1957 fue el año en que se tomó esta fotografía, corresponde a la esquina sur-oriente de las calles Obregón con Guerrero. Vemos que en una de las canoas llevan un colchón, eso me recuerda aquella tonadita de moda entonces, en la que se cantaba "pobre gente de Obregón, se quedó sin un colchón..." Pero aquí lo interesante está en lo que se había colocado, año atrás, en 1934, una placa. El local lo ocupaba, cuando se tomó la foto, la tienda de materiales para construcción La Paz, y la placa era la conmemorativa al primer centenario del nacimiento de Emetaria Valencia, fueron los ex alumnos de las escuelas que ella patrocinaba en Celaya, los que vinieron a colocar la placa en la que había sido casa de la familia Valencia Martínez, seguramente allí se encontraba la tienda en donde, se dice, don Patricio Valencia vendía los cigarros que fabricaba con el tabaco que compraba en Veracruz. Esa casa sería el escenario de unos acontecimientos que, al no estar debidamente documentados, los podemos clasificar como leyenda, una más en torno al origen de la fortuna de sus residentes que se volverían unos de los primeros industriales del estado de Guanajuato y uno de los primeros ricos del siglo XIX en Salamanca. Quien rescató este relato fue alguien que conocí y con quien mantuve largas e interesantes charlas: María Guadalupe Aguinaco.
Realidad y misterio en torno a la fortuna de la familia Valencia.
Allá por el año de 1833, en que el general Arista se pronunció y ocupaba la ciudad de Guanajuato, cuando el cólera grande, cientos de soldados cruzaban la ciudad de Salamanca. El convento de los agustinos se vio invadido por tropas y más bien se convirtió en hospital de las mismas. Dichas tropas eran del General y Presidente López de Santa Anna que iban precisamente al general Arista. "El mismo provincial estuvo a punto de ser una víctima del cólera, pues contrajo la enfermedad por contagio en el convento de Salamanca donde perecieron como dos mil soldados en sus claustros, tuvo él, con los demás padres que conferir a los moribundos los últimos auxilios espirituales y no se escapó a la enfermedad, pero sí milagrosamente de la muerte. Esto dice fray Angel Gasca y añade: "Fray José Marocho, pintó y frisó todo el claustro del primero y segundo patio, todo el antecoro, dormitorio y sacristía, de su propia mano y pincel para desinfectar todo el Convento del cólera morbus, de que estaba infestado con el ejército de seis mil hombres en la guerra contra Arista en el año de 1833".
Pues bien, en ese tan citado año se llegaron a la casa del Padre Valencia, en la antigua calle de Carreras (hoy esquina de Guerrero y Obregón), un militar y seis soldados, preguntaron por don Guadalupe Valencia, entonces el capellán del templo del Santuario de Guadalupe. Sin más se metieron a la casa, de inmediato se presentó el capellán y el jefe del pelotón se dirigió al padre: "me han dicho que es usted persona honorable en quien puedo confiar. Voy de paso por este lugar, llevo mucha prisa. Urgeme dejar esto, y ante el asombro del padre, abrió un enorme cajón que los solados habían dejado en el suelo al llegar. Contenía el cajón ¿dinero? ¿oro? ¿alhajas? Nadie lo supo. Solamente el militar agregó: "Lo dejo a su custodia por un año. En esta fecha, si al cabo del año no regreso por él, todo es suyo". A una señal del jefe los soldados cavaron apresuradamente, enterraron el cajón y salieron.
La sorpresa dejó al padre azorado. No lo podía creer. Sin embargo era verdad. Todo sucedió en un santiamén.
La familia Valencia se hacía vivir de un pequeño taller de telares de mano, que tenían en su casa de la calle de Carreras. Contaba la familia con las siguientes personas: Doña Tecla, el Padre don Guadalupe, Don Patricio y doña Tula.
Las consejas aseguran que el militar que visitó al padre don Guadalupe, no regresó al cumplirse el año que se impuso como plazo. Que doña Tecla y los demás hermanos convencieron al padre que sacara el tesoro después de seis años. Que el padre lo compartió con ellos equitativamente y que la industria de la familia Valencia prosperó.
Hacia el año de 1840, doña Tecla hizo traer de Inglaterra la maquinaria de vapor y los telares que instaló en su propia casa (donde hoy se encuentra el teatro Juan Valle en la calle de Guerrero). Después en 1845 adquirió propiedades donde hoy se encuentra la fábrica de la Reforma en Salvatierra; y al casarse doña Tula con un señor de ese lugar, cambió la fábrica de Salamanca para Salvatierra.
