo en la Intendencia de Guanajuato, sino en todo el centro de la Nueva España, su habilidad en el manejo del caballo y el acoplamiento que a la perfección tenía con “el Cabro” lo liberó una vez más. “Todo parecía haber salido a pedir de boca, a no ser por dos soldados, de los pocos que se habían adelantado al grueso del piquete, que alcanzaron a oír el nervioso relinchido de un caballo a poca distancia de ellos, y subiéndose por una de las bardas del monasterio, no tardaron en descubrir un espléndido corcel negro retinto, de primorosa estampa, que “caracoleaba” impaciente junto a una puerta que daba salida al campo. La riquísima montura que llevaba, cubierta casi toda de plata, acabó de hacer la denuncia: ¡el caballo de Albino García!”.


Claustro menor del Convento de San Agustín en Salamanca, Gto.


Una vez más Albino García lograba hábilmente escabullirse de sus perseguidores, fortaleciendo aun más su ya conocida habilidad. Los realistas enfurecidos por los hechos decidieron cobrar una especie de venganza, no en contra de los Insurgentes, sino de los frailes, así que apuntaron el cañón hacia el templo. “Los españoles enfurecidos por aquella fuga casi burlesca del guerrillero, y deseosos de tomar venganza de los buenos religiosos que la habían protegido, colocaron un cañón en el atrio de la iglesia y dispararon con ánimo de derribar la puerta de la entrada, que se encuentra como todas ellas, en dirección del altar principal, donde los frailes veneraban una bellísima imagen de la Virgen del Socorro. Pero la bala, no obstante la admirable puntería de los artilleros, no dio en el blanco, sino que, ante la admiración de los presentes, rebotó en la parte superior del arco que forma la puerta del templo y fue a caer cerca de ella sin hacer el mayor daño”.


El hueco dejado en el arco a la entrada del Templo de San Agustín, mudo testigo de un pequeño pasaje que conforma parte de la historia colectiva de los salmantinos.


El milagro se había realizado, “un súbito silencio ahogó el estallido de las armas al llegar la noticia a todos los combatientes. Se alejaban ya los últimos insurrectos, y los soldados bajaron sus fusiles inclinándose con reverencia para significar su fe en aquel insólito acontecimiento: el ejército entero se postró ante la Virgen milagrosa”.


De esta historia han corrido versiones, una la ubican durante la Revolución, ahora vemos con datos más precisos lo ocurrido hace casi doscientos años en Salamanca, lugar en el que la historia, la tradición y la leyenda, están presentes.


Todo lo escrito en letra cursiva está tomado del libro del Sr. Fernando Osorno.


Quiero agradecer públicamente todo el apoyo incondicional que he recibido de parte del Arq. Antonio Roa Cosio para la publicación de éste y varios artículos más.


Los obeliscos, recuerdo de los siete salmantinos ilustres en la Plazoleta Hidalgo, entre ellos Albino García, precisamente en el lugar de los hechos que marcaron la magnífica obra arquitectónica de los Agustinos.


Bibliografía:


(1).- Dato que aparece en el sitio electrónico de la Basílica:

http://www.indaabin.gob.mx/dgpif/historicos/colegiata.htm


(2).- Haciendas de Guanajuato. Isauro Rionda Arreguín. Editorial La Rana, Guanajuato, Gto. 1992


(3).- El insurgente Albino García. Fernando Osorno Castro. Edición del H. Ayuntamiento de Salamanca 1995-1997. Julio de 1996.




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