Doña Tula convirtió el edificio de Salamanca en Hospicio de pobres, dotándolo de lo necesario, cuyo establecimiento fue inaugurado por el Gobernador don Manuel Doblado.
Don Patricio construyó su casa en la hoy esquina de Hidalgo y Zaragoza, encomendando la obra a don Francisco Eduardo Tresguerras, el tan discutido arquitecto de origen celayense.
Don Patricio fue el padre de doña Emeteria Valencia. Ella fue benefactora insigne, fundadora y protectora de asilos y establecimientos de enseñanza en Salamanca, Celaya, Salvatierra, San Miguel de Allende, Soria, Etc. Casó con un empleado de su padre, el español don Eusebio González. Hábil hombre de negocios éste fue quien fundó las fábricas de hilados y tejidos en las ciudades donde su fundaba su cónyuge los asilos y escuelas.
En el primer centenario de su natalicio, 2 de marzo de 1934, Celaya y los exalumnos de las escuelas de beneficencia colocaron una placa en el exterior de la casa donde nació doña Emeteria aquí en Salamanca, en dicha esquina sureste de las actuales calles de Obregón y Guerrero. La placa ya no está en su lugar. (1)
Me parece muy interesante el relato que nos hereda Lupita Aguinaco, habrá que analizarlo. Primero, lo establece en 1833, con dos personajes centrales, el General Arista y otro general, Santa Anna. Históricamente lo que ocurría entonces en México eran los antecedentes que traerían por consecuencia el Plan de Cuernavaca, este plan se proclamó el 25 de mayo de 1834, pues ya desde "1833 la iglesia se convirtió en el blanco de los ataques de los Liberales radicales, quienes cuestionaban el derecho que tenía el clero para poseer propiedades. (...) El 5 de junio se alzó Mariano Arista con el ejército que se le encomendó para batir a Durán. Su pronunciamiento iba en contra de las disposiciones del Congreso general y a favor de los fueros del clero y del ejército. Arista, incluso, criticó severamente al federalismo". (2)
Vemos en la imagen el "cascarón" del que fuera Teatro Juan Valle, construido en el terreno en donde estuvieron, en algún momento, los telares de los Valencia. Otro punto, dentro de lo que podemos referir en un momento histórico, en lo local, nos lo ubica, con claridad, Rojas Garcidueñas: "A mediados del año de 1833 llegó a Salamanca la epidemia de cholera morbus que desde meses antes estaba asolando gran parte del país; en todo el Estado de Guanajuato fue terrible, en varios lugares tuvieron que destinarse, con premura, campos o lugares para nuevos cementerios porque lo existentes, que generalmente eran los atrios, pequeños o grandes, de las iglesias, no bastaban para el diario número de inhumaciones, y también se comprendió la inconveniencia de dar sepultura dentro de las poblaciones a tantas víctimas de una enfermedad notoriamente contagiosa. Por si fuese poco, sucedió que en Salamanca estaba un fuerte núcleo del ejército del general Santa Anna, que iba atacar en Guanajuato el movimiento rebelde del general Arista, la epidemia casi acabó con los soldados detenidos en Salamanca". (3)
Y ahora, lo que vemos, son las ruinas de la casa que funcionara como "Recogidas", levantada también en la que fuera propiedad de los Valencia y, en la misma obra de Rojas Garcidueñas, leemos más adelante una cita de Guillermo Prieto: "Fue en esa misma época, cuando estuvieron alternándose en la Presidencia de la República Valentín Gómez Farías y Antonio López de Santa Anna, en los años 1833 y 1834, cuando, como dice Guillermo Prieto: “empezaron a columbrarse ideas de reforma trascendental. Se hizo laica la instrucción pública, se proclamó un plan de estudios progresista y adecuado a las necesidades de la administración; se quitó al clero la coacción civil para el diezmo... medida altamente económico-política; se retiró también la coacción para los votos monásticos, dejando en libertad a los religiosos para que abandonasen los conventos; se reintegró a la nación en sus fueros respecto al Patronato a obispados y beneficios; se suprimieron la Universidad y el Colegio de Santos; se habló, con aplauso, de desamortización eclesiástica, abolición de fueros, etc., etc.; en puna palabra, en 1834 apuntó la reforma de 1857...” (4)
Esta era la Casa de Recogidas, estaba en la calle Guerrero. Ahora analicemos las fechas que Lupita da, dice que corría el año de 1833, y que aquél personaje que dejó la caja misteriosa le dijo que luego de un año, si no regresaban, la caja sería de su propiedad, y que dejaron pasar prudentemente seis años, es decir, para 1839 o 1840 ellos abrían, hipotéticamente la caja y, lo más seguro, es que allí estaba un verdadero tesoro. Insisto, esto es una hipótesis. Los telares, ya como establecidos como una industria, reportan para 1844 su existencia, luego de (sigo suponiendo) cuatro años de haberse vuelto ricos los Valencia.
Ahora bien sobre el padre José Guadalupe Valencia no veo que lo haya incluido Pedro González, el más acucioso historiador salmantino, en su obra, especialmente en la que no está firmada por él, pero todo indica su autoría por la estructura de la misma y el manejo de lenguaje, los Apuntes Históricos de Salamanca, que se encuentra en el Archivo Histórico local y que fuera publicada, dicen, en 1995. En cambio, Florentino López Lira lo menciona en su relato Misa Macabra incluido en su Salamanca Legendaria (5), pero esa es un relato solamente que no nos asegura la existencia de José Guadalupe Valencia.
Al rastrear los documentos de la familia Valencia encontramos que José Ramón Trinidad de Valencia estaba casado con María Decidera Martinez. Tuvieron cuatro hijos: 1.- María Andrea Dolores, nacida el 4 de febrero de 1800, 2.- Patricio, nacido en 1802 y 3.- María Tecla Antonia Benita de Jesús, nacida el 3 de Septiembre de 1803. 4.- María Blasa Andrea, nacida el 4 de febrero de 1808. Me surge la duda si el padre José Guadalupe Valencia era hermano de Tecla y Patricio Valencia Martínez o qué grado de parentesco tenían. ¿Y Tula? ¿Cuál era el nombre completo de Tula?
En cuanto a las propiedades, se mencionan la de la esquina de las actuales Obregón y Guerrero, en donde está la placa del centenario de Emeteria Valencia, Lupe Aguinaco dice que se llamaba Carretas la calle de Guerrero. Según documentos del Archivo Histórico de Salamanca (6), para 1864, la calle de Obregón tenía, aparentemente, por nombre el de Barroso, había solamente dos casas, una propiedad de Ramón Arredondo, la otra de la testamentaria de Agapito Escamilla. Las propiedades, todas a nombre de Patricio Valencia, estaban en la calles del Ángel (Guerrero) y de Victoria (Victoria); pero son registros de 1864, luego de veinte años, cuando los talleres textiles de De Valencia y Compañía habían sido desmontadas en Salamanca.
Y me surge otra duda en lo escrito por Lupe Aguinaco, menciona la casa diseñada por Tresguerras, esa sabemos bien cuál es, la apreciamos en la fotografía, pero más bien la que ellos tenían era en la acera de enfrente, en donde estuvo el cine Rex.
Dice el dicho que, "cuando el río suena es porque agua lleva". Y con esta son ya cuatro las versiones que hemos visto de esta cuestionada fortuna: la encontrada en la barranca de Metlac, la encontrada en una cañada (quizá la de Landín) por el rumbo de Santa Cruz de Juventino Rosas, la de una hacienda en Santa Cruz, más próxima a la población y ésta de ese cajón con cosas valiosas. La duda se acrecienta.
Soy el primero en decir que merecería tener una mejor imagen de Lupe Aguinaco, lamentablemente es la única que dispongo de ella, al escribir este artículo y transcribir lo que ella escribió, recordé su mirada firme, esa que siempre mostraba al hablar de algo que le interesaba, Lupe nos regaló muchos de sus conocimientos, con gusto la recuerdo. De sobra sé que le hubiera gustado hacer una larga disertación sobre este y otros temas netamente salmantinos.
Fuentes:
1.- Aguinaco García, María Guadalupe. Gaceta de la crónica e historia de Salamanca, Gto. No.2. Julio-Agosto de 1986. p.3
2.- Olveda, Jaime. Jalisco y su primera experiencia federalista, 1825-1835. En: Práctica y fracaso del primer federalismo mexicano (1824-1835). Vázquez, Josefina Zoraida. Serrano Ortega, José Antonio. El Colegio de México. México, 2013. Edición electrónica. Sin paginación.
3.- Rojas Garcidueñas, José. Salamanca. Recuerdos de mi tierra guanajuatense. Editorial Porrúa. México, 1982. p.
4.- Prieto, Guillermo. Lecciones de historia patia. Imp. de la Escuela Correccional. México, 1896. p.337, citado por Rojas Garcidueñas en Salamanca. Editorial Porrúa. México 1982. p.
5.- López Lira, Florentino. Salamanca Legendaria. Cuentos y sucedidos. Edición del autor. 1934. pp.35-40
6.- Archivo Histórico de Salamanca. Padrón de los dueños de fincas urbanas en Salamanca. 1º de Diciembre de 1864. Caja: 84. Sección Gobierno.Serie Censos y Padrones. Exp.13
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